Fue en la noche del 8 de Septiembre de 1966, cuando la cadena estadounidense NBC emitió el primer capítulo de una serie de televisión que, muy poco a poco, acabaría por convertirse en uno de los seriales más importantes de la historia del medio, y por encima de todo, en un fenómeno sociológico y cultural que ya forma parte inherente de la cultura moderna occidental, para bien y para mal.

La novedad de Star Trek era que se trataba de una serie que no hablaba sobre la guerra, sino sobre la paz. Su bienintencionado creador, Gene Roddenberry, aunó algunas de las pautas aventureras de la “Space Ópera” y las sensibilidades sociales de aquellos revolucionarios años sesenta como el pacifismo, la igualdad sexual, las integraciones raciales y culturales o el amor por la naturaleza, con muchas de las constantes filosóficas y humanistas de la Ciencia-Ficción literaria de la época (discursos por aquel entonces escasos en el cine o la televisión), en una amalgama inusual que Roddenberry tomó como medio para poder expresar y compartir dichas inquietudes de forma muy sencilla y digerible, y al mismo tiempo difundir sus esperanzas más optimistas en la posibilidad de un futuro de paz y progreso en que la humanidad consigue erradicar el hambre, las desigualdades, la guerra e incluso el dinero. Todas esas inquietudes, centradas en Grandes Preguntas como nuestro papel en el Cosmos o la búsqueda de Dios, resultaron inusuales en una sociedad más acostumbrada a historias televisivas más típicas de buenazos y malotes, pero al final lograron calar hondo en un público de fieles telespectadores que semana a semana hacían volar sus fantasías y esperanzas junto a la tripulación del USS Enterprise en su búsqueda de respuestas y nuevos mundos a lo largo del Espacio, la última frontera.

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La tripulación y los pijamas más famosos del universo.

Tras 79 capítulos en tres temporadas, y una corta serie de animación bastante infame, Star Trek fue definitivamente cancelada por causa de unos resultados de audiencia que no fueron del todo satisfactorios. Más tarde, la demanda popular y un cada vez más potente éxito en sus reposiciones televisivas hizo que la Paramount volviera a considerar dar continuación al serial por medio de una segunda serie que habría de titularse Star Trek Phase II. Pero al entrar en escena el hiper-mega-pepinazo de éxito del primer Star Wars de George Lucas en 1977, dicho proyecto fue cancelado y remodelado con el objetivo de trasladar finalmente la serie al medio cinematográfico, dotándolo además de un ligero lavado de cara que aportara frescura al producto y, sobre todo, un mayor pulido en el aspecto formal.

Así, fue cómo surgió Star Trek: la Película, en la que figura un plantel de nuevas caras en el universo Trek, tanto delante como especialmente detrás de la pantalla, y que encabeza el insigne cineasta Robert Wise, quien a pesar de ser popularmente más conocido por West Side Story y Sonrisas y Lágrimas, es el responsable de peliculones infinitamente superiores como Ultimátum a la Tierra (1951), La Amenaza de Andrómeda (1971) y esa maravilla del género de terror titulada La Mansión Encantada (The Haunting) (1963).

Un inciso: la presente edición en DVD es un montaje retocado supervisado por el mismo Robert Wise más de veinte años después del estreno original, y lejos de sucumbir en manoseamientos “made in Lucas”, se limita especialmente a pulir un cierto número de secuencias que apenas fueron terminadas en su tiempo por culpa de las prisas de la Paramount en estrenar el producto, y a hacerlas mucho más fieles según la concepción original. Los nuevos efectos se integran a la perfección con los antiguos de forma que, excepto uno o dos planos, es muy difícil diferenciar lo nuevo de lo viejo. Una gran edición que podría haber sido mejor por culpa del aséptico y espantoso redoblaje con el que la distribuidora de nuestro país nos ha querido joder a todos los españoles, relegando al olvido el buen trabajo de profesionales como Constantino Romero (Kirk), Camilo García (Spock) o Manolo García (Decker). Así pues, aprovechad esta porculada para disfrutar de la película en V.O., que siempre es mucho mejor.

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Roddenberry (arriba) y Robert Wise (abajo) controlando el cotarro.

Es el año 2.271. Ha pasado una década desde la última aventura de la USS Enterprise, y la tripulación se haya desperdigada en sus respectivos caminos mientras nuevas naves cruzan el Espacio en busca de nuevos mundos. Sin embargo, una inmensa nube de energía de origen desconocido se acerca en dirección a la Tierra, y la Federación de Planetas se ve en la necesidad de reunir de nuevo a la tripulación del Enterprise bajo el mando del capitán Kirk con el objetivo de interceptar al misterioso objeto y establecer contacto para intentar averiguar sus intenciones. Pero en el interior de la nube cósmica les esperan una basta inteligencia denominada V'Ger y una sorpresa…

Bajo esta premisa, Star Trek: La Película es un film que se recrea en la ambientación gracias a una atmósfera que desprende un fascinante hálito de misterio. Por esta razón lo más destacable de su empaque es el apartado visual, resultado de la sorprendente labor del equipo de efectos visuales capitaneado por dos de los mejores técnicos que ha habido en el cine de los setenta y ochenta: John Dykstra (Star Wars Episodio IV, la antigua Battlestar Galáctica, Fuerza Vital) y Douglas Trumbull (2.001: Una Odisea del Espacio, Blade Runner, Encuentros en la Tercera Fase). Como es obvio, muchos de los efectos cantan a cualquier ojo en estos tiempos en que erróneamente se atribuye el “se notan” con el “son malos”, pero ya sea por la gracia y soltura con que están planeados como por la originalidad de los diseños y los efectos fotográficos con que están rodados, son dignos de admiración.

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Ambos artesanos dejan para el recuerdo numerosas escenas destinadas al más puro placer de la contemplación, como la maravillosa secuencia de presentación del Enterprise o todas las que suceden en el interior de V'Ger, con la nave insignia navegando en un basto entorno psicodélico a medio camino entre lo orgánico y lo sintético. Todas esas secuencias, largas y muy numerosas, se alternan con una trama más o menos dinámica que impide que caiga en lo cargante… pese a que el desarrollo del film sea lento en comparación con los cánones populares actuales de ritmo. De hecho, si hay algo que se nota de la mano de Robert Wise son tanto los numerosos planos rodados con pantalla partida y lente doble (recurso habitual del director) como quizás la estructura del film, bien equilibrada entre los pasajes efectistas y los más reflexivos.

Mención aparte debe recibir otro de los responsables de la atmósfera del film y de las auras de misterio y romanticismo que de él se desprende: el Maestro Jerry Goldsmith, quien recogiendo la batuta del compositor de la serie, Alexander Courage, gestó un trabajo musical (ganador de una nominación al Oscar) que es todo un monumento tanto en los momentos más mágicos y misteriosos como en esa inmortal fanfarria principal que acabó por ser la seña musical indiscutible de toda la franquicia. Una música fascinante, con una magnífica orquestación y una amplia gama de sonoridades cuya gloria se ve mejor ilustrada durante la emocionante secuencia de presentación del USS Enterprise, que a ciencia cierta es uno de los mejores ejemplos de fusión imagen-música de todo el cine fantástico.
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Por otro lado, uno de los pilares fundamentales en que la serie siempre encontró su sustento fue su conocido conjunto de personajes, todos ellos deliciosos en sus contrastes y carismáticos en su ingenuidad humana. No deja de entristecer, por tanto, que uno de los puntos que bajan enteros a esta película sea el frío y escaso tratamiento de la mayoría de sus protagonistas, pese a la larga parte introductoria del film que supuestamente se dedica a ello. En Star Trek: La Película, al lado de los míticos capitán Kirk (William Shatner), Spock (Leonard Nimoy), “Huesos” McCoy (DeForest Kelley), Sulu (George Takei), Uhura (Michelle Nichols), Scotty (James Doohan) y Chekov (Walter Koening) hacen acto de presencia otros personajes que habrían de formar parte fija en la segunda serie cancelada. Ellos son el comandante Decker (Stephen Collins) y la bellísima Ilía (la actriz india Persis Khambatta), personajes nuevos que, paradójicamente, acaban teniendo una importancia decisiva en la trama, al ser la bella y trágica historia de amor entre ambos el engranaje que hace funcionar las últimas piezas de la historia en una conclusión de tintes místicos en la que, de nuevo, Jerry no vuelve a decepcionar.

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Ilía: la calva más sexy de todo el Universo.

Esta maniobra permite que los espectadores menos profanos en Star Trek tengan a dos personajes con los que establecer una más fácil asimilación emocional al tiempo que se aporta frescura al producto, pero también provoca que muchos de los personajes clásicos apenas tengan desarrollo por parte de los guionistas e incluso tengan una presencia más bien anecdótica. De todos ellos, aunque el personaje de Kirk tiene sus buenos momentos en su reencuentro con el Enterprise y sus compañeros y en sus discrepancias con Decker y el mando de la flota, el personaje clásico que más se desarrolla en esta película es el del hierático y fascinante Spock. Siempre torturado por el dilema moral de su mestizaje en confrontación con los férreos condicionamientos culturales vulcanianos, en esta película se nos muestra más dolorido por su fracaso en el rito de la consecución del Kohlinar (que es la ausencia total de sentimientos), hasta el punto que acaba creando una profunda conexión con V'Ger, incluyendo un viaje psicodélico a través de la “mente” de la nube (con reminiscencias muy obvias de 2001: Una Odisea del Espacio), y una conmovedora escena en que se nos muestra soltando una lagrimita.

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Un punto a favor del espíritu de la serie es la trama principal, cuyo guión, por cierto, contó con el asesoramiento científico del mismísimo Isaac Asimov. Dicha trama parte del argumento de lo que iría a ser uno de los capítulos de Star Trek Phase II, y alberga una reflexión de fondo sobre la soledad y la condición humana que es puramente “Roddenberriana”. Tras las acciones del misterioso V'Ger (que posteriormente Michael Crichton copiaría para su novela Esfera) nos encontramos ni más ni menos que con uno de los temas más recurrentes de la Ciencia-Ficción como indagación de la condición humana: el mito de la creación humana que vuelve a su cuna de origen en busca de su creador, como metáfora de nuestra propia búsqueda de Dios. Pues si hacemos la extrapolación, V'Ger no es más que un reflejo de nosotros mismos, apenas unos niños en la escala evolutiva que poco sabemos diferenciar el bien y el mal de nuestras acciones, seres capaces de lo mejor y de lo peor condenados a vagar perdidos ya no sólo en la inmensidad del Espacio exterior, sino también en la de nuestro propio laberinto interior mientras desesperadamente buscamos respuestas a las famosas Grandes Preguntas. Y, realmente, estamos tan jodidamente perdidos como el pobre de V'Ger.

Este trasfondo tan fiel al espíritu de Star Trek no evita, de todas formas, que el mencionado frío y poco provechoso tratamiento de personajes clásicos le baje enteros, y asimismo que las características dosis de humor de la serie brillen aquí por su ausencia. Al dejar todo esto tan de lado a favor de una mayor importancia a los efectos visuales y a la seriedad de su trasfondo, mucha gente puede tachar la película como muy pretenciosa y aburrida. Así sucedió hace treinta años, decepcionando a gentes poco conocedoras de Star Trek que habían sido arrastradas al cine buscando emociones más inmediatas y potentes como Star Wars (que era lo que, realmente, la Paramount quiso vender), y al mismo tiempo a muchos fans de la serie que vieron cómo la seriedad del film apartaba al carisma y humor de los personajes de toda la vida. Por eso ha tenido que ser el tiempo quien ha acabado por hacer valorar todas las virtudes de Star Trek: La Película en su justa medida y posicionarlo como el clásico del cine de Ciencia-Ficción que es.

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(Hum... Mi próxima orden será que el Scanner de la nave traspase la ropa...)

Y lo que sucedió después ya es historia. Nuevas películas, con mucha menos profundidad y con más acción y aventura, seguirían a esta; nuevas series dominarían la Ciencia-Ficción del medio catódico; y la Paramount acabaría por disfrutar de su gallina de los huevos de oro durante décadas. Parece que el espíritu del legado de Gene Roddenberry sigue todavía con salud, pues como reza el inicio de los créditos finales de este clásico, “The human adventure is just beggining”.

“¡Larga y próspera vida!”.

[Reseña publicada originalmente en el blog PELICULEROS el día 3 de diciembre de 2008]

Publicado por Guillermo (atreus) suscribirse a los artículos de Guillermo (Atreus): Cuando con apenas 4 años de edad (y con la ayuda de unos auriculares mayores que su cabeza) su tío le hacía escuchar discos de Vangelis y la adaptación musical de "La Guerra de los Mundos" de Jeff Wayne, su imaginación echó a volar por primera vez... y nunca volvió a tomar tierra. Todo ello, sazonado con una peculiar educación cinéfila por parte de sus padres, hizo que hoy día sea el responsable del blog de cine y literatura Peliculeros, y que de vez en cuando dibuje y exponga algunos de sus garabatos en Ilustraciones Guillermo de la Peña.

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