Archivo de noviembre 2010


Hola amigos planenautas. Si, estoy viva!!
¡¡¡It´s Alive!!!
Publicado por Gyzzma el 29 nov 2010 4 comentarios [Más...]
Es posible que a algunas personas entusiastas aficionadas de la Ciencia-Ficción, encuentren extraño que sea la película Pitch Black (David Twohy, 2000) la primera en aparecer en la sección Sueños de androide, del que me encargo. Más extraño les parecerá si comento que esta es una de las pocas que la calificaría dentro del género de la Ciencia-Ficción tal y como se definía.

Sin embargo, tras la impresionante secuencia del aterrizaje forzoso, empecé a temer que estaba ante una peliculita de bajo presupuesto de serie B. El nulo decorado en sus inicios aparte de la nave espacial (un desierto), y el «efecto especial» de saturar de iluminación la imagen para denotar que era otro planeta con varios soles, me lo indicaban. No estaba equivocado del todo en el bajo presupuesto de la película, pero si en mi prejuicio con la serie B.

La películas de este tipo, han adquirido con el tiempo una carga de prejuicios en cierta forma injustos. Un bajo presupuesto no tiene porqué conllevar una disminución de la calidad. Esta no tiene porqué ser proporcional al número de recursos empleados, sino a la forma de utilizarlos. Es por esto que algunas veces las ideas usadas en estas películas merecen la pena, así como el esfuerzo y dedicación que le ponen los también principiantes o desconocidos (y baratos) actores.

El actor Vin Diesel (encarnando a «Riddick») saltó a la fama gracias a esta película
Naturalmente que en el género de la Ciencia-Ficción serán necesarios por regla general, un uso de las técnicas de efectos especiales mayor que en otros géneros, pero una vez más, estos no deben determinar la calidad final de una película. Ni siquiera aunque sea de Ciencia-Ficción.

Antes de pasar a hablar de la película en si, es necesario advertir que ello implicará revelar detalles de la misma, si bien procuraré no hacerlo en alguna parte fundamental. Tal vez los más puristas deseen visionarla sin ninguna idea preconcebida

La película podría dividirse en varias partes o tramas. Así mismo, al existir varias de ellas, esta producción toca varios géneros, no solo el de la Ciencia-Ficción.

Los personajes

La actriz Radha Mitchell como la piloto «Carolin Fry»Ya durante el aterrizaje se presenta un dilema humano: por un lado, ante la dificultad de aterrizar con una nave deteriorada y difícil de controlar, dar prioridad a salvarse a si mismo y deshacerse de uno de los módulos de la nave y con él, de parte de la tripulación. Por otro, dar prioridad a salvar a los tripulantes intentando el aterrizaje, aún ante el riesgo de no conseguirlo y morir todos en el intento. Un problema técnico es el que decide la opción final.

Riddick (Vin Diesel), uno de esos tripulantes, es un criminal muy peligroso que no cree en la humanidad por el egoísmo de las personas que la forman. El policía que le vigila, es un ejemplo de los motivos que le lleva a ser así, así como la decisión que la piloto Carolin (Radha Mitchell) y máxima autoridad por circunstancias, iba a tomar en el aterrizaje. Nadie de la tripulación conoce esta circunstancia excepto el policía William (Cole Hauser) y Riddick, tras una corta conversación en un fabuloso «bosque» de huesos, que resulta ser un cementerio de animales.

En el género que nos ocupa, es bastante habitual el presentar conflictos sociales y humanos aprovechando los escenarios futuristas y las por consiguiente, situaciones alejadas de los prejuicios cotidianos. La relación especial que surge entre la piloto Carolin y el convicto Riddick, junto con el final de la película y el efecto que produce en dicho protagonista que «muere en alguna parte de ese planeta», son sencillamente magníficos.

La situación

Imágen frontal de uno de los depredadores nocturnosEsta película ha sido catalogada en ocasiones, de forma algo apresurada, dentro del subgénero cinematográfico de terror psicológico. El éxito de este subgénero del cine de terror, los prejuicios en contra del género de Ciencia-Ficción, y la ignorancia a la hora de definirlo, son en parte los culpables.

Otro factor es una cierta similitud con Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979): la presencia de una heroína, seres alienígenas extremadamente mortíferos, que amenazan a un grupo de humanos en situación de aislamiento e inferioridad. Esta similitud que es solo superficial, es suficiente para que el gran publico considere a Pitch Black un mero exploit de esta, aprovechando su éxito.

Puede que sea cierto, la lástima es que el resto de características de la película quedan algo eclipsadas, siendo bastantes y precisamente las que la definen como perteneciente a nuestro querido género cinematográfico de la Ciencia-Ficción: los supuestos científicos.

Supuestos científicos

En Alien el octavo pasajero, el peso de la película recae sobre la angustiosa situación de los tripulantes de la nave espacial, quedando el supuesto científico reducido a un factor puntual, aunque presente en toda la saga (forma de vida alienígena y parásita que requiere de un huésped orgánico para reproducirse, destruyéndolo en el proceso). Los magníficos efectos especiales y decorados hacen el resto, además de ser un hito por aparecer una heroína como protagonista.

En Pitch Black sin embargo, si bien los comienzos parecen indicar una situación angustiosa similar, a medida que avanza la película el supuesto científico se hace notar en todo momento y marca la pauta a seguir, definiendo todas las situaciones de la película. Para empezar, el escenario es ya de por si un esfuerzo inusual de los guionistas en comparación con otras producciones supuestamente «de mayor calidad»: un planeta de un sistema solar con dos soles que provoca que no exista la noche en él. La fauna del planeta y todo el ecosistema está adaptada a un ciclo marcado por la periodicidad de una alineación que causa un doble eclipse solar. Una parte de la fauna autóctona que hiberna durante el ciclo, despierta en ese momento alimentándose de toda forma vida. Estos seres son alérgicos a la luz, la cuál les provoca una reacción cutánea que les destruye por completo. Otra parte de la fauna no solo no es alérgica a la luz, sino que la emiten, siendo venenosa para la primera, asegurando su existencia. En definitiva, un ecosistema bastante completo, y en cuyo ciclo natural se ven atrapados los protagonistas, que cuando descubren en que consiste, ya es demasiado tarde.

Momentos previos al eclipse de sol


En la novela Anochecer (Isaac Asimov y Robert Silververg, 1993), ocurre algo parecido, pero con un ciclo entre eclipses de mucha mayor duración. En conclusión, si desean comprobar lo que es una película moderna con un argumento realmente de Ciencia-Ficción, no se la pierdan y decidan por ustedes mismos.


Artículo publicado originalmente en el blog Al Final de la Eternidad el 12 de noviembre de 2007
Artículo recomendado en Literatura Prospectiva el 27 de noviembre de 2010
Publicado por Lino Moinelo el 26 nov 2010 2 comentarios [Más...]
Da gusto reseñar una película española sin tener que hacer referencia a los complejos progres que atenazan a la industria cañí. No hay nada políticamente correcto, ni se pagan peajes ideológicos. Tampoco hay desnudos injustificados –lo siento, chicos- ni moralinas. Simplemente es cine, y cine del bueno.

El filme se basa en la obra de Lovecraft, en el universo que construyó sobre los mitos de Cthulhu. No es el reflejo de una obra en concreto, aunque tiene el peso evidente de La llamada de Cthulhu, El horror de Dunwich y El caso de Charles Dexter Ward. Una buena señal es que a los críticos de El País, El Mundo y Cinemanía no les gustó.

El estilo que utiliza el director José Alemán, también guionista, en La herencia Valdemar es el del propio de Lovecraft: la narración del pasado por un sujeto del presente, que a modo de testimonio nos presenta el vínculo entre ambos tiempos. El terror se palpa, como en las obras lovecraftianas, sin necesidad de que se haga evidente. El suspense, entonces, es constante y elegante. A esto ayuda una banda sonora espectacular, compuesta por Arnau Bataller.

El escenario es Galicia, no Providence, aunque no se detiene en este aspecto, lo cual agiliza mucho la narración. La ambientación de la sociedad española del XIX es fantástica. Los decorados, vestidos, mentalidad y comportamientos sociales están muy conseguidos. El casting ha sido muy acertado, tanto la pareja protagonista, los Valdemar, como el periodista, el oscuro personaje nigromántico, y el mayordomo de la casa, que es, nada más y nada menos, que el recientemente fallecido Paul Naschy, el gran actor y director al que le debemos, entre otras La noche de Walpurgis (1971).

La historia cuenta la invocación inconsciente de fuerzas sobrenaturales, lo que el guionista ha tomado de El caso de Charles Dexter Ward. Los nigromantes reviven a personajes muertos y espíritus para alcanzar mayor conocimiento, pero esas prácticas acaban desatando fuerzas que ponen en peligro la civilización y hasta el orden cósmico. Recordemos que los mitos de Cthulhu se basan en la existencia de una raza alienígena que espera su resurrección para dominar otra vez la Tierra. He aquí una muestra de la peli:

La comparación con otras películas dedicadas al universo de Lovecraft es clara: estamos ante un buen filme. Por ejemplo, El horror de Dunwich ha tenido muy mala suerte cinematográfica. La película de 1970, de Daniel Haller, protagonizada por Dean Stockwell es un poco grimosa y cutre, además de tener una banda sonora lamentable, compuesta por Les Baxter. La música es un elemento crucial en el género de terror, y parece que algunos no se dan cuenta o lo sustituyen subiendo el volumen de los chirridos. Véase el caso de Drácula, de Bream Stoker (1992), en la que las piezas compuestas por Wojciech Kilar son lo más escalofriante, para bien, de la película. Otro tanto se puede decir de la película que para la televisión grabó Leigh Scott en 2009 y de Beyond the Dunwich de 2008 por Richard Griffin. Aquí un vídeo del bodrio:

Hay otras que molan, como ésta de Toei Animation, una japonesa:

La herencia Valdemar tiene su continuación, una segunda parte, que se estrenará en 2011. Conseguid la primera, y no dejéis de ir a ver la otra. No os arrepentiréis. Eso sí, para que no os pase como a los críticos del principio, leed antes a Lovecraft.

Publicado por Jorge Vilches el 21 nov 2010 13 comentarios [Más...]
image El fenómeno del superhéroe se asocia normalmente con el mundo del cómic moderno, y todo parece indicar que este medio es el principal entorno en donde se desarrolló y en donde se desenvuelve habitualmente. Sin embargo, cada vez son más las adaptaciones a la gran pantalla de estos estrambóticos personajes enfundados en sus coloridas mallas, y parece que esta tendencia no solo no va a cambiar, sino que va a ser este medio audiovisual el causante de un renacer de la mayoría de los clásicos personajes de los comic-books.
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¿Pero esto qué es?

Tal
vez sea la crisis creativa general en la que nos vemos envueltos, junto con el avance en sentido contrario de unos efectos especiales generados por computador que han bajado los costes de producción necesarios para emular las hazañas realizadas gracias a los superpoderes, las causas de esta proliferación. Sin embargo, parece que estas adaptaciones adolecen en su mayoría de detalles que no suelen agradar al público más fiel, mientras que la critica y la incomprensión se adueñan del resto. Cambios de historia, de personajes, de imagen de los protagonistas, son habituales en estas adaptaciones. Además, las más famosas han acabado por reinventarse al poco tiempo, relativamente hablando, intentando mejorar lo que en su día no se acertó: Batman, Superman, Spiderman, Los Cuatro Fantásticos, Hulk, prácticamente no hay saga superheroica que no se haya visto sometida, o esté previsto hacerlo, a un replanteamiento.

Que duda cabe que el ansia recaudadora de las productoras logra que el más mínimo cambio en los caprichosos y maleables gustos de la masa consumidora, se convierta en pretexto para reinventar cuantas veces sea necesario lo que hasta ese momento era un personaje con años de solera en el mundo de las viñetas y los «bocadillos» de texto, con fieles seguidores que contemplan atónitos como el rodillo cinematográfico derrumba sus mitos juveniles, y editoras de cómics que adaptan sus clásicos personajes a la modernización forzada por la moda.

image Puede que estos problemas de adaptación sean debidos también a que el cómic es un mundo imaginario, onírico y surrealista, cuyas características sean difícilmente aprovechables en otros medios. Hay que tener en cuenta que los inicios del cómic moderno en occidente tuvieron como uno de sus principales protagonistas a Yellow Kid, un chico cuyas conversaciones aparecían en su larga camiseta amarilla. El motivo de hacerlo así eran las limitaciones intrínsecas del medio que se utilizaba, que en lugar de convertirse en un problema, se transfiguraban de esta forma en una seña de identidad. image ¿Alguien puede creer que unas simples gafas pueden ocultar la identidad real de Clark Kent?. No nos engañemos, esto solo puede ocurrir en un cómic. Adaptar a la pantalla en imágenes reales este tipo de detalles supone hacer desaparecer dichas señas características, y puede que en el fondo sea esto lo que ocurre con las actuales adaptaciones, que solo logran captar la atención de aquellos que ya iniciaron su andadura en el papel, mientras que el resto no entiende de donde sale toda esta gente vestida de forma tan hortera, por muchos superpoderes que tengan. Tal vez sea esto lo primero que haya que averiguar.

(continuará)

Artículo publicado originalmente en el blog El Fin de la Eternidad el 20 de marzo de 2010
Publicado por Lino Moinelo el 19 nov 2010 6 comentarios [Más...]
Un relato acerca de lo que nos define como humanos.

INTRODUCCIÓN: Una experiencia personal.

La sala de cine está totalmente en oscuridad. Suena un lejano sonido de percusión, y unos créditos iniciales comienzan a aparecer en pantalla, mientras una melodía electrónica, pausada, ascendente y descendente como una respiración, nos va preparando para lo que circulará ante nuestros ojos durante las siguientes dos horas. Una tremenda explosión de fuego nos sorprende, y en apenas un segundo, somos transportados a la infernal Los Ángeles del año 2019. Un turbio horizonte de altas y oscuras torres, con más explosiones por aquí, y por allá. Un vehículo aéreo Spinner pasa junto a nosotros con un sonido intenso. Al fondo, vislumbramos unas inmensas construcciones semejantes a los templos de un Dios, y de repente, el ojo del mismísimo ángel caído Roy Batty llena la pantalla mientras, tras descender de los cielos, contempla el infierno extendido ante él, como un reflejo de la fascinación del espectador ante un inicio fílmico tan sugerente y poético al son de la magistral composición de Vangelis.

Viendo Blade Runner en el cine, las sensaciones se amplifican, y sentimos más miedo que nunca ante esa imagen de un futuro equivalente al fin de la humanidad. Un futuro tan distante, oscuro y pesimista, y al mismo tiempo tan cercano y tangible, en el que los seres humanos han perdido hasta la noción de su propia muerte y de un tiempo que nunca es suficiente. Vemos cómo un cínico "Bladerunner" llamado Rick Deckard (Harrison Ford) le demuestra a una replicante sin conocimiento de serlo llamada Rachel (Sean Young) que no es humana y que todos sus recuerdos y experiencias no son reales... y sentimos la mayor de las tristezas existenciales por ella. Vemos cómo un confuso Deckard colecciona recuerdos, sueña inconscientemente con la inmortalidad, y que de tan perdido no se da cuenta de que las constantes de los replicantes a quienes persigue son las constantes que también lo definen a él mismo... y sentimos empatía hacia él. Viendo Blade Runner en el cine, nos sentimos más dentro de la película que nunca, errando a través de esas sucias calles atestadas de individuos que van a lo suyo, respirando aire tóxico y enrarecido entre columnas de vapor y humo en una noche perpetua, rodeados de luminosos rótulos orientales, publicidad desmesurada, y protegiéndonos de la lluvia con nuestros paraguas luminosos. Alzamos la mirada hacia donde el cielo siempre es oscuro, y entre innumerables anuncios videográficos que nos incitan al uso del tabaco y los anticonceptivos para intentar controlar la superpoblación, una voz electrónica desde un aeroplano nos suiere huir hacia las colonias del “Off-World", el Mundo Exterior, donde hay terrenos libres, aire puro y oportunidades de vida. Pero en el fondo, sabemos que nunca podremos alcanzar ese sueño utópico y salir de este pedazo de roca industrializada y en decadencia llamada Tierra.

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He perdido la cuenta de las veces que habré visto esas mismas imágenes durante los últimos años, pero lo que no olvidaré es que nunca antes de contemplarlas en la pantalla grande las había sentido de tal modo. Alcanzando un especial punto máximo durante la secuencia final en el Edificio Bradbury: el enfrentamiento final entre Deckard y Roy Batty (Rutger Hauer) en el que el cazador se convierte en la presa. Una secuencia que emana de principio a fin un amplísimo catálogo de sensaciones como la locura, el miedo, la desesperación, el dolor físico, el dolor espiritual, la nostalgia... e incluso el amor. El amor de los replicantes por sus congéneres, por sus recuerdos y sus sentimientos. Y no sólo amor por la vida de cada uno... sino por todas. El fascinante Roy Batty, esclavo y ángel caído, concluye su trágico periplo personal habiendo alcanzado la mayor cota a la que puede aspirar la humanidad: la empatía. Y con ello, se prepara para aceptar su propia muerte, finalizando la secuencia con uno de los pasajes cinematográficos más evocadores que he visto en mi vida.

¿Qué esconde Blade Runner? ¿Qué oculta su aparente simplicidad argumental de corte “noir”, en la que un policía “Bladerunner” debe dar caza y “retirar” a cinco replicantes fugados y ocultos en una caótica Los Angeles del año 2019? ¿Qué la hace tan trascendental y poética? Intentemos llegar a alguna conclusión; pero antes de introducirnos en temas de tal profundidad, hagamos un repaso a la turbulenta historia de las distintas versiones por las que esta historia tuvo que atravesar.

1 - RODAJE y VERSIONES

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"Ridli" Scott junto a un Spinner, en 1982.

Ridley Scott, que venía del infructuoso proyecto de trasladar Dune a la gran pantalla con la producción de Dino DeLaurentiis, aceptó encargarse del filosófico guión de Hampton Fancher y retocado por David Webb Peoples, basado bastante libremente en la obra de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ojejas eléctricas? Se iniciaba, de esta forma, un complejo rodaje que fue un cúmulo de avatares en el que prácticamente todo se le fue viniendo encima: problemas de financiación con los desconfiados productores, malas relaciones entre los actores, choques de ego, quejas de miembros del equipo hacia Scott, la apatía de un Harrison Ford hastiado de un rodaje aburrido y de un personaje que a cada nueva revisión de guión perdía heroicidad a pasos agigantados, e incluso el creciente parkinson de un Jordan Cronenweth (director de fotografía) cada vez más enfermo.

Una vez completado el complejo trabajo, por si fuera poco, Scott se vio ante la obligación por parte de los productores de mutilar su propio film, dado que el resultado final era demasiado oscuro y pesimista para los gustos acomodados de estos, temiendo que tanta complejidad y frialdad repercutiera negativamente en taquilla. La polémica escena del sueño del unicornio, que Scott rescataría en 1992, fue la primera secuencia en ser eliminada del montaje por ser "demasiado artística" y creer que no concordaba con el tono general. En este punto, se hace necesario insistir en la originalidad de dicha escena, pues uno de los bulos más grandes generados a lo largo de internet en relación a Blade Runner afirma que se trata de una escena eliminada de un largometraje posterior de Scott, Legend (1984), y que la idea de incluirla para dar una vuelta de tuerca al personaje de Deckard le vino a la mente en 1992. Sin embargo, estas afirmaciones son totalmente erróneas. No sólo la música de Vangelis que acompaña a esa escena es original de la época y no pertenece a ningún otro momento del film; también existen publicaciones de 1982 en las que el mismo Scott se refiere a la existencia de dicha escena antes de ser eliminada, y al propio mensaje que sugiere: que Deckard es un replicante, como analizaremos más adelante. De esta manera, las decisiones de los productores lograron acabar no sólo con la consistencia del film en su descripción de replicantes y humanos, sino con el golpe de ironía del final.

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La escena del Unicornio es original y NO pertenece a la película Legend.

Otro de los grandes cambios a los que fue sometido el primer montaje consistió en la inserción de numerosos monólogos de voz en off del protagonista con la excusa de querer aportar al film un tono más "noir". Unos monólogos incómodos y redundantes cuyo único propósito era explicar lo que ya se sugería a través de las imágenes y que no hace falta explicar, haciendo de esta forma un film menos críptico y complicado, tal vez por causa de ese temor tan fuertemente arraigado en Hollywood a que los espectadores se vean obligados a pensar y deducir por ellos mismos. Por si fuera poco, un último cambio fue la inclusión de un lamentable final feliz en la peor tradición del cine comercial, mostrándonos a los dos protagonistas juntos y felices con el objetivo de que los espectadores salieran del cine con una sonrisa en sus rostros. Para tal, se hizo uso de una explicación metida con el más grande de los calzadores (“Tyrell me dijo que Rachel era especial...”) y de escenas aéreas que eran meros descartes del inicio de El Resplandor de Kubrick, sin que se nos explicara de dónde sale ese impresionante paisaje verde, natural, boscoso y de aire puro, si a lo largo de todo el metraje se ha reiterado la idea de un mundo superpoblado y contaminado en su totalidad.

Estrenada en 1982, esta fue la versión que todos pudieron ver en cines, en televisiones y en su distribución en vídeo. Curiosamente, se trata de una versión que, hoy en día, bastante gente continúa considerando como la única y verdadera de Blade Runner aún a sabiendas de que fue el resultado de una mutilación ejecutada por los productores por motivos estrictamente comerciales; opinión supongo que debida, al menos en la mayoría de los casos, a conceptos subjetivos como la nostalgia o la costumbre. El total fracaso de taquilla y de crítica del film en el momento de su estreno es de todos bien conocido. Pero con el paso de los años, comenzó a alzarse entre un número cada vez más amplio de entornos y personas que descubrían que se trataba de una película más profunda de lo aparente.

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1992 fue el año en que para celebrar el décimo aniversario de Blade Runner y editarla por primera vez en DVD, Ridley Scott se propuso a realizar las oportunas modificaciones para enseñar al mundo aquella que debería haber sido su propia visión del film, pudiendo por fin eliminar los elementos impuestos. Esto se debió a la fortuita aparición en los archivos de la Warner de una copia en mal estado de la secuencia inédita del unicornio, que al ser añadida acabó por desatar la polémica. El montaje fue conocido como Blade Runner: The Director’s Cut (el Montaje del Director). Pero a Scott no le fue concedido el tiempo suficiente para realizar todo cuanto tenía planeado, ni siquiera para restaurar debidamente la secuencia reaparecida, dando como resultado un “Montaje del Director” que en realidad lo era a medias, y que aunque otros pusieran las palabras en su boca, él jamás reconoció como tal.

Toda esta larga historia de batallas concluyó el pasado 2007 en el 25 aniversario de la película, una vez los derechos del film se vieron libres de las manos de Jerry Perenchio y los demás productores. Así, Blade Runner: The Final Cut (el Montaje Final) es la versión supuestamente definitiva de esta obra maestra, gozando de una impecable limpieza de sonido e imagen (aún a costa de perder el ya familiar tono azulado de la fotografía por un tono más verdoso, que aporta al film un aspecto tal vez menos "bonito”, pero más opresivo y “tóxico”), y en la que se han ocultado digitalmente elementos como los cables de los Spinners aéreos, y especialmente solucionado los numerosos errores de continuidad del metraje: el rostro de Zhora (Joanna Cassidy) en la escena de su muerte, la boca de Harrison Ford durante su breve diálogo con el vendedor de serpientes, el primer plano de Roy en la cabina telefónica, etc. Una versión que probablemente salga a la luz en el dichoso formato 3D en un futuro próximo, pero sin ninguna modificación más allá del traspaso a este sistema.

2 - CINEMÁTICA

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Al hablar de Blade Runner, es imposible no referirse a la pulcritud que manifiesta en todos sus apartados técnicos. La atmósfera del film se ha convertido en una de las más conseguidas e influyentes del cine moderno; una perfecta envoltura conseguida gracias a la unión de la fotografía del gran Jordan Cronenweth, con esas gamas cromáticas de la ciudad y ese magistral uso de los claroscuros con los haces de luz; el diseño artístico del film, fantástico a la vez que verosímil (algo muy complicado de conseguir cuando hablamos de ciencia-ficción) gracias a la irrepetible unión de la imaginación del diseñador “futurista” Syd Mead, la del propio Ridley Scott y muchos más; la música de Vangelis, quien cohesiona todos estos elementos gracias a una partitura orgánica rica en infinitas variedades de sonidos, estilos, texturas y sensaciones; y por supuesto la planificación y dirección del cineasta británico, muy alejado de sus tristes toques "videocliperos" de la actualidad. Ese perfecto equilibrio, logrado entre la extrema preocupación de Scott por todos los aspectos estéticos de la imagen y los recursos más aparentemente simples de un tipo de cine más impresionista y contenido, hace que se trate de una de las pocas películas de dicho director (al lado de Los Duelistas y de esa otra obra maestra titulada Alien) que no se ponen en entredicho por quienes vemos con escepticismo el resto de su filmografía hasta nuestros días.

Toda esta pureza artesanal sirvió, por otro lado, para redondear el ya de por sí buen trabajo de guión de Fancher y Peoples, excelente tanto en los grandes -y reales- conocimientos científicos en materia de genética que maneja, como por la magnitud de su mensaje y la poesía de su final.

3 - FILOSOFÍA y SIMBOLOGÍA

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Otra de las grandes cualidades de Blade Runner, si no la que más, es suponer una disertación acerca de cuestiones filosóficas de primer grado, implícitas en nosotros, y que nos llevan atormentando desde que la humanidad adquirió el uso de la razón; así como por hacer que el espectador se sumerja tras su visionado en un tormentoso mar de preguntas sin respuesta acerca de la existencia (“¿de dónde venimos?”), nuestra propia identidad (“¿qué somos?”), y el final al que nos conducen nuestros caminos (“¿a dónde vamos?”, “¿cuánto voy a durar?”), algo que pocas películas como 2001 Una Odisea Del Espacio de Kubrick (manteniéndome dentro del género) consiguen transmitir.

Asimismo, Blade Runner es un film que juega mucho con el simbolismo. El grandísimo número de detalles, imágenes o elementos metafóricos y alegóricos que contiene, o que en su defecto creemos ver, refuerzan de alguna forma las cuestiones explicadas en el anterior punto y, al mismo tiempo, aportan a la película otro tipo de mensajes, como el religioso (las continuas referencias al Paraíso Perdido de Milton y el mito del ángel caído, el infierno representado en la ciudad de Los Ángeles, el énfasis de la película en los ojos y en el concepto de la inmortalidad, el intenso teocentrismo que rodea a la figura de Eldon Tyrell (Joe Turkell), el replicante Roy Batty presentándose ante su creador en busca de las Grandes Respuestas y su posterior descenso metafórico a los infiernos en el elevador, la paloma blanca ascendiendo tras su muerte, etc.), el mitológico (el tantas veces tocado discurso de la creación contra su creador… o en esencia el del Hombre contra Dios) e incluso el mensaje “Nietzschiano” (la muerte de Dios -Roy Batty matando a Tyrell- y la posterior consecución del "Superhombre" -las muestras de su poderío físico y su plena conciencia empática final-).

4 - PROFECÍA

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Como tercer cualidad, podríamos destacar su minuciosa visión sociopolítica y, como se suele decir, lo bien que veinticinco años atrás supieron anticiparse a problemas de triste actualidad. Pongamos como ejemplos la globalización, el hermetismo individual, la contaminación ambiental, la extinción progresiva de especies animales, la búsqueda cada vez más necesaria de lugares mejores que el mundo que nos rodea (las colonias del "Off-World"), las enfermedades y su cruel aprovechamiento con fines comerciales (tal es una de las posibles lecturas del caso de J.F. Sebastian y su dolencia degenerativa, posiblemente aprovechada para el control de los replicantes), la corrupción de elementos culturales como el lenguaje (ese idioma urbano, amalgama de muchos otros) o las tradiciones (esas Geishas fumando y tomando anticonceptivos), la cada vez mayor dominación de oriente sobre occidente, la inmigración (¿qué es Deckard sino un agente encargado de cazar y "retirar" -brillante eufemismo- a inmigrantes ilegales?), los peligros de jugar a ser Dios con la ciencia, el auge de los sistemas totalitarios más o menos encubiertos (la continua presencia de policías por las calles de la ciudad), y hasta el perenne uso del esclavismo (los replicantes en las colonias). Todo ello un fiel reflejo de problemas a los cuales no sólo no hemos encontrado solución, sino que cada vez están más y más presentes.

5 - REALIDAD e IDENTIDAD: ¿Es Deckard un replicante?

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Finalmente, y no por ello menos importante, la otra gran cualidad es la confusión de identidades de los protagonistas y lo magistralmente bien utilizada que está a lo largo del metraje de cara al espectador. Una trama que, al lado de la descripción que se hace de la aséptica sociedad humana del futuro, es probablemente el más importante punto de contacto del film con la obra literaria en general de Philip K. Dick.

Cuando comienza Blade Runner, creemos que los replicantes son algo semejante a cyborgs asesinos sin piedad. Sin embargo, cuando concluye, acabamos con la sensación no sólo de que así son en realidad los humanos, sino que la línea que separa ambas identidades (humana y replicante) es tan fina que tal vez ni siquiera exista, pues ambas funcionan a modo de metáfora del ser humano, diferenciando entre quienes han perdido todo rasgo de humanidad y quienes todavía son capaces de sentir como tal. Para intentar analizar este proceso de "metamorfosis" de replicantes que acaban por ser más humanos que los propios humanos, debemos meternos de lleno en la célebre y persistente polémica que atañe desde 1982 al personaje principal: ¿es Deckard un replicante, o es un humano? Y para tal, debemos regresar a la anteriormente mencionada escena del Unicornio. En el Blade Runner FAQ se destacan, a propósito de la misma, las siguientes interesantes y reveladoras declaraciones de Ridley Scott publicadas en el reportaje "The Blade Cuts", del número 51 de Noviembre de 1982 de la revista inglesa Starbust:
Scott: ...has visto la versión [del guión] con el unicornio?
McKenzie: No...
S: Creo que la idea del unicornio es fantástica...
M: La diferencia obvia es que el mismo Deckard es un replicante.
S: Si. Es lógico, en particular si estás haciendo un film noir, puedes seguir en esa línea, y que el personaje central pueda, de hecho, ser lo que persigue...
M: ¿Has rodado ya la escena en el claro con el unicornio?
S: Totalmente. Se recortó en la película, y creo que funcionaba a la perfección. Deckard estaba sentado, tocando el piano bastante mal por estar bebido, hay un momento en que se queda traspuesto y entramos en las escenas del unicornio surgiendo del bosque. No es subliminal, pero es una escena muy corta. Volvemos a Deckard y no hay absolutamente reacción ante eso, simplemente la escena sigue. Ahí es donde reside toda la idea del personaje de Gaff con su papiroflexia -- la gallina y el pequeño hombre "empalmado", de manera que la figura del unicornio te dice que Gaff ha estado allí. Una de las interpretaciones de la película se refiere a pensamientos privados y recuerdos, así que ¿cómo sabía Gaff que ciertos pensamientos propios de Deckard eran sobre un unicornio? Es por ello que Deckard sacude su cabeza así [refiriéndose al asentimiento de Deckard tras recoger el unicornio de papel]." [...]
M: ¿Te desagrada que las referencias a que Deckard sea un replicante ya no estén?
S: La sugerencia sigue ahí. ¡Los franceses la pillaron en seguida! Creo que es interesante que pueda serlo. (Fuente: Blade Runner FAQ).
La respuesta a la polémica pregunta sobre la identidad de Deckard es, indudablemente, . La versión original del film de 1982 eliminaba la escena clave de esta sugerencia, pero mucho antes de la aparición del montaje de 1992, las sospechas ya habían comenzado a extenderse entre los aficionados gracias al gran número de detalles del film que respaldan este hecho. Como tampoco es concluyente, podemos afirmar que esta versión manipulada mantiene una cierta ambigüedad, dejando la respuesta al antojo de las preferencias de cada uno. No obstante, en la versión definitiva de Blade Runner que es el Final Cut, esta idea se presenta de una forma muy clara.

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Para empezar, hay ciertos detalles repartidos a lo largo del metraje que funcionan a modo de indirectas dirigidas al espectador: no sólo la pregunta de Rachel sobre si alguna vez Deckard se ha aplicado el test a sí mismo, o la frase del jefe Bryant “Vamos, Deck, necesito al viejo Bladerunner”. También se nos dice que los replicantes coleccionan “preciadas fotografías”, y el piano de Deckard está totalmente cubierto de recuerdos y memorias de esa clase. Por no mencionar la escena en que, muy sutilmente, al Bladerunner le resplandecen los ojos como sucede con los demás seres artificiales mostrados en el film.

En segundo lugar, existe otra serie de detalles a los que la gente no les suele prestar atención y pasan desapercibidos. Conforman la notable transformación psicológica de Deckard a lo largo del metraje, quien, por explicarlo sirviéndome de la ironía del film, se humaniza “pasando de humano a replicante”. Cuando comienza la película y no tenemos ningún motivo para pensar que Deckard puede ser un replicante, se comporta tal y como los demás humanos: es una persona fría, metódica, solitaria e incluso cruel, carente de empatía. No obstante, a medida que se desarrollan las situaciones a las que se ve enfrentado (y mientras, paralelamente, comprobamos que los replicantes son cada vez más un cúmulo de emociones y se muestran, tal y como dice el lema de la Tyrell Corporation, más humanos que los humanos), Deckard comienza a mostrar progresivamente sus sentimientos: el miedo, el dolor, las dudas sobre sus propios métodos... y el amor.

No puede, por lo tanto, ser un humano por la sencilla razón de que estos, todos, son descritos como una sociedad de seres deshumanizados. Y si lo fuera, Deckard representaría entonces una especie de excepción heroica a la regla que, admitámoslo, conduciría el mensaje de la película hacia un callejón sin salida. Ese hipotético toque Hollywoodiano de “última esperanza” representado por un humano que todavía conservara su esencia, no casaría en absoluto en una película como Blade Runner. Deckard es un replicante porque, de este modo, todas las piezas mostradas y sugeridas a lo largo del film encajan a la perfección.

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Y en tercer lugar está, claro, la anteriormente referida escena del sueño del unicornio, y la conclusión final con el origami que Gaff (Edward James Olmos) deja a las puertas del apartamento. Las tres figuritas de papel que este misterioso personaje (el más “Orwelliano” del film, pues no deja de vigilar todos los movimientos de Deckard apareciendo en todos los puntos de inflexión del guión) hace en la película, son representaciones de los estados psicológicos de Deckard en cada momento. La gallina que hace en la comisaría al principio del film tiene que ver con la negativa de Deckard de aceptar la misión, sugiriendo que no lo hace por cobardía. La segunda figurita, la del hombrecillo con el miembro izado al viento, quizás quiere sugerir que Gaff conoce los sentimientos internos que Deckard ha comenzado o eventualmente comenzará a sentir por Rachel. Y finalmente tenemos el unicornio, ser mitológico símbolo de la eternidad, y que nos deja al mismo tiempo tres mensajes distintos:

1) Gaff sabe de la preocupación de Deckard por la efímera vida de Rachel (“¡Es una pena que ella no pueda vivir!”);
2) ha estado en el apartamento de Deckard, pero les da una oportunidad de vivir o un margen de tiempo para huir, una vez Deckard y Rachel se convierten en fugitivos;
3) y por supuesto, que conoce los sueños más íntimos y personales de Deckard, revelándole su verdadera naturaleza de replicante.

Merece la pena destacar que, al hilo de este último punto, Gaff hace con Deckard exactamente lo mismo que este hace con Rachel cuando le revela cruelmente que ella es una replicante. Él ha leído los informes de Rachel, y conoce hasta el más íntimo de sus recuerdos, lo cual puede explicar, a su vez, por qué Gaff conoce los sueños de Deckard. De hecho, todo cuanto sucede con Rachel funciona como una especie de anticipación de lo que sucede posteriormente y a un nivel más amplio con Deckard. Las situaciones de ambos forman un perfecto paralelismo, hasta tal punto que una de las fotografías que cuelgan del piano de Deckard muestra un porche totalmente idéntico al de la fotografía de Rachel con su madre. Y la progresión “in crescendo” en la que, en este sentido, se va narrando la confusión de identidades primero de ella, y paralelamente la de él, es simplemente magistral por parte del realizador y el guionista.

Cuando nosotros creemos que es una mujer normal y corriente (y ella también lo cree), se comporta de una manera fría y mecánica como una humana. Pero cuando sospecha de sí misma y finalmente Deckard le revela su verdadera naturaleza, Rachel da rienda suelta a sus sentimientos: las dudas, los llantos, el dolor y el amor. Todo ello reflejado en ese maravilloso segundo encuentro en el apartamento de Deckard (una de las escenas más intensas de la película) en el que, en el colmo de la ironía, nos asombramos ante la trascendental metamorfosis de Rachel: en apenas segundos, deja de ser un “muñeco humano” de cabello perfectamente repeinado, piel brillante como el plástico y de ángulos rectos y forzados (esas hombreras), para “transformarse” en una replicante absolutamente humana, bella, sensual, y de emociones tan desatadas como su cabello. Una escena tan trascendente, tan cargada de significado y resuelta con tal sencillez que es de asombro.

CONCLUSIÓN

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Blade Runner es una película que, cada vez que la veo, más me hace reflexionar. No sólo en el oscuro y pesimista futuro que paso a paso ayudamos a construir. También me hace pensar en el tiempo. Me hace recordar que todos somos seres efímeros, y un día desapareceremos. ¿Cuánto tiempo me queda hasta entonces? ¿Me parecerá insuficiente el tiempo que he tenido? ¿Y a dónde se irán todas esas experiencias, todos esos recuerdos y todo el amor que habré sentido y que en estos momentos me son tan preciados? En estos tiempos en que somos cada vez más conscientes de enfermedades degenerativas todavía sin cura como el alzheimer, pocas cosas nos pueden parecer más injustas y crueles que el perder nuestros propios recuerdos; todas aquellas experiencias que, cual ladrillos de una estructura, conforman pieza por pieza lo que somos cada uno de nosotros como personas. Y las inmortales palabras finales de Roy Batty llorando en la lluvia resonarán por siempre en mi cabeza.

Al igual que el mito de la caverna de Platón, Blade Runner funciona como una parábola pesimista sobre el ser humano y sobre el valor de todo aquello que nos hace como tales y nos estimula a mirar más allá, frente a un mundo que, cada vez más y más, se ahoga en su propia deshumanización.


[Reseña publicada originalmente en el blog PELICULEROS el día 3 de diciembre de 2008 y retocada y ampliada en noviembre de 2010]
Publicado por Guillermo (Atreus) el 14 nov 2010 52 comentarios [Más...]
No hace mucho, cuando buscaba clásicos del cine de CF, encontré comentarios muy elogiosos de esta película, titulada en España con el inquietante aunque desafortunado título de “Naves misteriosas” (Silent Running, 1971). Los participantes en aquel foro sostenían que era una gran peli, profunda, con mensaje, y que había sido injustamente despreciada. Era, decían, la vía madura que debía haber tomado la CF, y no la "adolescente" de Star Wars. Aunque albergaba una fina sospecha, me bajé la película.

Publicado por Jorge Vilches el 13 nov 2010 19 comentarios [Más...]
Portada actual de uno de los libros reeditados
No se puede pasar por alto en el mundo de la Ciencia-Ficción escrita en español, y porque no vamos a decirlo, en la Ciencia-Ficción internacional en general, una obra como la Saga de los Aznar (no me refiero a este). Su autor es Pascual Enguídanos, un afable y sencillo valenciano de Liria (Lliria, en su idioma local), que decidió utilizar el seudónimo George H. White pensando que un nombre anglosajón le daría una mayor prestancia, conociendo los prejuicios del público español —sobre todo en los años 50—. Es tal la importancia de esta saga dentro de la literatura del género, que ha recibido el galardón de la mejor saga europea de Ciencia-Ficción en la Eurocon de Bruselas de 1978.

Su autor recibió el Premio Ignotus por su labor, y la Saga de los Aznar fue llevada al cómic en dos ocasiones, siendo el equivalente español al Flash Gordon americano.
Publicado por Lino Moinelo el 12 nov 2010 8 comentarios [Más...]
Logo de «Plutón vervenero», una parodia y ridiculización del género, perpetrada en España Si nos guiamos por los horarios a las que son relegadas algunas series de ciencia-ficción en los horarios televisivos, o a la escasa cantidad de producciones propias de este género —que vendría a indicar lo poco que se invierte en él— se puede llegar a la conclusión de que la ciencia-ficción en España no suele ser merecedora de la atención de los medios de comunicación y grandes productoras.
Publicado por Lino Moinelo el 5 nov 2010 2 comentarios [Más...]
Es muy friki... pero me encanta xDD
Publicado por Gyzzma el 4 comentarios [Más...]