El Ministerio del Tiempo (
Pablo y
Javier Olivares, 2015) ha roto ciertos esquemas dentro de la producción cultural popular española. Según los parámetros de las cadenas «generalistas» las cifras de audiencias no son gran cosa, sin embargo,
en Internet se ha convertido en un fenómeno inusual en España. Un público significativo al que no le satisfacía la producción propia —debiendo buscar otra de su agrado en proveedores web fuera del país— y que no era tenido en cuenta, se ha encontrado de repente con un panorama distinto. Sin ánimo de profundizar cuales son los factores de
por qué pasaba esto y cómo ha
ocurrido ahora, parece que ha sido
la ilusión y empeño de sus creadores lo que lo ha hecho posible. El resultado es un fenómeno normal en otros países europeos —como Reino Unido y su
Doctor Who— que parece que se ha iniciado también en España: una cadena pública mostrando un producto por el cual los personajes históricos son
objeto de agitación en la red.
Gracias al uso de la ciencia-ficción como vehículo, esta producción ha logrado que la historia sea tratada con menos visceralidad, pudiéndose debatir sobre ella con mayor normalidad. No sólo en el ámbito de las Humanidades ha despertado una nueva corriente cultural, también ha suscitado artículos cuyo tema principal es el de la propia naturaleza del tiempo. Gracias a esta serie, se ha llevado al terreno de lo popular
discusiones de asuntos propios de la física y la cosmología. Lo que tratándose de España, se puede decir que es ciencia-ficción «dura».
El origen de las puertas
Una de las
criticas sobre la serie es la de la falta de rigor a la hora de dar explicaciones. En concreto, en determinado momento de la serie se alude a la «magia» de un rabino judío como explicación de la aparición de las puertas. Al parecer, no se tiene en cuenta que el momento de la historia de la que proviene la fuente es el Siglo XV, por lo que difícilmente se podría hablar de otra causa. Ocurre que en algunas ocasiones esta carencia es intencionada, bien por no desviar la atención del espectador o por no dar detalles que puedan ser usados en otro momento de la trama principal de la serie. En este caso, sirve también para que de nuevo, sean los aficionados los que especulen sobre la misma.
En películas como
El final de la cuenta atrás (
Don Taylor, 1980),
Donnie Darko (
Richard Kelly, 2001) o la serie española
La chica de ayer (
Antena 3, 2009) se muestra como el espacio-tiempo produce de forma espontánea rupturas a través de las cuales es posible acceder a otro lugar y/o otro tiempo —la serie española
difiere de la original precisamente en este punto—, formando
bucles temporales autoconsistentes. Dejando a un lado la posibilidad y probabilidad de que esto pueda suceder —en todo caso, seguro que muy poca— lo más parecido que hay en física que pueda explicar este tipo de portales recibe el nombre de
agujero de gusano.
De cualquier manera, esta explicación es insuficiente para este caso ya que las puertas conducen a lugares bajo dominio del gobierno español en algún momento de la historia, por tanto, las puertas deberían haber sido construidas explícitamente. Según la web
Cuentos Cuánticos unos seres de al menos cinco dimensiones serían capaces en teoría de acceder a la dimensión temporal y poder construir agujeros de gusano estables, que en la serie representan las puertas del tiempo. Son como unas
Stargate de todo a cien ―de alguna manera, el formato de escaramuzas a través de las puertas forma un planteamiento similar a la conocida franquicia―.
El tiempo y las puertas
No hay obra sobre viajes en el tiempo que sea fácil de comprender. La mayoría esconden alguna que otra incoherencia si se las mira con lupa. Tampoco podemos exigir demasiado ya que ni siquiera la ciencia se pone de acuerdo en definir el Tiempo y mucho menos, establecer de forma concreta si es posible viajar por él y cuáles serían las formas de hacerlo. En todo caso, si bien no se puede exigir mucha precisión en cuanto a la física utilizada, sí que se debe esperar coherencia dentro del relato en cuanto a la solución escogida. En el caso que nos ocupa parece que hay algunas lagunas argumentales que resultan desconcertantes, como explican de forma original en el blog
El profe de física. Pero lo importante de la cuestión es que inventar una historia sobre viajes en el tiempo, implica necesariamente tener una idea básica de cuál es el modelo temporal que se va a utilizar, al menos desde un
punto de vista filosófico.
La principal diferencia y originalidad de la serie es que no se puede viajar al futuro. Como explica el subsecretario del ministerio
Salvador Martí (
Jaime Blanch) en el primer capítulo, «
el tiempo es el que es». Es decir, no hay más tiempo que el construido en el pasado y que continúa construyéndose en el presente. En el blog
Ciencias Mixtas dan una explicación más detallada de este modelo llamado
universo de bloque creciente. También llamado
presentismo, se diferencia del
eternalismo —más habitual y aceptado por la comunidad científica— en que en este último existe teóricamente un futuro prescrito. Un futuro que sólo podemos ir conociendo a medida que nuestra mente navega por el flujo temporal, al estar sujetos a nuestras cuatro dimensiones.
Sin embargo, en el presentismo usado en la serie el tiempo se construye progresivamente a medida que transcurre. Se puede ir hacia atrás y volver al presente, pero no podemos acceder al desarrollo futuro. Algo así como un tren que va construyendo su propia vía férrea. Este modelo es el que más se ajusta intuitivamente con lo que nuestra mente observa. Si el universo está expandiéndose espacialmente y tiempo y espacio están inextricablemente unidos, esta expansión lo sería también del tiempo. Podríamos postular por tanto —con las zapatillas de ir por casa— que el tiempo está expandiéndose y que más allá de esta evolución, no es posible acceder de ninguna manera, porque no existe lugar ni tiempo a donde ir.
Los límites
Ambos modelos teóricos no acaban de dar respuesta a algunas incógnitas.
Algunos científicos sospechan que no podría viajarse a un momento anterior al de la construcción de un hipotético dispositivo de viaje temporal. En la serie se observa como hay una puerta a través de la cual podemos asistir a la construcción del Acueducto de Segovia ¿cómo es posible si las puertas fueron creadas varios siglos más tarde? Una «explicación» es que las puertas ya existían, creadas por alguna otra inteligencia, y que fueron reveladas al rabino judío posteriormente.
La otra cuestión por resolver es la de si es posible alterar los acontecimientos pasados y en caso de ser así, cómo afectan al futuro —o al presente, según sea el punto de vista del observador—. En la serie no queda clara esta parte. Más bien parece que hubiera una
protección cronológica de manera que la línea temporal mantiene su consistencia ¿Tal vez el principal secreto del Ministerio del Tiempo es que es innecesario?
Otro inquietante misterio es donde queda el libre albedrío. Parece que en el presentismo el futuro se va construyendo y una vez más coincide intuitivamente con lo que queremos creer, que somos libres. Pero ¿qué ocurre con el pasado? ¿Son nuestros yo del pasado unas meras marionetas movidas por el destino? ¿Cómo sabemos si somos nosotros una de esas marionetas con un escrito e inmutable futuro que no podemos cambiar? Por calmar algo la angustia de nuestra existencia, tal vez se trate de una cuestión de probabilidades. El destino del universo seguramente es inmutable, pero puede que nuestros propios destinos individuales tengan muchas posibilidades abiertas. Sugiero que en cualquier caso, aprovechemos el tiempo.
Publicado posteriormente en El Sitio de ciencia-ficción