Teo Maximus, el peón de mantenimiento, se frotaba las manos inquieto. De hecho se rascaba todo el cuerpo, como si estuviera infectado por pulgas mutantes. ¿Pulgas? Esos malditos seres eran extremadamente peligrosos, podían contagiar extrañas enfermedades. Además eran muy resistentes, incluso podían sobrevivir en el exterior del armazón de una nave en un viaje por las estrellas. ¡Bah! ¡A la mierda esos putos bichos! Tengo que concentrarme a lo que he venido a hacer aquí. Un mantenimiento de rutina, ¡en el puto culo de la nave! Ese jodido Capitán Abel me está jodiendo... Será hijo de... Y en aquel mismo instante tropezó con algo y cayó al suelo. ¡Oxtias! Aturdido se incorporó y quedó sentado, observando lo que había en medio del suelo enrejado. ¿Qué es eso? Cuando iba a pasar por ahí, no estaba... ¿O sí? Seguramente se lo había dejado por medio la maldita antigualla del robot de operaciones de la nave. Últimamente estaba fallando mucho. ¡Oxtias! Se levantó enfadado y fue y le dio una patada a lo que había tirado en el suelo... Y aquello se quejó. ¿Eh? Teo hizo un gesto de sorpresa. ¿Había exclamado algo? La duda quedó respondida cuando la forma, de improviso, se alzó. Y entonces el peón de mantenimiento sintió algo extraño en su cuerpo. Un calor que lo recorría de arriba abajo. Las mejillas de la cara empezaron a arderle y sus orejas se enrojecieron. Y lo peor de todo era que aquella sensación se agudizaba entre las piernas. ¿Lo peor? No. ¡Lo mejor! Porque su pene comenzaba a tener una descomunal erección, duro y tieso, abultando en su mono de trabajo verde. Y estaba empezando a ponerse cachondo. Muy, pero que muy cachondo. Sexo, sexo. Entonces aquello se aproximó y le bajó la pieza del pantalón del traje, dejando el miembro hinchado de venas al aire. A continuación, Teo se dio cuenta de que aquello era un hombre. O algo que parecía simularlo casi a la perfección. Ya le daba igual. Luego, el extraño tipo se arrodilló y él notó como su boca le chupaba. ¡Oh, sí! ¡Qué gusto! ¡Qué bueno! ¡Qué...!
—¡Teo! ¡Teo! ¡Conteste! —el Capitán Abel llamaba por el intercomunicador al operario de mantenimiento, pero éste no respondía.
Será imbécil. Hace ya más de una hora que lo envié allá abajo, y aún no ha respondido. Seguro que está colocándose y perdiendo el tiempo.
—¡TEO!
Pero la estática era toda la respuesta que obtuvo.
—Señor, me temo que sus llamadas van a ser inútiles —dijo en aquel momento Fernanda, la copiloto y ayudante, una tremenda mujer de casi dos metros de alto y con una espalda tan ancha que parecía un armario ropero.
Joder... Espero que no haya estado jugueteando con el cargamento secreto... Pensó preocupado el Capitán Abel. Si el inútil de Teo hubiera...
—¿Y el montón de chatarra de GW?
—¿El robot?
—¡Sí, coño!
—Creo que está en su sala, recargando las pilas de energía. No sé si se acuerda señor, pero sufrió un colapso en la batería y ahora tiene que usar recargables.
—¡Oxtias! Será posible, la puta nave... Hágale venir... Necesitamos a alguien para revisar el fallo 13.
La orden entró de nuevo en su sistema, en aquel momento la energía de recarga entró en límites aceptables y los mecanismos volvieron a activarse. El robot movió sus piernas y brazos articulados y a continuación se iluminaron las ranuras rojas de visión. Nada más entrar en funcionamiento, una extraña música se coló por sus receptores, dos antenas que tenía sobre la cabeza cuadrada. Aquello lo aturdió. Efectuó varios cambios en el canal de recepción y, al fin, las interferencias se marcharon. Después, bajó del caballete en el que estaba recargándose y desenchufó los cables conectores para las pilas de energía. Aún le faltaba bastante para estar al 100%, pero la llamada había interrumpido su “sueño”. Ordenes prioritarias. El viejo robot enchufó a Juanito, una simulación artificial de vida humana y ésta tomó el mando.
—Ok, ¡vayamos! —pronunció Juanito con una voz estridente, como de dibujos animados, a través del micrófono, que era una rejilla situada en la parte inferior de la cabeza del autómata.
—Parece ser que GW se ha conectado —afirmó Fernanda mirando el aviso del monitor.
—Estupendo —contestó el Capitán Abel.
El robot caminó por los angostos pasillos; a cada paso que daba producía un ruido metálico en el suelo de chapa enrejada. A los lados, en las paredes, había gruesas tuberías. El puesto de mando se encontraba en el nivel superior, así que debía tomar el ascensor para poder llegar. Pura rutina, pero... La música se coló de nuevo por sus sistemas de recepción.
—¿Pero qué es eso? —se preguntó Juanito.
Y entonces....
—Es Seek and Destroy de Metallica —dijo Teo saliendo de su escondite en una esquina.
—¡Oh... oh...! —exclamó Juanito.
—¿Adónde vas, GW?
—Me han llamado del puesto de mando... ¿Tú no deberías de estar revisando lo del fallo...?
—Ahora mismo iba...
Y Teo, sonriendo malignamente, le mostró su cuchillo-láser.
—Joder... ¿Qué es esa maldita música? —preguntó el Capitán Abel.
—No lo sé... Se ha colado por el transmisor —respondió la ayudante Fernanda.
—¿Y el puñetero robot?
—Ha desaparecido del monitor.
—¿Qué...?
—Se ha perdido la señal.
—¡Apague eso!
—¡AHHHH! ¡AHHHHH! ¡AHHHHHH!
Los gritos resonaban en los estrechos pasillos. GW yacía desguazado en el suelo y Teo había cogido un brazo articulado del autómata y se masturbaba con él, metiéndoselo por el culo, mientras se contraía presa del placer. Su mente estaba más allá de toda razón.
Y a su lado había un ser andrógino que le observaba con sus ojos nacarados. Entre las manos barajaba un mazo de cartas y en la parte baja de su entrepierna se agitaba un largo apéndice en forma de aguja.
—¡Estupendo! —dijo aquello y desconectó el emisor de música orgánico integrado en el cuerpo.
—¡AHHHHH! ¡AHHHHHHHHHH!
¡Me cago en todo! La puta Empresa Naschy... Por abaratar costos había dotado a la nave Pingüino Loco II del personal mínimo. Contándole a él, eran solamente cuatro personas para un armatoste de 500.000 kilos, lleno de remiendos y que tenía más de quince años de antigüedad. Pero los créditos son los créditos... Y él pensaba retirarse muy pronto a una parcela que tenía en el planeta Symcrania. Sí, dos o tres viajes más y tendría el dinero suficiente... Ay, si no le hubieran pillado con contrabando en la otra empresa de vuelos espaciales para la que trabajaba. ¡Oxtias! Y ahora que quedaban apenas una hora y media para llegar a destino, Puerto Desolación, la cosa se estaba complicando. El peón de mantenimiento, desaparecido. El puto GW, desaparecido... Los sistemas del circuito de cámaras internos, no funcionaban. De hecho no lo hacían desde el despegue... Y los víveres que transportaban, era una penosa tapadera... La tripulación eran unos...
—¿Señor? ¿Qué hacemos? —preguntó Fernanda, interrumpiendo los pensamientos del Capitán Abel.
En aquel momento, él miró el bigote que se marcaba bajo la nariz de la mujer y después se frotó los ojos, cansado.
—El fallo 13 parece persistir.
—Ya lo sé... Ya lo sé... ¡YA LO SÉ!
El capitán comenzaba a ponerse nervioso.
—¿Y a todo esto, qué es el fallo 13? —Abel ni siquiera se había molestado en saber qué era. Aquello era trabajo de mantenimiento. ¡Por supuesto! Aquel código que había aparecido en la pantalla era nada más que pura rutina que ni le interesaba.
—Eh... señor... Creo que significa que... Hay personal a bordo no autorizado... Pero ya sabe, el ordenador de a bordo es una antigualla, como toda la nave. Debe de tratarse de algún error, seguro.
Y el Capitán Abel empezó a sudar copiosamente.
Nave Pingüino Loco II, unas horas antes de partir con destino Puerto Desolación (Planeta Kralibian).
Vaya puta mierda de trasto, se dijo el Capitán Abel mirando la vieja nave que descansaba en el cochambroso hangar. A continuación se frotó la cabeza, mareado. El cráneo le daba vueltas a consecuencia de la resaca de alcohol hidrogenado que había estado bebiendo en un antro de mala muerte la noche anterior. ¡Oxtias! Cada vez me estoy haciendo más viejo, ya no aguanto nada. Bueno, voy a ver si pongo mi mente en orden porque si no esto va a ser una puta mierda...
La llamada le había llegado precisamente la noche anterior, mientras ahogaba sus penas en el alcohol. La depresión es lo que tiene, si le das juego te hunde más. Y cuando ya no estaba para mucho, su pequeño portátil de pulsera se iluminó con su tono rosado. ¿Quién sería?
La verdad, es que no recordaba mucho de la conversación... Un tipo de una tal Empresa Naschy necesitaba de alguien para tripular cierta nave y parecía que iba a pagar bien. Abel, no podía negarse. Se estaba quedando sin blanca y eso no era nada bueno. Así que, con la lengua enredada, dio un sí.