Un ateísmo militante frente al puritanismo inherente de la cultura norteamericana y la anglosajona por extensión —lugares de donde provienen la mayor parte de la influencia cinematográfica y cultural actual—, que acostumbran a impregnar sus producciones de cierto mensaje místico-religioso, agrava esta discusión. Como el caso del polémico final televisivo que decidieron darle los guionistas y productores de la moderna serie Battlestar Galactica.
Nada mejor que ver como la propia ciencia-ficción, siempre atenta a las vicisitudes por las que pasa nuestra especie, ha tratado este polémico asunto.
Frank Herbert
Esto, que para muchos es una superstición inútil y falsa, Frank Herbert lo plantea de la siguiente manera: ¿no fue esta Fe inquebrantable la que posibilitó la profecía de la llegada de su mesías, el Kwisatz Haderach, aunque «unicamente» fuera un ser humano con capacidades especiales producto de selección genética y modificado por la especia, que pasaba por allí? ¿no es esta fe mística y sin necesidad de explicación racional, la que une a los humanos en la cruzada contra los ordenadores y se libra así de su extinción como especie, o que permite a los fremen derrotar a los temibles guerreros Sardaukar del emperador? En Dune, su autor nos muestra la importancia de La Fe, como algo que poseería un valor por si mismo con capacidad para mover montañas, aunque no requiera de ninguna explicación ni justificación para el que la profesa.
Herbert insistiría con el tema pocos años después, y antes de acabar la que vendría a convertirse en una de las más impresionantes sagas de la literatura, especula en su obra menor Los creadores de Dios (1972) con una sociedad que piensa que los Dioses son un tipo de criatura más que puede ser creada si se conocen las técnicas adecuadas, confundiendo lo profano con lo que antiguamente la humanidad había considerado como místico, que no era más que una definición ideada como consecuencia de la ignorancia sobre las fuerzas que se manejaban.
El planeta Solaris es objeto de estudio desde hace décadas por parte de los científicos humanos, sin que puedan determinar la naturaleza de las reacciones que se observan sobre la superficie del mar protoplasmático que cubre toda su extensión. Kris Kelvin, el científico enviado para averiguar el extraño comportamiento de los tripulantes de la más atrevida misión de exploración del planeta, descubrirá finalmente la verdadera condición de lo que hay tras la actividad del misterioso océano. En esta magnifica obra del escritor de origen polaco Stanislav Lem, se muestra como en el vasto universo aún por conocer, pueden existir formas de vida y entidades dotadas de inteligencias completamente inimaginables para la mente racional de los seres humanos, pero que sin embargo, aunque en la obra no se menciona explícitamente, se han venido representando en forma de dioses desde el principio de los tiempos.
La diferencia entre el misticismo y la especulación científica, puede que consista tan solo en un matiz cultural provocado por las enormes diferencias coyunturales de las distintas épocas. ¿Que otra explicación podían darle las personas a la lluvia o al viento, en épocas donde ni siquiera se conocía lo que era la presión atmosférica, o ni siquiera se sabía lo que era el aire? ¿que explicación se le podía dar al fuego, algo tan excepcional en aquellos tiempos y que los seres humanos manejaban sin comprender en absoluto lo que había detrás de él, sino que había sido robado a los dioses? En la Grecia Clásica, lugar donde se fraguaron la filosofía, los sistemas políticos actuales y parte de la ciencia moderna, explicaban los aparentes caprichos meteorológicos al Dios Eolo, lo que no les impidió —ni a ellos ni al resto de las culturas que dominaron el mediterráneo con creencias equivalentes— fundar un imperio económico que a la postre, posibilitó la creación de la cultura occidental.
La religión sea tal vez una consecuencia inevitable de la imaginación humana, que necesita ponerle cara a las fuerzas que intervienen a su alrededor y para ello crea imágenes de seres antropomórficos o entidades multiformes con superpoderes, cuyo límite solo estaría impuesto por la cultura o prejuicios de la época.
Puede que, tal vez en el fondo, las religiones no sean más que lejanas historias de ciencia-ficción.
Solaris (Stanislav Lem, 1961)
Conclusión
La religión sea tal vez una consecuencia inevitable de la imaginación humana, que necesita ponerle cara a las fuerzas que intervienen a su alrededor y para ello crea imágenes de seres antropomórficos o entidades multiformes con superpoderes, cuyo límite solo estaría impuesto por la cultura o prejuicios de la época.
Puede que, tal vez en el fondo, las religiones no sean más que lejanas historias de ciencia-ficción.
Enlaces
Publicado originalmente en el blog Al final de la eternidad
Publicado posteriormente en el blog Fisiones
https://planetasprohibidos.blogspot.com/2013/12/la-religion-y-la-ciencia-ficcion.html?showComment=1388330115823#c8357028138256489826'> 29 de diciembre de 2013, 16:15
El viernes pasado vi "Cuarto milenio". El programa ha mejorado mucho, la verdad, y está bien hecho (hay que reconocerlo) a pesar de que tratan con solemnidad cosas que no tienen fundamento científico, aunque no todas, eh. Bueno. El caso es que hablaron de los Annunakis, esos lagartos alienígenas que llegaron a Mesopotamia y crearon al hombre como un experimento genético que les sirviera para trabajar. Lo cierto es que tal cosa ya está en la obra de Lovecraft "En las montañas de la locura". Aquellos largatos fueron tomados por dioses en Mesopotamia, algo que había ocurrido en todas las civilizaciones de la Antigüedad, donde los dioses no eran más que alienígenas. Son los llamados "alienígenas ancestrales"; de los que hay una serie en el canal Xplora (muy divertida, por cierto).
Buen artículo, colega.
Saludetes
Hola Jorge, gracias. Es cierto, el problema de ese tipo de programas como "4º Milenio" o el de "Ancient Aliens" es que tratan como verdaderas unas teorías "conspiranoicas" que en el fondo, no son más que juegos especulativos.
Pero la idea es esa, que la religión era la forma de los antiguos de "poner nombre" a las cosas que en aquel entonces —igual que ahora hay otras— no podían ser ni demostradas ni refutadas (sometidas a falsación). La diferencia es que ahora se les da un carácter ridículamente "solemne", confundiendo la frontera entre veracidad y ficción.
Saludos