Batman adquirió en la década de los 80 el aire oscuro y trágico que actualmente refleja, alejándolo de aquellas operetas algo absurdas e incluso ridículas en ocasiones, que la pareja de Batman y Robin protagonizó en los 60.
Uno de los responsables de esta renovación es el reconocido dibujante y guionista de cómics Frank Miller. Se dice que Christofer Nolan se basó para la tercera parte de su trilogía (The Dark Night Rises), en el cómic The Dark Night Returns de dicho autor, entre otros.
Aunque ignoro si el director deseó plasmar en ella la posición ideológica del famoso dibujante y guionista, ésta ha sorprendido en cierta medida, sino por su color, si por su dureza. Este señor calificó de la siguiente manera al conocido movimiento Ocuppy Wall Street norteamericano:
"Occupy" no es más que una manada de borrachos, ladrones y violadores, una multitud ingobernable, alimentada por la nostalgia de la era de Woodstock y falsa justicia podrida. Estos payasos no puede hacer nada sino dañar a Estados Unidos.
No obstante, según las mismas fuentes, otro de los autores en los que Nolan se ha basado, en este caso para la segunda parte (The Dark Night), es el también guionista Alan Moore —de su cómic The Killing Joke— con un prestigio equivalente o mayor incluso que Miller. En este caso, Moore destaca por ser opuesto en cuando a su opinión —y por lo visto, bastante más moderado—:
“Occupy es sólo gente recuperando los derechos que siempre debieron ser suyos”
[Atención: contiene «spoilers»]
Batman: la leyenda renace
Esta tercera entrega partía con la misión de cerrar el ciclo del héroe y dejarlo convertido en una leyenda sobre la que pudieran derivarse las conocidas historietas de los cómics. Lo consigue, aunque con demasiados giros forzados e incómodas incertidumbres:
- La caída y posterior ascensión del mito heroico se intenta articular a través de una «caída en un pozo» y posterior salida del mismo, el cuál es una prisión de lo más peculiar —obviamente, su significado es simbólico—. Hay que añadir la «milagrosa» curación de la pierna, que hasta ese momento le hacía andar en bastón o con un arnés especial.
- Bane pasa de ser un aspirante a villano digno sucesor del Joker, a convertirse en un pelele una vez se conoce la verdadera condición de la ultra-ecologista Miranda. Si bien esto es admisible, no deja de parecer un desperdicio.
- El final de la película recuerda al bucólico final-pegote de la primera versión de Blade Runner, por estar rodeado de extrañas incógnitas sin resolver, que no acaban de cuadrar con el resto del metraje.
En definitiva, para tratarse de una película de súper-héroes el resultado es digno y estéticamente más fiel al cómic. El problema lo tienen —tenemos— los que la comparan con la segunda parte, que esperaban una continuación de su coherencia y realismo.
La carga política
Es admisible que una obra refleje la orientación ideológica de los creadores y responsables que hay detrás de ella. Lo denunciable es que lo hagan de forma engañosa o parcial, pretendiendo llevar a cierto terreno al espectador. Es decir, de manipularle.
A grandes rasgos las orientaciones ideológicas existen de forma similar a como existen las religiones: si fuera posible refutarlas no existirían. Entran en el terreno de lo no falsable. Personalmente no creo que exista ninguna ideología que suponga la solución a todos los males de la Humanidad. Para empezar, porque nuestro principal mal somos nosotros mismos. Por tanto, todas la ideologías pueden tener presupuestos válidos, siendo en su aplicación práctica cuando comienzan a salir los problemas. Aquí es cuando el dogma ideológico y su falta de objetividad comienza a aflorar y estos problemas se ignoran. A esto se le añaden vicios típicos como el maniqueísmo y la manía de simplificarlo todo a un «o conmigo o contra mi». Cuando esto confluye, se sobreviene el enfrentamiento en interminables discusiones de besugos.
Para analizar la carga política de Batman hay que tener en cuenta pues estos dos factores: uno), si nos molesta o no el mensaje y dos), en caso de que nos moleste, si lo hace por no coincidir con nuestro parecer particular o en cambio, por ser un mensaje confuso, incoherente o engañoso. Antes de hacer ninguna apreciación precipitada, lo más acertado parece que es partir de la opinión de los propios responsables. Nolan ha afirmado que no se ha pretendido utilizar la película para la crítica hacia ningún grupo concreto —la traducción es mía—:
He tenido numerosas conversaciones con personas que han visto la película al revés. (...) Planteamos un montón de preguntas interesantes y las dejamos en el aire, simplemente como telón de fondo. Lo que realmente estamos tratando de hacer es mostrar las grietas de la sociedad, mostrar los conflictos en los que alguien podría incidir para dividirla. Se pueden obtener interpretaciones muy diferentes de lo que la película está apoyando o dejando de hacer, pero no se trata de nada de eso. Se trata simplemente de contar una historia. Si usted me dice: "¿Ha hecho una película con la intención de ser crítica con el movimiento Occupy Wall Street?" - Bueno, obviamente, eso no es cierto.
Chistopher Nolan (declaraciones a la revista Rolling Stone)
En mi opinión creo que lo que ocurre es exactamente eso: se trata de contar una historia con determinadas conexiones con la actualidad, para una mejor identificación del espectador, ni más ni menos. Puede resultar interesante buscar algún tipo de mensaje político el cuál, sea intencionado o no, puede existir. Batman ha pasado del puro y simple entretenimiento, a lograr despertar en la sociedad reacciones más viscerales. Tal vez demasiado.
(continua en Ocuppy Gotham)
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