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Stardust y el sentido de la maravilla. Por Pedro López Manzano.

Por JAVIER a las 10:41 el 16 dic 2012 0 comentarios
Hace unos días publicamos una reseña de Stardust, la novela de Neil Gaiman; hoy, Pedro L. Manzano nos envía un análisis, su opinión sobre dicha novela, la novela gráfica y la película. Os dejamos con ella:
 

Stardust y el sentido de la maravilla.
Por Pedro López Manzano.

Hace no demasiado tiempo me hallaba (como de costumbre) con un libro entre las manos, cuando encontré en el mismo unas palabras que hicieron que un escalofrío recorriera mi espina dorsal, releyéndolas de puro gozo y señalando la página en que aparecían para más adelante recuperarlas. Así rezaban:

Dunstan se dio cuenta de cómo la tela sedosa de su vestido se aferraba a su cuerpo; fue consciente de sus curvas elegantes y de sus ojos violeta puestos sobre él, y tragó saliva. 

 Dunstan se metió la mano en el bolsillo y sacó su pañuelo. Ya no podía mirar a la mujer. Volcó el dinero sobre el mostrador.
  —Cóbrate lo que valga esto —dijo, escogiendo de la mesa una campanilla blanca y pura. 
  —En este tenderete no aceptamos dinero. —Le devolvió las monedas. 
  —¿No? ¿Y entonces qué aceptáis? —Ahora estaba de lo más nervioso y su única misión era obtener una flor para... para Daisy, Daisy Hempstock... obtener su flor y partir, porque, a decir verdad, la joven le estaba haciendo sentir terriblemente incómodo. 
  —Podría quedarme el color de tu pelo —dijo ella—, o todos tus recuerdos antes de los tres años. Podría quedarme con el oído de tu oreja izquierda... no todo, sólo el suficiente como para que no disfrutaras de la música, ni de la corriente de un río, ni del suspiro del viento.

  Dunstan sacudió la cabeza.

 —O un beso tuyo. Un beso, aquí en mi mejilla.
  —¡Eso lo pagaré de buen grado! —dijo Dunstan, que se inclinó sobre el tenderete, entre el repiqueteo de las flores de cristal, y depositó un beso casto en su suave mejilla. Entonces pudo oler su aroma, embriagador, mágico; le llenó la cabeza y el pecho y la mente. 
  —Bien, ya está —dijo ella, y le entregó su campanilla blanca. Él la tomó con unas manos que de pronto le parecían enormes y torpes, en absoluto pequeñas y perfectas en todos los aspectos, como las de la chica del país de las hadas—. Y esta noche volveremos a vernos aquí, Dunstan Thorn, cuando la luna se oculte. Ven aquí y silba como un mochuelo. ¿Sabes hacerlo?
  Él asintió y se alejó de ella vacilante; no le hacía falta preguntar cómo sabía su apellido, se lo había arrancado, junto con otras cosas, como por ejemplo su corazón, cuando él la besó. La campanilla cantaba en su mano.

Inmediatamente después de leer este fragmento, tuve que cerrar el libro y clavar la mirada en el techo blanco y soso, imbuido por el éxtasis lector. La novela era Stardust. Su autor Neil Gaiman.


STARDUST, LA NOVELA.


Stardust tiene un formato de cuento largo episódico, en un tono amable y con una escritura pulcra y cuidada, engañosamente simple. Tanto el estilo como la temática recuerdan a uno de los escritores favoritos de Gaiman: C. S. Lewis. Una historia fantástica disfrutable por todos los públicos, pero sin la a veces excesiva intención moralizante ni las alegorías religiosas del creador de la célebre saga de "Narnia".

La historia, si bien a priori no es excesivamente original, sí resulta muy imaginativa a poco que profundicemos. Existe un pueblo inglés llamado Muro precisamente por la existencia de un muro en el mismo. En éste hay un paso al País de las Hadas, que cruzará el joven de pasado incierto Tristran Thorn, como su padre hizo años atrás, con un firme propósito, pero en realidad al encuentro de un futuro aún más incierto.

O sea, la típica historia de un ingenuo joven en busca de aventuras que provocarán una profunda transformación en él. Hasta ahí todo es más o menos un "Alicia en el País de las Maravillas" estándar, si es que esto existe, pero ahora es donde entra en juego la inagotable imaginación de Neil Gaiman y su pericia para contar historias y construir personajes carismáticos.

Stardust, además de estar muy bien contado, está repleto de ideas brillantes descritas con original sentido de la fantasía (y éstas son las palabras que mejor asociaría a la novela: SENTIDO DE LA FANTASÍA, con mayúsculas), sin obviar cierto trasfondo marcado por la crudeza siniestra que continuamente aparece en la novela, tan característica de Gaiman. Y sensibilidad a veces conmovedora. Echemos un vistazo no exhaustivo a esas ideas: mercados de magia, príncipes muertos convertidos en fantasmas voyeur, nubes sólidas sobre las que te puedes recostar, brujas malvadas (que por supuesto van de tres en tres), que viajan en carros tirados por cabras, canciones que se vuelven reales, bosques malintencionados, árboles bienintencionados… por no hablar del eje central: una estrella fugaz, que al caer en Faerie no es sino una bella mujer.

Además de esta acumulación fantástica, también destacan sus personajes. No solo Tristran o Yvaine (la estrella) brillan, sino los secundarios: Dunstan, padre del protagonista (“galán” del anterior extracto); Septimus, el príncipe de inmensa vileza; Una, absolutamente deliciosa en cada una de sus apariciones; la reina-bruja, la más vieja de las Lilim; Sal Agua-de-lodo, el resto de los príncipes de Stormhold, el hombrecito peludo, … Un microuniverso cada uno de ellos, que no hace sino añadir para un conjunto, que quizá no llega a ser tan valioso como la suma de todas sus partes.

Y hasta aquí la cuestión de la novela, pero ahora debería hablar de las ediciones, o más bien de la diferencia entre la edición de la novela y la de la novela gráfica.

El texto es el mismo, sin embargo la novela gráfica viene acompañada de unas ilustraciones de Charles Vess, uno de los dibujantes habituales de los guiones de Neil Gaiman para el cómic, cuyo estupendo trabajo le da un salto de calidad a la obra que la hace pasar de notable alto a sobresaliente, convirtiendo texto e ilustraciones en codependientes, más que mero acompañamiento.



Así pues, comparando el conjunto con, por ejemplo, “El libro del cementerio” (un relato oscuro al igual que éste, y del mismo autor), Gaiman, aun teniendo grandes momentos de brillantez en Stardust, realiza un trabajo más redondo en su revisión de “El libro de la Selva”, ilustrado por Dave Mckean (inmenso portadista de “The Sandman”) en 2008, mientras que el trabajo de Charles Vess supera de largo al de McKean allí, que no deja de ser un acompañamiento ligero. Así los conjuntos podrían compensarse y ser similares, si bien insisto en que Stardust, que fue escrito casi una década antes (en 1999), está un escalón literario por debajo. Aun con todo, se trata de una gran novela corta, muy pero que muy disfrutable.




STARDUST, LA PELÍCULA

Cambiemos ahora de arte. No es tarea fácil realizar una adaptación de una buena novela al cine, pero Stardust (adaptada en el 2007) es ejemplar en este sentido.


Veámoslo con un poco de perspectiva, esto de las adaptaciones de obras fantásticas. Si el libro es malo, la peli será casi siempre mala (saga Corpúsculo). Ante obras literarias que pasen por poco de correctas, las películas andarán también por ahí (“Harry Potter”, con sus más y sus menos). A veces se obtienen productos mediocres de materia prima (discutiblemente) buena, como las aburridas versiones cinematográficas de “Narnia”. O partiendo de algo indiscutiblemente bueno para acabar traicionando su espíritu en una amalgama fallida, como en “Alicia en el País de las Maravillas” de Tim Burton. Otras veces se nace de una obra maestra como “La Iliada y llegamos a “Troya”, un producto muy irregular, con momentos brillantes y otros rayando lo irrisorio. Muy pocas veces el resultado brilla con luz propia, pero las hay. Pensemos en “El Señor de los Anillos”, obra cumbre del fantástico escrito y también extraordinarias películas. ¿Cuál es el secreto? Pues no abandonar nunca el espíritu original, pero tener siempre presente que se trata de una adaptación, un cambio radical de lenguaje para el cual se pueden y deben tomar ciertas licencias: suprimir capítulos, cambiar personajes, reforzar o minimizar, pues lo que funciona en el papel no necesariamente lo hace en la pantalla, y viceversa. “El Señor de los Anillos” hace esto exactamente, y “Stardust”, salvando las distancias, hace lo mismo.


Gran cantidad de pasajes son exactamente los mismos en la novela de Neil Gaiman y en la película de Matthew Vaughn, aquellos que funcionan en los dos medios. Es evidente que si tienes un momento brillante, un diálogo mágico, sería estúpido no emplearlo tal cual. Otros han sido suprimidos, pues aportarían poco más que trasfondo a cambio de pesar demasiado en el ritmo cinematográfico. También se suprimen personajes por éste motivo. Y por supuesto se refuerzan o transforman otros, como el de Lamia o el del capitán Shakespeare, inexistente en el libro y que funciona a la perfección en la pantalla, ejerciendo de eje del romance. También hay cambios importantes en la historia, con un clímax final bien diferente, sencillamente porque el decrescendo del libro no hubiera funcionado, por razones evidentes, que no señalaré por no desvelar nada.


Para hacernos una idea del tono, basta con la importante escena del inicio del film, con Peter O’Toole como rey de Stormhold, Mark Strong como príncipe Septimus y Rupert Everett como Secundus. Llena de humor negro; vaya la calaña de algunos de los personajes.

 
Habrá quien pueda opinar que el tono de la palabra se pierde un poco en la imagen, pero el espíritu es idéntico: el de contarnos un cuento, y se mantiene intacto el mencionado sentido de la maravilla, que es la clave de Stardust y lo que resulta fascinante de ella. No en vano Matthew Vaughn (director y guionista principal) es amigo personal de Gaiman, que no solo le cedió los derechos gratuitamente confiando por completo en él, sino que le ayudó en persona con la adaptación de la historia y le presentó a su coguionista, echó una mano con el casting y la preproducción, y lo mejor de todo, quedó encantado con el resultado.
 

Y encantado estoy yo también, primero por el espíritu que he comentado que mantiene. Segundo por la película en sí, trepidante en el ritmo narrativo, emocionante en lo que a las relaciones de los personajes se refiere. Por supuesto técnicamente es más que correcta, decorados, vestuarios, efectos, la vibrante banda sonora de Ilan Ishkeri… Tercero, por la excelente selección de actores. Charlie Cox soporta bien el peso del protagonista. Claire Danes, encantadora como estrella. Michelle Pfeiffer excelente como malísima, y tan sexy como en sus mejores años. Robert de Niro hilarante con su tripulación de piratas machotes, hace uno de sus mejores papeles en décadas, y desde luego el más sorprendente. Mark Strong bordando al otro villano. Cuarto, porque la película me cuenta una historia lo suficientemente diferente a la de la novela como para poder disfrutarlas por separado. Y esto va para todos los que hayáis disfrutado solo de una de las dos: no le cerréis las puertas a la otra.

Son buenas razones, creo que convincentes, mas la más importante por la que he disfrutado tanto es otra: Stardust evoca a mi yo primario más fantástico, al que de niño veía una y otra vez la siempre genial “La Princesa Prometida”, “El temible burlón” o “Willow”, soñando con espadas, piratas y magia. Y reconozco que aunque ahora sea zorro viejo en estas lides, cuando acabé de ver Stardust, mi sonrisa se parecía bastante a aquella.

Publicado por J. J. Arnau suscribirse a los artículos de J. Javier Arnau: Hay dos momentos claves que marcan su vida; la visión de La Guerra de las Galaxias, y la lectura de El Señor de los Anillos. Bueno, y Galáctica, y Doctor Who, y Asimov, Clarke, Orson Scott Card, Lovecrafft, Poe, Robert Howard, y Star Trek, Espacio 1999, El Planeta de los Simios (la serie),… el rock duro y el heavy metal. De vez en cuando, para desintoxicarse, se mete unas dosis de novela histórica (imaginando un escenario fantástico…). En fin, que ha tenido una vida muy marcada. Y así ha acabado, claro, ¿qué se podía esperar? (Blogs: Por Si Acaso: Previniendo Desastres, Delirios Varios, Currículum Literario)

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