El protagonista despierta en la habitación de un hotel. Ha sido una larga convalecencia inconsciente. Durante su sueño, el mundo ha cambiado a peor. Es el Apocalípsis; sí, ese momento en el que todo lo que conocíamos ha pasado a otra vida, hay reglas nuevas, y la gente se rige por la simple norma de sobrevivir utilizando la violencia si es necesario. La importancia de los conocimientos y las profesiones cambia. Y del Hombre renace aquello que le convirtió en el rey de la creación. No; no es The walking Dead, ni 28 días después. Es "El día de los trífidos" (1951).
Al leer la biografía de Wyndham, un británico que vivió la Segunda Guerra Mundial, no es posible evitar el imaginarle en el desembarco de Normandía. Un escritor de CF en el Día D a la hora H, saltando del vehículo anfibio a la playa, chapoteando entre agua y sangre, sintiendo los estampidos de las bombas y de los cuerpos al caer, y empujado por el terror a correr, a correr un poco más. Una experiencia como esa tiene que cambiar la interpretación de la vida y del hombre, y en el caso de un creador literario, su modo de presentar la sociedad y al ser humano.
El día de los trífidos es indudablemente el resultado del Wyndham que sobrevivió en las playas francesas. La obra cuenta dos historias paralelas. Una es la de los trífidos, unas plantas desarrolladas por el hombre que representan lo efímero del paso del ser humano por la creación. Son un nuevo paso evolutivo, no una invasión alienígena, que se abre paso gracias a errores y casualidades. A mi entender, los trífidos ocupan un papel secundario en la novela, incluso hay capítulos en los que casi ni se las menciona. El verdadero interés de Wyndham está en desarrollar algunas cuestiones filosóficas que le preocupan. Y esta es la otra historia, la que verdaderamente engancha en este libro fantástico.
La primera cuestión es la de la soledad –tema clásico de la CF-, centrada en este caso en la necesidad de sobrevivir, y combinada con el instinto gregario del hombre. Necesitamos vivir en comunidad, dice una y otra vez, pero no en cualquiera. El recelo de Wyndham hacia el poder es evidente. El gobierno de los hombres es puramente instrumental, como nos muestra en las páginas del libro, y al servicio del individuo. Hay un repudio a la ingeniera social, tan propia de comienzos del siglo XX. El protagonista insiste al final de la novela, cuando se le presentan alternativas para integrarse en varias comunidades, en saber quién elige a los consejos o a los gobiernos. Sin la amenaza de los trífidos, seguramente la nueva familia creada en la granja de Shirning por los protagonistas de la novela no se hubiera planteado marcharse.
Los científicos no quedan bien parados en la obra. No sólo crearon los trífidos y propiciaron involuntariamente las condiciones para su dominio, sino que la propia Universidad alberga un germen nocivo de ingeniería social. Un científico y un sociólogo inventan una nueva sociedad, rígida y uniforme, en la que el hombre tiene un papel meramente instrumental en aras a un bien superior. Para esos ingenieros sociales la búsqueda de una fórmula química que acabe con los trífidos parece algo secundario. El integrismo no queda sólo en manos de los académicos, sino que también surge de la mano de una mujer religiosa, que es capaz de entregar su vida por los demás, pero también de perjudicar a otros para lograr sus propósitos morales. Aquella mujer estaba más preocupada por la salvación de su alma a través de sus obras que de salvar a la gente de los trífidos o de los predadores humanos.
La violencia y los instintos más básicos se dan cita en un paisaje post-apocalíptico, claro está, al igual que un sentimiento curioso: la incapacidad para asumir la responsabilidad individual. También esto se representa en una mujer, una chica que vive obsesionada por la idea de que EEUU acudirá en su ayuda, y que por eso no merece la pena esforzarse, lo que podría simbolizar la actitud de algunos europeos en la Segunda Guerra Mundial. Wyndham, que compartió trinchera con los norteamericanos, le hace decir al protagonista que se trata de la persona más loca que ha encontrado.
La obra discurre fundamentalmente a través de la superación de los pesares de los personajes más relevantes, retratando a un ser humano que es capaz de adaptarse a las circunstancias, dependiente de la tecnología y gregario. Lo que deja claro es que las circunstancias extraordinarias acaban modificando valores, alterando principios y derrumbando estatus sociales. Es la pura necesidad de sobrevivir.
¡Ah, los trífidos! Bueno, los trífidos son una metáfora de la levedad del hombre en la historia de la evolución. En algún momento habla de los dinosaurios, y de la venganza de la naturaleza, pero sin que haya detrás un discurso ecologista –era aún 1951-, aunque sí ligeramente antibelicista. La influencia de H. G. Wells en este aspecto es clara: la economía y el militarismo tienen una proyección negativa. La guerra de los mundos está presente, y de qué manera, en buena parte de la obra. Ambos libros han sido clave para el mundo de la CF en Gran Bretaña, tanto que la película 28 días después no deja de ser una adaptación “zómbica” de El día de los trífidos. Eso sí, la adaptación cinematográfica de la obra, perpetrada en 1963, es infumable.
Al leer la biografía de Wyndham, un británico que vivió la Segunda Guerra Mundial, no es posible evitar el imaginarle en el desembarco de Normandía. Un escritor de CF en el Día D a la hora H, saltando del vehículo anfibio a la playa, chapoteando entre agua y sangre, sintiendo los estampidos de las bombas y de los cuerpos al caer, y empujado por el terror a correr, a correr un poco más. Una experiencia como esa tiene que cambiar la interpretación de la vida y del hombre, y en el caso de un creador literario, su modo de presentar la sociedad y al ser humano.
El día de los trífidos es indudablemente el resultado del Wyndham que sobrevivió en las playas francesas. La obra cuenta dos historias paralelas. Una es la de los trífidos, unas plantas desarrolladas por el hombre que representan lo efímero del paso del ser humano por la creación. Son un nuevo paso evolutivo, no una invasión alienígena, que se abre paso gracias a errores y casualidades. A mi entender, los trífidos ocupan un papel secundario en la novela, incluso hay capítulos en los que casi ni se las menciona. El verdadero interés de Wyndham está en desarrollar algunas cuestiones filosóficas que le preocupan. Y esta es la otra historia, la que verdaderamente engancha en este libro fantástico.
La primera cuestión es la de la soledad –tema clásico de la CF-, centrada en este caso en la necesidad de sobrevivir, y combinada con el instinto gregario del hombre. Necesitamos vivir en comunidad, dice una y otra vez, pero no en cualquiera. El recelo de Wyndham hacia el poder es evidente. El gobierno de los hombres es puramente instrumental, como nos muestra en las páginas del libro, y al servicio del individuo. Hay un repudio a la ingeniera social, tan propia de comienzos del siglo XX. El protagonista insiste al final de la novela, cuando se le presentan alternativas para integrarse en varias comunidades, en saber quién elige a los consejos o a los gobiernos. Sin la amenaza de los trífidos, seguramente la nueva familia creada en la granja de Shirning por los protagonistas de la novela no se hubiera planteado marcharse.
Los científicos no quedan bien parados en la obra. No sólo crearon los trífidos y propiciaron involuntariamente las condiciones para su dominio, sino que la propia Universidad alberga un germen nocivo de ingeniería social. Un científico y un sociólogo inventan una nueva sociedad, rígida y uniforme, en la que el hombre tiene un papel meramente instrumental en aras a un bien superior. Para esos ingenieros sociales la búsqueda de una fórmula química que acabe con los trífidos parece algo secundario. El integrismo no queda sólo en manos de los académicos, sino que también surge de la mano de una mujer religiosa, que es capaz de entregar su vida por los demás, pero también de perjudicar a otros para lograr sus propósitos morales. Aquella mujer estaba más preocupada por la salvación de su alma a través de sus obras que de salvar a la gente de los trífidos o de los predadores humanos.
La violencia y los instintos más básicos se dan cita en un paisaje post-apocalíptico, claro está, al igual que un sentimiento curioso: la incapacidad para asumir la responsabilidad individual. También esto se representa en una mujer, una chica que vive obsesionada por la idea de que EEUU acudirá en su ayuda, y que por eso no merece la pena esforzarse, lo que podría simbolizar la actitud de algunos europeos en la Segunda Guerra Mundial. Wyndham, que compartió trinchera con los norteamericanos, le hace decir al protagonista que se trata de la persona más loca que ha encontrado.
La obra discurre fundamentalmente a través de la superación de los pesares de los personajes más relevantes, retratando a un ser humano que es capaz de adaptarse a las circunstancias, dependiente de la tecnología y gregario. Lo que deja claro es que las circunstancias extraordinarias acaban modificando valores, alterando principios y derrumbando estatus sociales. Es la pura necesidad de sobrevivir.
¡Ah, los trífidos! Bueno, los trífidos son una metáfora de la levedad del hombre en la historia de la evolución. En algún momento habla de los dinosaurios, y de la venganza de la naturaleza, pero sin que haya detrás un discurso ecologista –era aún 1951-, aunque sí ligeramente antibelicista. La influencia de H. G. Wells en este aspecto es clara: la economía y el militarismo tienen una proyección negativa. La guerra de los mundos está presente, y de qué manera, en buena parte de la obra. Ambos libros han sido clave para el mundo de la CF en Gran Bretaña, tanto que la película 28 días después no deja de ser una adaptación “zómbica” de El día de los trífidos. Eso sí, la adaptación cinematográfica de la obra, perpetrada en 1963, es infumable.
Por cierto, si Vd. lector ve luces verdes en el cielo, no se le ocurra mirar.
https://planetasprohibidos.blogspot.com/2014/07/john-wyndham-y-sus-trifidos.html?showComment=1404719401042&m=0#c9138331537254881512'> 7 de julio de 2014, 9:50
Buena reseña, muchas gracias por recordarme este clásico :-)