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Las Crónicas Marcianas de Ray Bradbury

Por Jorge Vilches a las 20:53 el 10 jun 2012 0 comentarios
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La verdad es que no topé con Bradbury en ese momento. Años atrás leí Fahrenheit 451; una novela que hace sentir bien al lector por dos motivos: según devora las páginas se siente libre y, además, poseedor de un tesoro, el libro, que le incluye en la élite romántica de los portadores del saber humano. Recuerdo, además, que vi a Ray Bradbury en una serie de televisión, que resultó ser The Ray Bradbury Theater. Aparecía al final del capítulo, rodeado de chismes y libros viejos, con una camisa clara, el pelo blanco, entrado en carnes, sonriente y explicando alguna cosa.

Crónicas marcianas lo tenía en casa. Hacía unos años que se lo había comprado a mi compañera, una tarde en Fnac, para acompañar a mi libro de Thomas Harris titulado El dragón rojo (que me encantó). Ella no pudo con Crónicas, pobre, porque no
Publicado en Imperio Futura el 14.III.2009
es su tipo de novela. Sí el mío. Lo devoré. Algún crítico advertía que no se trataba de un relato, sino de un conjunto de narraciones cortas que Bradbury había pegado. Se equivocan. El vínculo entre los mismos es muy fuerte.

Ray Bradbury es uno de esos autores que difícilmente podría encajar entre esos lectores y críticos que exigen una estricta pulcritud científica. Y menos entre los que dicen que la ciencia-ficción literaria está en peligro porque la tecnología “del futuro” ya está aquí, a nuestro lado, impidiendo que el lector busque el “sentido de la maravilla” en la lectura. Crónicas marcianas no aguantaría un repaso científico pero consigue transmitir lo más importante de la ciencia-ficción: la capacidad para imaginar escenarios posibles. Bradbury no es ingeniero, ni astrofísico o informático, ni siquiera uno de esos biólogos que inventan thrillers sobre células madre. La creatividad en la ciencia-ficción no va ligada a la especialidad universitaria, sino a hábitos, inclinaciones y trabajo, mucho trabajo diario.

Crónicas marcianas contiene, además, un componente especial de la ciencia-ficción que lo distingue de otras temáticas, y es la posibilidad de filosofar sobre el Hombre, su naturaleza y su posición en el Universo. Esto lo hace Bradbury a la perfección, porque el hilo conductor de la obra es ese precisamente, el indagar sobre las debilidades y grandezas humanas, la psicología del individuo y el efecto del hombre en su entorno. Por esta razón no importa que el Marte de Bradbury no exista en la realidad, que en lugar de un lugar habitable en el que sus habitantes hablan cualquier lengua humana, sea un planeta inhóspito con restos de agua.

El retrato que hace del hombre es tan certero, en todos sus defectos, que es una obra atemporal. El tratamiento de la normalidad y de la relatividad cultural, tan apreciados por los occidentales, es excepcional. El cuento del hombre que emplea su vida en llenar el desértico Marte de árboles terráqueos es aleccionador. Cualquiera vería con buenos ojos las intenciones de aquel individuo que quería convertir el árido paisaje marciano en un vergel, especialmente en una época en la que el ecologismo se ha convertido en una religión laica. Sin embargo, en cuanto se ve desde otro punto de vista, el marciano, la conclusión es otra: el hombre violenta el paisaje natural a su conveniencia particular, sin orden ni control, sin respeto. Aquello dejaría de ser Marte para ser… ¿qué? Claro que es un Marte muy distinto del de Edgar Rice Burroughs o Leigh Brackett. La novela me gustó tanto que decidí proseguir con obras que tuvieran un fundamento filosófico, y me sumergí en Stanislaw Lem.

Para ahondar en la obra me bajé la serie Crónicas marcianas, protagonizada por Rock Hudson, con el screenplay de Richard Matheson. La serie está conseguida, con las libertades propias que ha de tomarse el medio televisivo, pero fiel especialmente al espíritu de la obra de Bradbury. No os perdáis ni la novela –en el remoto caso de que no la hayas degustado ya- ni la serie.

 Publicado en Imperio Futura el 14.III.2009

Publicado por Jorge Vilches suscribirse a los artículos de Jorge Vilches: encontrado por el Beagle Espacial cerca de la Nebulosa de Magallanes. Se estableció en la Tierra de forma provisional, pero todavía está aquí. Dice que procede del Mundo del Río. En fin. Lleva siempre una escafandra porque cree que es inminente el ataque de Hicsos, el planeta que está en el perihelio de la órbita solar. Mientras tanto se ha convertido en un experto en la Historia del ser humano contemporáneo y de su vida política. Mantiene un blog de comentarios de libros de ciencia ficción titulado Imperio Futura.

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