Antropocentrismo y tragedia humana en las estrellas.
El psiquiatra Kris Kelvin es enviado a la estación espacial Solaris, que toma su nombre del planeta sobre cuya superficie se mantiene a pocos centenares de metros de altura. El planeta, un gigantesco océano de plasma de comportamientos antinaturales, y se dice que conscientes, ha supuesto durante décadas el mayor reto científico al que se ha enfrentado el Hombre en toda su existencia. Una vez llega a la estación, Kelvin se encuentra con un panorama insólito y claustrofóbico: un científico suicidado, otros dos convertidos en personas erráticas y desconfiadas, y por si fuera poco, la presencia de extraños visitantes ajenos a la estación, entre los cuales, Kelvin se reencontrará con Harey, su amada, fallecida años atrás…
En nuestro diccionario de la lengua española existe una palabrota de esas la leche de raras que es
epistemología, definida como la “doctrina de los fundamentos y métodos del conocimiento científico”. Es decir, que se trata de la disciplina filosófica que estudia la teoría del conocimiento fundamentada en la ciencia, y se encarga de cuestionarla formulando preguntas de este estilo: ¿puede ser la ciencia capaz de explicarlo todo? ¿Se trata de una visión universal de la realidad, o está siempre condicionada por el punto de vista del Hombre? Al gran escritor polaco
Stanislaw Lem siempre le interesaron este tipo de cuestiones, de forma que una gran parte de toda su narrativa está ocupada por obras que intentan recapacitar acerca de nuestros límites cognitivos, y ponen en tela de juicio la visión antropocéntrica con la que, sin darnos cuenta, lo valoramos todo a nuestro alrededor.
Solaris se enmarca dentro de este grupo de obras. Y no sólo se trata de su novela más conocida; tal vez su obra maestra. Lem creó todo un monumento de poderosas descripciones, atmósferas malsanas que absorben al lector y una potente carga emocional, en el que el hombre viaja a las estrellas a su encuentro con lo desconocido, y acaba por conocerse más a sí mismo.
Lem, nacido en Polonia en 1921 y fallecido en 2006, poseía una gran formación en ciencia y filosofía y dejó tras de sí una obra muy rica en formas y estilos. No sólo se centró en la Ciencia-Ficción "epistemológica", como sucede con la obra que nos ocupa, sino que también desarrolló sátiras, relatos de humor, novelas de investigación y misterio, e incluso una serie de ensayos inusuales con los que a menudo se le compara con Borges. Hasta este momento, de Lem he leído Diarios de las Estrellas (de 1957), colección de relatos satíricos con la que ya me estaba descojonando de risa a las dos páginas, y la absolutamente impresionante Fiasco (de 1986), que después de tres años ya tengo unas enormes ganas de volver a su alucinante narración. Recientemente he podido terminar Edén (de 1959), y en mi lista de espera tengo Retorno de las Estrellas (de 1961). De todas ellas, Solaris es la única que he leído tres veces y ha llegado a convertirse en una obsesión personal, hasta el punto que ya deseo darle una cuarta lectura. Y gracias a todas, Lem es hoy día, sin duda alguna, uno de mis escritores favoritos.
La trama epistemológica de novelas como
Edén,
Fiasco o esta
Solaris (y según tengo entendido, de muchas otras), gira en torno al mismo planteamiento: la imposibilidad de sus personajes en establecer contacto con entidades extraterrestres. Lem coloca a sus personajes frente a una situación de posible contacto; estos investigan, teorizan, piensan y experimentan sirviéndose del
Método Científico hasta sus límites, pero siempre en vano, y con
la gran amargura que conlleva el asumir nuestras limitaciones. La ciencia, como herramienta desarrollada por el Hombre, es imperfecta y limitada, está condicionada a nuestra innata visión antropocéntrica de la realidad, y por ende, es incapaz de explicar todo aquello que sobrepase los límites de nuestro raciocinio.
Este palpable aura de pesimismo, presente en la mayor parte de toda su obra, pudo haberse debido al triste espíritu de postguerra europea de la época en la que creció. Tal vez, esa imposibilidad de entendimiento mutuo que nos caracteriza como especie, causante de tantas y tantas miserias, fue lo que le hizo gestar sus ideas. Este espíritu es palpable incluso en sus numerosos relatos humorísticos, como los contenidos en Diarios de las Estrellas, sátiras en las que no es difícil intuir una furibunda crítica hacia el hombre y la sociedad.
En el caso de Solaris, la novela que nos ocupa, tenemos al Lem científico, sabio y profundo de siempre, equilibrando esta vez su obra (y de qué manera) con una trágica historia de amor que saca a la luz el lado más pasional del escritor polaco.
Hay que admitir que, tanto el autor como esta obra, no serían hoy en día tan conocidos de no ser por sus varias
adaptaciones al cine; y al contrario de lo que se piensa,
no han sido dos sino tres las versiones fílmicas que se han hecho de Solaris. En 1972, el ruso
Andrei Tarkovsky rodó su acercamiento personal a esta novela, produciendo una película de muchas lecturas que consigue encuadrarse a la perfección dentro del estilo de cine simbólico y contemplativo del director de
Stalker. Es larga y atmosférica, muy introspectiva acerca de la naturaleza del Hombre y sus relaciones con lo que le rodea, y posee imágenes de gran intensidad gracias a su
fuerte ambientación onírica. En aquellos años, fue vendida como la respuesta soviética al
2001 de Kubrick, obra maestra de la humanidad. Pero si exceptuamos el ritmo pausado de ambas, el género en que se enmarcan, y el hecho de que multitudes de personas se quedan sobadas viéndolas, la verdad es que son como un huevo y una castaña.
En 2002, con producción de James Cameron, el siempre interesante
Steven Soderbergh rodó la tercera (y, hasta próximas amenazas de Hollywood, la última) adaptación. Protagonizada por su compañero George Clooney, y distanciándose todavía más de la novela dejando de lado cualquier reflexión epistemológica, la película
se centra en la historia de amor aportándole un carácter (y final) metafísico, y planteándonos si vale la pena aferrarse a nuestro mundo real cuando el mundo onírico nos ofrece mucho más. Huelga decir que la película se decanta por el sí.
Pero mucho antes de Sodenbergh, antes incluso que Tarkovsky,
en el año 1968, un director soviético llamado Boris Nirenburg rodó la primera de todas ellas; una producción en blanco y negro para la televisión rusa, de la cual no se supo absolutamente nada fuera de las fronteras del país durante más de treinta años debido a la implantación de aquella barrera política, social y cultural que fue conocida como
El Telón de Acero. Poco más se sabe de ella, pero, de momento, han sido rescatados y subidos al YouTube unos cuantos fragmentos como el que podéis ver a continuación, con unos subtítulos en inglés que se agradecen infinitamente:
Se trata de una representación, casi diríamos que teatral, de un momento de la novela que es puro diálogo. Los actores parecen recitar el propio texto original de Lem en lugar de un guión adaptado, y como explica el propio usuario que subió el fragmento, la fidelidad del film es bastante superior a la de las siguientes adaptaciones. Sin embargo, a pesar de un recital tan fiel, son muchos los matices que se pierden del papel a la imagen, disipándose por lo tanto la intensidad que, al menos, domina ese momento en la novela.
Porque si hay algo que tengo que mencionar, es que desde el punto de vista literario, atendiéndonos a descripciones de ambientes, sensaciones, personajes y las conversaciones que surgen entre ellos, todo en Solaris es de primer orden, y Lem lo consigue con una admirable economía de recursos.
“Me ahogaré entre los hombres, me dije. Seré taciturno y atento, un compañero apreciado. Tendré muchos amigos, hombres y mujeres, y tal vez incluso una mujer. Durante un tiempo tendré que esforzarme en sonreír, saludar con una pequeña inclinación, enderezarme, ejecutar los miles de pequeños gestos que componen la vida en la Tierra, hasta el día en que esos gestos vuelvan a convertirse en hábitos. Encontraré nuevos intereses y ocupaciones a los que no me daré por entero. No, nunca más me daré por entero a nada ni a nadie. Y quizá de noche miraré allá arriba la nebulosa oscura, cortina negra que vela el resplandor de dos soles. Y recordaré todo, hasta lo que pienso en este momento; con una sonrisa pesarosa, rememoraré mis locuras y mis esperanzas. Y nadie se atreverá a juzgarme.”
Por su contenido, la novela podría dividirse en dos tramas paralelas, una que atañe al terreno personal de Kelvin y otra que atañe a la ciencia.
Las primeras páginas, destinadas a narrarnos la llegada de Kelvin y sus impresiones de todo cuanto acontece en la estación, están dotadas de una gran fuerza descriptiva, y, con un gran cuidado con su prosa, Lem consigue provocar temor e inquietud en los lectores. Una breve, pero efectiva aproximación al género de terror para la que utiliza varias de las constantes más habituales de la
Novela Gótica clásica, y que antecede a lo que será el gran foco de esta trama:
la intensa historia de la pareja protagonista, Kelvin y Harey, salpicada de dilemas morales y reflexiones sobre la identidad que recuerdan vivamente a
Blade Runner (¿habrá sido la Harey de
Solaris una de las inspiraciones de
Hampton Fancher a la hora de describir la angustia de Rachel?) y que, en el fondo, parece ser una especie de revisión libre del conocido
mito de Orfeo y Eurídice.
De una forma paralela, tenemos la trama epistemológica de la historia. Kelvin mantendrá diversos encuentros con los otros dos científicos de la estación, Snaut y Sartorius (geniales personajes, muy bien definidos), surgiendo unas magníficas conversaciones a través de las cuales los personajes intentarán desentrañar los misteriosos sucesos de la estación, y, que es lo mismo, encontrar una explicación a los comportamientos del planeta Solaris.
Al mismo tiempo, Kelvin visita en diversas ocasiones la biblioteca de la estación, con el propósito de dar un repaso a los cientos y cientos de volúmenes, estudios y ríos de tinta que durante décadas la Humanidad ha gastado en vano en su estudio del misterioso planeta: la Solarística. Y es entonces cuando el autor aprovecha para presentarnos una de sus más conocidas firmas personales, presente en muchos otros de sus libros, y una de las características que más suelen sorprender a los lectores primerizos: sus largas, densas y fascinantes disertaciones acerca de fenómenos o conceptos científicos, que se extienden durante páginas y páginas. En Solaris, Lem nos expone numerosas teorías, nos narra misteriosos sucesos relacionados con el planeta, y pone a prueba la imaginación de los lectores con sus milimétricas descripciones de “Mimoides”, “Simetríadas”, “Longus” y otras tantas manifestaciones físicas del océano, tan bizarras como inabarcables para nuestro entendimiento. En estas páginas su estilo narrativo se torna diferente, más pesado; quizá, en opinión de muchos, para reflejar intencionadamente la vanidad de una ciencia moribunda que ha acabado siendo vencida por el reto de Solaris, concediéndonos una única afirmación: nuestras limitaciones.
Representación aproximada de una Simetríada.
Estas dos diferentes tramas se mantienen bien hiladas la una a la otra por arte de Lem a través del magnífico desarrollo narrativo de la novela, y se mueven juntas hasta confluir en lo que es el sentido global de la misma: un relato sobre la condición humana, nuestros anhelos y nuestros sueños, sobre nuestras grandezas y posibilidades, y nuestras miserias y limitaciones, referido no sólo a nuestro propio mundo interno, sino también al mundo que nos rodea y nuestra forma de verlo a través de esa herramienta de la “gnosis” que hemos llamado ciencia.
“Aún cuando el hombre hubiese explorado todos los rincones del Cosmos, aun cuando hubiese encontrado otras civilizaciones, fundadas por criaturas semejantes a nosotros, Solaris seguiría siendo un eterno desafío.”
El planeta Solaris, un océano, símbolo del subconsciente, es
el espejo metafórico en el que se reflejan nuestra conciencia, nuestros fantasmas interiores, y todo aquello que el saber humano, mediante sus rudimentarias herramientas, nunca llegará a vislumbrar.
Un
Prometeo portador de secretos con el que jamás nos podremos comunicar; y la imposibilidad de los protagonistas en poder acceder a ese conocimiento, la impotencia del Hombre imperfecto y de su ciencia imperfecta por no poder conocer aquello que es ajeno a nuestra propia naturaleza, es el sentido epistemológico de esta grandiosa novela de Lem.
Una novela sin duda hermosa, que a muchos puede suponer un antes y un después en la forma de pensar muchas cosas.
https://planetasprohibidos.blogspot.com/2011/05/solaris-1961-de-stanislaw-lem.html?showComment=1305040438194&m=0#c5631083232821496381'> 10 de mayo de 2011, 17:13
Lem no me acaba de caer bien, pero será manía mía. Sin embargo, la reseña está tan currada que me ha picado el gusanillo. Haré un esfuerzo.
Saludetes
https://planetasprohibidos.blogspot.com/2011/05/solaris-1961-de-stanislaw-lem.html?showComment=1305042567619&m=0#c496579298366863117'> 10 de mayo de 2011, 17:49
¿Por qué no te cae bien, Jorge? ¿Has leído algo de él que no te gustara?
https://planetasprohibidos.blogspot.com/2011/05/solaris-1961-de-stanislaw-lem.html?showComment=1305042934216&m=0#c7230474411982041063'> 10 de mayo de 2011, 17:55
Leí cómo había despreciado la CF norteamericana por considerarla "comercial" y, por tanto, inferior a la suya. Me parece un juicio -el suyo- poco inteligente y muy prepotente.
Por otro lado, me costó leer "Retorno de las estrellas", y la historia, al final, no era para tanto. Comencé "Congreso de futurología", que es muy corta, y no pude, me aburría.
Eso es todo. Tampoco es que le odie, simplemente I prefer spend my time with others writers.
J
https://planetasprohibidos.blogspot.com/2011/05/solaris-1961-de-stanislaw-lem.html?showComment=1305100812914&m=0#c8424491093498730310'> 11 de mayo de 2011, 10:00
A mi me pasó al revés, primero leí algunas obras y luego me enteré de lo critico que era con la ci-fi norteamericana. Creo que algo de razón lleva, aunque no para ser motivo de critica. Un poco pesimista el hombre, y por la vida que ha llevado no es de extrañar. «Fábulas de robots», una rayada, y «Diarios de las estrellas», con muchos toques de humor que tal vez te hagan pensar en el de otra forma. Eran las que había leido de el. No me parecían gran cosa en comparación con Asimov, que era lo que más había leido entonces. Por lo tanto, era escéptico con «Solaris», pero no decepcionó. Imprescindible.
https://planetasprohibidos.blogspot.com/2011/05/solaris-1961-de-stanislaw-lem.html?showComment=1305457648075&m=0#c7769184406626162575'> 15 de mayo de 2011, 13:07
@Lino Me vais a obligar a leer "Solaris". Cachis. :)
https://planetasprohibidos.blogspot.com/2011/05/solaris-1961-de-stanislaw-lem.html?showComment=1306801941212&m=0#c2009905021935350173'> 31 de mayo de 2011, 2:32
@Jorge VilchesYa nos lo agradecerás postrado de bruces, de rodillas e incluso de espalda, ya... ;-)
Por cierto, entiendo que sus declaraciones hacia la CF proveniente del nuevo continente (o más bien, de Occidente) choquen, pero como dice Lino y diría Ortega y Gasset (esos dos grandes pensadores XDD), tienes que tener en cuent las circunstancias de Lem, y el hecho de que se trataba de un ser proveniente de un planeta totalmente distinto a cualquier otro sitio, a todos los niveles. De ahí que sus convicciones para con el género entraran en tanta contradicción con la de otros lugares. De hecho, esto no deja de ser curiosamente metafórico de uno de sus temas preferidos: la incomunicación entre "culturas distintas".
https://planetasprohibidos.blogspot.com/2011/05/solaris-1961-de-stanislaw-lem.html?showComment=1306858036075&m=0#c5865424182286204897'> 31 de mayo de 2011, 18:07
@Guillermo (Atreus) Constato, sin consternación ni sorpresa, querido Guillermo, que no sólo has leído las hojas de Solaris sino que también te las has fumado. XD
Y lo peor de todo: lo has hecho sin invitar. Eso no se hace en la Federación de Planetas.
Está bien, leeré Solaris, aunque sólo sea para coger el sueño.
Saludetes
https://planetasprohibidos.blogspot.com/2011/05/solaris-1961-de-stanislaw-lem.html?showComment=1306862326852&m=0#c8374338664755333483'> 31 de mayo de 2011, 19:18
@Guillermo (Atreus)
Je, Guillermo, por favor, para quedar bien, bien, tenías que haber dicho esos TRES grandes pensadores. XDD
https://planetasprohibidos.blogspot.com/2011/05/solaris-1961-de-stanislaw-lem.html?showComment=1306920008451&m=0#c6445223600429326127'> 1 de junio de 2011, 11:20
@Jorge Vilches
@Lino
Comienzo a tener serias dudas sobre si seré el único en estar hasta arriba de hierba de los Medianos y Especia Melange... XDD
Por cierto:
@Jorge dijo: "Está bien, leeré Solaris, aunque sólo sea para coger el sueño."
¡Menuda predisposición! >:-/
https://planetasprohibidos.blogspot.com/2011/05/solaris-1961-de-stanislaw-lem.html?showComment=1306956281071&m=0#c2339894640474417220'> 1 de junio de 2011, 21:24
@Guillermo (Atreus)Venga, va, me tomaré un café y esbozaré un ligera sonrisa. ;)