En este relato corto, probablemente escrito entre las décadas de los sesenta y los setenta, y que he querido destacar para la inauguración de este nuevo blog, se nos presenta uno de los pilares narrativos más célebres del género de la Ciencia-Ficción: el de la vida artíficial y nuestro miedo natural a ser sustituídos por ella (el «
Complejo de Frankenstein»). Sin embargo, esta temática, nacida en los antiguos folclores de la Humanidad, fermentada a través de la literatura y que tantas horas de entretenimientos nos ha aportado a través del cine (
Inteligencia Artificial,
Blade Runner,
Battlestar Galactica,
Almas de Metal,
Matrix,
Terminator,
Dune…), encierra profundas reflexiones humanistas que, generalmente, son pasadas por alto por una sociedad tendente a dejarse llevar por los tópicos y más atenta a los continentes que a los contenidos.
Desde los humanoides artificiales de la antigua Grecia, pasando por los homúnculos y Golems de los folclores medievales hasta los androides de las narraciones contemporáneas, las historias del Hombre enfrentado a sus coetáneos artificiales han sido siempre una constante temática que nos ha acompañado durante milenios. En ellas podemos encontrar, reflejadas entre líneas, críticas a los regímenes esclavistas o a las tendencias jerárquicas de nuestra Humanidad, como sucede con los “Robots” de la obra de 1920
R.U.R., de
Karel Čapek (donde, por cierto, se acuña por primera vez este popular término). Se pueden vislumbrar, también, alegorías de la progresiva deshumanización de nuestra raza o reflejos de los conflictos “raciales”, como sucede –a un nivel profundo, eso sí– en obras como
Blade Runner. O podemos encontrar, asimismo, reflexiones en torno a la tendencia natural de nuestra Humanidad a jugar a ser Dios por medio de la creación de vida, o bien acerca de nuestros implícitos deseos naturales de conocer las respuestas a las Grandes Preguntas y hallar a nuestro Creador (como sucede en
Star Trek: La Película,
Inteligencia Artificial,
Frankenstein o en la citada
Blade Runner, donde incluso se nos muestra un Patricidio con poderosos tintes nihilistas).
Sea como sea, el punto de conflicto de estas historias es siempre el mismo: la sublevación del oprimido sobre el opresor. Pues el Hombre, plenamente consciente de sus miserias y sus limitaciones, siente terror hacia sus propias creaciones porque en ellas se ve reflejado a sí mismo. No es de extrañar, por tanto, que muchas de las obras capitales de este género hayan sido escritas en algunos de los momentos más frágiles de nuestra propia historia.
Pero este no es la única temática de este género que, parafraseando a Juan José Plans, tal vez sea el más peculiar de los tiempos en que vivimos. Futuros posibles; parábolas políticas, sociales o religiosas; hipótesis sobre nuestro lugar en el Cosmos; invasiones extraterrestres; aventuras espaciales… Tanto en las obras de los lejanos precursores del género como
Luciano de Samosata,
Tomás Moro,
Jonathan Swift,
Voltaire o
Mary Shelley, como en las de autores contemporáneos como
Brian Aldiss o
Robert A. Heilein, en este género caben tanto los positivismos como los pesimismos, y sea cual sea la temática de una obra de Ciencia-Ficción, al final, la gran mayoría de ellas confluye en lo mismo: funcionar a modo de una visión crítica de nuestro tiempo, entendida por medio de la extrapolación. Así, por muy viscosos que sean unos o por muy metálicos que sean otros, tanto los extraterrestres como los robots de este género literario son, en el fondo, el reflejo que resulta de observarnos a nosotros mismos en el espejo y asustarnos de lo que vemos.
Desde las anticipaciones científicas de
Julio Verne o
H.G. Wells hasta los futuros distópicos de
George Orwell o
Aldous Huxley; desde la poesía nostalgica de
Ray Bradbury hasta la pesimista epistemología de
Stanislaw Lem; desde los imaginarios futuros de
Isaac Asimov hasta los anhelos evolutivos de
Arthur C. Clarke; pasando por las divertidas aventuras “pulp” de
Edgar Rice Burroughs o
Alfred Bester, o a través de los laberínticos futuros mentales de
Philip K. Dick… La Ciencia-Ficción ha ido evolucionando a través de dos mil años de historia literaria gracias a una larga serie de autores comprometidos; analistas sociales que han sabido reflexionar, con mayor o menor fortuna pero de un modo siempre atractivo y entretenido, acerca de inquietudes que para nada son simples o intrascendentes. Y aunque no podamos saber cómo será el propio porvenir de este género en el futuro, lo que está claro es que, mientras exista, seguirá siendo reflejo de nuestras cuestiones humanistas, y el mismo campo fértil que ha sido siempre donde poder verter y articular tanto nuestras esperanzas como nuestros temores.
Seamos cautos…
(de David Lynch; 1984)].