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«podemos escoger la opción contraria y sostener que tanto nosotros como todo cuanto nos rodea no somos más que sueños en la cabeza de un Shiva durmiente» (Leyenda hindú) |
Consciencia y cuerpo
El problema de la relación mente-cuerpo es uno de los retos que mantienen en jaque todavía a la ciencia. De alguna manera, representa el punto de contacto entre lo físico y lo metafísico, entre el conocimiento antiguo y el moderno, para el que no existe actualmente una solución satisfactoria. El asunto adquiere tintes algo espeluznantes cuando investigadores registran casos que parecen evidenciar que la muerte física de nuestro cuerpo no implica una detención de la consciencia de manera inmediata, sino un proceso hacía otro estado de existencia. En Ubik (Philip K. Dick, 1969), la humanidad logra mantener de manera indefinida a aquellos cuyo cuerpo ya no puede continuar en condiciones aptas para la vida, en un estado llamado en la obra de semivida, que en efecto, parece simbolizar ese estado intermedio entre esta y la muerte, de manera que sus protagonistas navegan entre la realidad y lo onírico, sin apenas ser conscientes de ello. Así mismo, otra obra significativa del género que trata específicamente —aunque no evidente— el tema de la relación mente-cuerpo es Matrix (Wachowsky, 1999). En ella, se postula con una entidad artificial que suplanta o se interpone entre estos dos conceptos, definiendo las vivencias de los protagonistas y la historia en la que se desenvuelven.La forma de la consciencia
Parece que existe la tendencia a pensar ―no solo en el ámbito popular― que la consciencia es algo así como un «programa de ordenador biológico» equivalente de alguna manera al de los computadores de tecnología humana. Sin embargo, no hay ninguna evidencia de que esto sea así y actualmente, no se conoce cuál es la naturaleza del proceso que permite que la materia logre alcanzar la consciencia. Por lo visto hasta ahora, en ella intervienen no solo agentes internos de nuestra mente, sino también del resto del cuerpo e incluso, podríamos imaginar que el propio entorno podría tener un papel significativo en su actividad. En este sentido han surgido algunas investigaciones más allá de la conocida teoría de la mente de Roger Penrose —apoyada en el trabajo del anestesista Stuart Hameroff— que intentan acercarse al problema desde otras perspectivas. La más pintoresca ya de algunas décadas, es la del psiquiatra Carl Gustav Jung, que contó con la ayuda de nada más y nada menos que el físico y premio nobel Wolfgang Pauli. En el trabajo de estos dos investigadores, que no dejaba de ser un ejercicio informal de especulación, se postulaba que la consciencia y el universo al completo formarían un todo conectado, de manera similar a como ocurre en la mecánica cuántica, donde las probabilidades son universales y las distancias no importan ―en algún punto en la obra de Orson Scott Card se habla que todas las consciencias están conectadas entre si usando el mismo principio de comunicación del ansible, la ficticia tecnología usada inicialmente por Ursula K. Leguin―. En este sentido, otros estudios sugieren que la consciencia podría ser una propiedad intrínseca de la materia aunque a distintos niveles, de manera que solo cuando se logra cierta complejidad en la capacidad de procesar información, surge un nivel de consciencia significativo. Se llega al caso de que otros estudios proponen que la consciencia no es el producto de la actividad cerebral, sino al contrario: es la consciencia la que crea la actividad neuronal. En definitiva, de lo único que se posee certeza es de la ignorancia sobre su funcionamiento.¿Por qué no postular con alguno nuevo? Bien, otra posibilidad es que la consciencia no sea exactamente un proceso, sino más bien el resultado inevitable de una topología. Es decir, lo importante no sería qué clase de acciones son las que la hacen aparecer, sino qué nivel de complejidad de una estructura es la que permite que surja como resultado de la acción individual, inicialmente descoordinada, de sus elementos individuales conectados e interdependientes. Este postulado presentaría nuestra consciencia como un fenómeno caótico e impredecible, pero sin dejar de estar dirigido por leyes físicas ―de la misma manera que algunos fenómenos atmosféricos como los tornados, que parecen adquirir «vida» propia―. La complejidad de la estructura establecería los niveles cognitivos que podrían alcanzarse de manera que la consciencia sería una propiedad inevitable de toda red de elementos individuales interconectados lo suficientemente compleja. En la Saga de Ender aparece un importante personaje llamado Jane, un sofisticado programa de inteligencia artificial que opera en la red de ansible que comunica todos los planetas del espacio humano. Jane adquiere consciencia de manera imprevista, emergiendo una especie de fantasma en la maquina. El «alma», se podría decir, de la enormemente compleja red de nodos de comunicación.
Fuera del cuerpo
Uno de los postulados más inquietantes y al mismo tiempo esperanzadores para algunos, es la posibilidad de traspasar nuestra consciencia, nuestra mente y nuestros recuerdos a otro soporte que no sea el cuerpo biológico que nos acompaña durante nuestra existencia. Normalmente, el destino a donde se propone descargar nuestra mente es un soporte de tipo informático lo suficientemente complejo. Sin embargo, no es del todo evidente qué tipo de soporte va a poder albergar la complejísima red de neuronas y mucho menos, emular su actividad de manera que sepamos que el resultado sea satisfactorio. En todo caso, en la literatura de ciencia-ficción se ha dado por supuesta esta posibilidad desde hace ya un tiempo. De esta manera, Frederik Pohl en Los Anales de los Heechee (1987) presenta un mundo en el que los seres humanos pueden transferir sus conciencias a un mundo virtual donde vivir electrónicamente. Se podría incluir también la obra Ciudad Permutación (Greg Egan, 1994) en la que, suponiendo que haya entendido algún porcentaje significativo de su argumento, la acción se desarrolla en un entorno virtual que alberga consciencias humanas. En la época reciente se ha vuelto más habitual este postulado, llegando hasta Caprica (Ronalr D. Moore, et. al., 2010) donde de nuevo en un entorno virtual, un nuevo algoritmo que emula el alma humana al que se le proporciona toda la información posible de una persona, resulta en una consciencia virtual. Estas almas electrónicas acaban, como podemos imaginar, en lo que serían los cylones ―en este caso se supedita la aparición de una consciencia funcional a la necesidad de contar con una tecnología que lo haga posible, que en la serie se simboliza con un nuevo tipo de procesadores metacognitivos—. A partir de aquí ya comienzan a darse múltiples combinaciones en las que tanto las inteligencias artificiales que emulan humanos como las propias consciencias de estos, son procesos informáticos que se desenvuelven en un entorno virtual. Aunque puede que haya alguna diferencia más.El libre albedrío
- Be Right Back (Owen Harris, 2013): a partir de la información disponible de un individuo, incluyendo sus perfiles en redes sociales, se crea un perfil virtual informático que emula a dicha persona ―parecido a lo que pasa en Caprica―. Sin embargo, a la imitación de un ser humano obtenida le falta algo. Esta tan solo se limita a hacer lo que públicamente se conoce de él, careciendo de voluntad propia y resultando predecible.
- White Christmas (Carl Tibbetts, 2014): consciencias humanas descargadas a un entorno virtual conviven sin saberlo en ocasiones con consciencias humanas conectadas a través de una interfaz ―concepto que guarda cierta similitud con Matrix―. En otros momentos, las consciencias descargadas interactúan con otros humanos del «mundo exterior», los cuales se presentan a modo de un dios que puede hacer con ellos y con su entorno, lo que deseen.
- San Junipero (Owen Harris, 2016): de manera similar a lo visto, las conciencias se transfieren a un entorno virtual que se ejecuta en unas granjas de servidores y almacenamiento adecuados y suficientes. De esta manera, antes de fallecer puedes continuar tu vida en este entorno. De nuevo, la posibilidad de visitar temporalmente dicho entorno sin transferir de manera definitiva la consciencia es posible, sin embargo, en esta ocasión las políticas de la empresa que lo gestiona no permiten a familiares visitar a sus difuntos. Sí que está permitido, sin embargo, que personas muy enfermas o prácticamente desahuciadas, puedan realizar visitas temporales antes de tomar una decisión sobre su futuro ―La reciente serie Upload (Greg Daniels, 2020) explora un concepto similar en tono de comedia―.
- Black Museum (Colm MacCarthy, 2017): no todo son paraísos, en este capítulo se explora de nuevo la parte más oscura y retorcida de tener una consciencia en un entorno que depende de entidades externas al mismo y cuyos intereses pueden ser más que discutibles.
- USS Callister (Toby Haynes, 2017): particular combinación de entorno virtual y consciencias surgidas en clones virtuales generados a partir de muestras de ADN de sus contrapartidas del mundo real. El protagonista de la historia pretendía conectarse él mismo junto a otros participantes secundarios ―algo así como los llamados NPC de los juegos― cuya intención inicial es que sirvieran al propósito de satisfacer sus paranoias y problemas de autoestima, pero al parecer, las muestras genéticas llevaban consigo partes de los humanos a las que pertenecían, que no estaban previstas.
La mariposa cuántica
La desobediencia de la materia
Para ampliar la lectura:
- Trula, E.M. (2020). Hay gente que vive sin cerebro. No, en serio. <https://magnet.xataka.com/un-mundo-fascinante/hay-gente-que-vive-cerebro-no-serio> [Acceso el 07/11/2020]
- Pinillos, J.L.(1969). La Mente Humana. Madrid: Ed. Salvat.