Vamos a ir "rescatando" los relatos publicados en nuestra revista Planetas Prohibidos. Evidentemente, comenzaremos con los publicados en los números más antiguos, y periódicamente los iremos subiendo a este portal para que, además de la revista, podáis ir recuperándolos poco a poco, o leyendolos por primera vez. Empezamos por este relato, original de Carlos Arnau, con la colaboración de J. Javier Arnau, e ilustrado por Pedro Belushi. Fue publicado en el número 1 de la revista.
LA NAVE
Corría a través de aquel laberinto lleno de pasillos. El pecho le dolía y jadeaba. Tuvo que pararse un momento para coger aire, sólo un momento. Cerró los ojos momentáneamente y los últimos sucesos de aquellos días se cebaron en él...
I.
Llevaban más de un mes concentrados en aquella misión, en la base que la Agencia Espacial Europea había destinado para su adiestramiento. La misión, reparar un satélite averiado.
Durante aquel tiempo había hecho amistad (una amistad íntima) con Sara, una de las mejores en su especialidad; la robótica aplicada a sistemas de monitorización y manejo de datos.
En unas semanas se sabían casi todas sus respectivas vidas, y enseguida se sintieron atraídos el uno por el otro.
Con sus otros dos compañeros, los pilotos que les llevarían hasta su destino, su relación era más bien fría, limitándose a hablar sólo cuando era preciso y por cuestiones de trabajo. Tanto Marc como Loui eran muy solitarios.
Para él, la misión había empezado pocos días antes de tener que encerrarse en las instalaciones. El satélite europeo había mandado mensaje de error en todas sus funciones. Poco después, dejó de funcionar, y la inestabilidad de su órbita amenazaba el tráfico espacial.
La Agencia Espacial Europea tuvo que organizar una misión de reparación o, en caso de no ser posible, de destrucción del satélite. Para ello, dado el peligro que entrañaba el satélite errante, y la dificultad de aproximación mediante lanzaderas espaciales, la AEE había reclutado a los mejores especialistas en sus respectivos campos; Sara Malone, inglesa, especialista en robótica aplicada; Jose Vicente Martínez, español, Ingeniero de Sistemas de Propulsión y experto en corrección de variables orbitales; Marc D’arbó, holandés, y Loui Villepain, francés, expertos astronautas y los mejores en aproximaciones con lanzaderas espaciales EuroSeekers Allianz II.
Sara y Jose Vicente nunca habían salido al espacio. A pesar de que los resultados de sus trabajos eran aplicados a satélites, naves, cuerpos celestes, etc., su trabajo siempre se había desarrollado en tierra, y casi siempre en espacios cerrados. Jose Vicente, aún realizaba algo más de trabajo al aire libre, pero lo suyo eran los cálculos de trayectorias, la balística de las grandes naves, el desarrollo de nuevos sistemas de propulsión en respuesta a los cálculos orbitales
La amistad entre Sara y él fue dando paso a algo más profundo. La rapidez con la que se desarrollaban los acontecimientos les hizo dar pasos que en otras circunstancias habrían tomado con más tranquilidad. Pero en pocos días saldrían al espacio, se acabaría la intimidad, y después… quien podía saberlo.
Las horas libres que tenían las pasaban juntos. En realidad, pasaban prácticamente todo el día juntos. Su entrenamiento era básicamente el mismo. Marc y Loui casi no coincidían con ellos. Su entrenamiento era de otra índole, y cuando acababan las duras jornadas, buscaban la compañía de otros astronautas, formando un grupo cerrado que excluía al resto de personal.
Ver las estrellas junto a Sara era hermoso; él, que siempre se las había dado de duro e insensible, ahora pasaba las horas muertas contemplando la magia que tenía el vacío, junto a una hermosa mujer.
II.
Poco a poco se habían acercado al satélite con la intención de hacer un trabajo rápido para regresar cuanto antes. Simple rutina, casi un descanso después de las semanas de duro entrenamiento.
−Tengo miedo −le dijo Sara. Él la miró sorprendido.
−¿Porqué dices eso?; tú nunca has tenido miedo.
− Ahora sí, presiento que algo va a pasar −dijo ella agarrándose a su cintura.
Abrió los ojos volviendo a la realidad, los pasos sonaron cerca, muy cerca.
Echó a correr con las fuerzas que le quedaban, se maldijo a sí mismo por no haber hecho caso a su compañera, aunque ya no importaba nada. Lo único importante era llegar a la nave de socorro y huir de allí, huir a la Tierra.