Nos encontramos
ante una buena idea, que procede del viejo dicho “El tiempo es oro”, que ha sido
desperdiciada por un tipo, Andrew Niccol, en aras de un mensaje chorra, propio
de la izquierda pija. Si lo único que se le ocurre a Niccol (¡El autor de Gattaca! ¡Por todos los dioses!) para criticar al capitalismo es una
película adolescente sobre las andanzas amorosas y peligrosas (huy, huy) de una
pareja pija compuesta por un proletario a lo James Bond y la hija del
supermillonario, es para echarse a temblar
(después de haber bostezado, claro).
Da igual
que la actuación de Justin Timberlake sea denunciable ante el Tribunal de La
Haya, que el ritmo sea una copia mala, de top-manta, de Misión Imposible, o que
los personajes estén más estereotipados que un culebrón venezolano. Da igual.
Es que el guión es una porquería. Si esta izquierda de Beverly Hills se limita a
esta alegoría para criticar la “opresión capitalista”, la diferencia entre ricos y
pobres, y lo injusto que es todo, es mejor que sigan en sus piscinas privadas,
mientras reciben masajes de su terapeuta y contestan a su inversor en bolsa
(puedes ver aquí la biografía de Timberlake). Hay quien dice que esta película
quería ser el emblema de los “indignados” (o “perroflautas”, depende de quién
lo diga) que conectaron sus iPad y smatphones en Wall Street para protestar por
todo a través de twitter. Escalofriante.
Al grano.
La sociedad del futuro ha sustituido el dinero por el tiempo. No hay tarjetas
de crédito o monederos, sino un contador verde fosforito que surge en el brazo
a los 25 años y que refleja el tiempo de vida que queda al propietario: un año.
¿Por qué? No lo explican, las alegorías son así. El crecimiento se detiene a los veinticinco,
que es la media exacta de edad del indignado de Wall Street, a quien se reclama
como espectador a través del viejo truco de la identificación. El tiempo lo
guarda una especia de policía que no sabemos a qué Estado pertenece, llamada: “Los
guardianes del tiempo”.
El
protagonista es un trabajador de una fábrica al estilo fordista; es decir,
aprieta una palanca durante toda la jornada, y nada más. Bueno, hasta aquí,
podría incluso tejerse una trama a lo La
fuga de Logan (la novela de William F. Nolan y George Clayton Johnson es de 1967),
pero no. Cuando crees que vas a ver un thriller, y muere la madre del proletario, te envuelven en una comedia romántica sin gracia,
descabellada, inmadura, torpe, llena de tópicos y sosita. De repente, el tipo
se convierte en un superhombre, un superproletario que vence en todo tipo de peleas, carreras de
coches envidiables para cualquier especialista, con un dominio de la diplomacia
al nivel de la más alta sociedad, y muy muy sexy. En fin, una idiotez. A esto
se suma que quien se supone que controla todo es una especie de gobierno
mundial, a lo club Bilderberg –sí, los indignados creen en la teoría de la
conspiración global-.
Sin duda
alguna es la peor película que he visto en mucho tiempo. No tiene nada
defendible. Un absoluto y completo desastre. Siento el chiste fácil, pero con In time…no pierdas el tiempo.
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