Dos autores. Fue lo primero que me llamó la atención. ¿Cómo pueden escribir dos personas una novela? Entiendo la colaboración en un ensayo, en un temario académico, pero en una novela no me acaba de encajar. Vale; ya sé que hay de todo, lo acepto. Además, el que más me llamaba la atención de los dos escritores era Kornbluth. Murió con 35 años, casi el mismo número de seudónimos que utilizó. Pegado a Frederik Pohl, uno de los más grandes, perteneció al grupo de literatos conocido como “The Futurians”, junto a Asimov, Damon Knight y James Blish. El nombre que se dieron, seguro que por deformación profesional, me recuerda al de aquellos fascistas italianos de Marinetti, también de principios del siglo XX, que tomaron el nombre de “Futuristas”. En fin.
Mercaderes del espacio se desarrolla como una novela negra con todos sus ingredientes: el protagonista duro, la chica con una doble vida, el falso asesino, el malo gordo y torpe, la secretaria enamorada del jefe, las peleas, las bandas, y ese desenlace en el que todo tiene una explicación. También esto es propio de la época en la que se publicó. Unos años antes se estrenaron El sueño eterno (1946) de Howard Hawks y La jungla de asfalto (1950) de John Huston. Fue el tiempo de las novelas de Dashiell Hammet, Raymond Chandler y James M. Cain. De hecho, Humphrey Bogart y Lauren Bacall están en los personajes protagonistas de Pohl y Kornbluth. Y es que el pulp de CF estaba entonces en competencia con el pulp policíaco.
Luego, la obra contiene una declaración política, pero no con la envergadura exagerada que alguno ha querido ver. El mensaje responde a la situación de EEUU en los años cincuenta, en concreto al maccarthismo y a la conocida “caza de brujas”. Los “conservacionistas” que aparecen en la novela de Pohl y Kornbluth son equiparables a la imagen del comunista perseguido por el senador Joseph McCarthy, aunque sólo en ciertos aspectos. Aparecen como personajes dogmáticos, iluminados, elitistas, personas de vida confortable, infiltrados en la alta sociedad, y omnipresentes porque se les atribuye de forma interesada cualquier mal o delito. Perfectamente el lector puede equiparar a los “conservacionistas” con los actores, guionistas y demás personal holywoodiense que pasó por el tribunal macartista.
Por otro lado está el elemento distópico: la sociedad del futuro dirigida por mercaderes, las grandes compañías que son Estados en sí mismos. No falta quien aquí dice: “¡Acertaron! Vieron la globalización neoliberal que lleva al fin del planeta”. Bueno, el mundo friki es plural. Lo cierto es que los mercaderes de Pohl y Kornbluth son una variante de los comerciantes que describe Asimov en Fundación, de 1951. Quizá esto se deba a que los tres autores pertenecían a “The Futurians” y compartían, como muchos occidentales de mediados del XX, un sentido economicista (y militarista) del futuro de la Humanidad.
En este sentido, la expedición a Venus que se plantea en la novela es una referencia a la necesidad de volver a empezar, de corregir, de aprender de la experiencia, de rechazar la civilización de su tiempo, y la expresión de ese deseo de volver al campo, a la naturaleza –el contrapunto al avance tecnológico-. Todo esto suena a generación beat, pero quizá con un tono irónico. Pensemos en el personaje conservacionista oculto en la Luna que se dedica a la quiromancia, a inventarse el futuro de la gente. Es una burla del mundo espiritual del que hacían gala los beatniks. En la novela, el dogmatismo lleva a los conservacionistas a planear la transformación completa de Venus –al estilo de Dick con Marte en Memory recall- para cumplir sus deseos. Esto recuerda aquel cuento de Bradbury, en Crónicas marcianas, en el que el terráqueo cambiaba el paisaje marciano llenándolo de bosques para respirar mejor. Ya no era Marte; lo había violentado para hacer otro lugar siguiendo su interés personal.
En la misma tónica está la representación de los políticos; porque en el mundo dirigido por los mercaderes hay también “clase política”, pero claro, al servicio del mundo empresarial, lo que sería una evolución del institucional sistema norteamericano de lobbys. El presidente de EEUU aparece así como un mero espectador, un bonachón que no sabe en qué emplear su tiempo. Pero el que más se acerca a la realidad es el indignado presidente de Albania, que cuando Courtenay, el protagonista, le dice que el preso no es un conservacionista, y que la denuncia responde a la mezquindad de una vecina, le suelta: “Es preferible que sufran mil inocentes a que escape un solo culpable”. Toma ya.
Publicado en IMPERIO FUTURA (Celebrando el QUINTO ANIVERSARIO)
https://planetasprohibidos.blogspot.com/2014/03/ganar-dinero-criticando-el-capitalismo.html?showComment=1393921729377&m=0#c3242001644157871941'> 4 de marzo de 2014, 9:28
Esto es un título provocativo y lo demás son "tonterídas" ;-) :-S :-O