En el año en el que
El Eternauta (
Oesterheld-
Solano, 1957) fue publicado, las invasiones de extraterrestres que aparecían en el ámbito anglosajón eran sobre todo, reflejos del temor a la inestable situación que en plena
Guerra Fría se vivía. Pero el resto del mundo tenía además de esta, otras preocupaciones más inmediatas y que afectaban de manera más directa y en ocasiones dura, sus vidas. En el mundo hispano de ambos lados del océano, los problemas provenían de regímenes dictatoriales y sociedades de cultura militar impuesta.
Siguiendo este mismo principio de utilidad de la ciencia-ficción para manejar las preocupaciones del presente, el escritor
Héctor G. Oesterheld usó una ficción sobre una invasión extraterrestre para reflejar la coyuntura que en aquellos momentos definía sus vidas, en los aspectos más inmediatos. Pero en lugar de presentar un escenario dominado por unas fuerzas extrañas ―el poderoso y lejano enemigo― ideó un modelo estratégico por fases de invasión alienígena basado en la eficiencia, que eliminaba de manera precisa la resistencia local o la reutilizaba en su favor, dejando intactos los recursos del planeta. Un enemigo que pasaba a formar parte desde ese día, de una rutina donde el sometimiento y la permanente sensación de derrota y dominio inevitables eran la norma. Aunque en
La Invasión de los ultracuerpos (
Jack Finney, 1955) se acercan a esa situación, este modelo no parecía ser aceptado como propio por los orgullosos países de ámbito anglosajón-protestante ―los llamados
WASP― en los que no se admitía que estos problemas pudieran formar parte de su cultura. Sin embargo, la verdad es que con el tiempo ha acabado
sirviendo de inspiración en nuestros días en obras culturales que tratan el mismo tema, empezando tal vez en la serie
Falling Skies (
Rodat-Spielberg, 2011~2015) siguiendo por
Colony (
Cuse-
Condal,
2016~2018) o
Nación Cautiva (
Rupert Wyatt, 2019). En estas obras, sus sociedades acaban acatando aunque sea parcialmente ―o usando el recurso de un ficticio dispositivo de control mental― el dominio totalitario, definiendo su funcionamiento y sus jerarquías, donde algunos de entre sus gentes acatan el poder a cambio de ser acogidos en el poderoso regazo de las autoridades, traicionando a su gente o a sus teóricos principios para lograr un protagonismo que de otra manera no conseguirían. Situación que recuerda a la que en países como Francia no quieren recordar y han procurado ocultar, en relación al periodo de ocupación nazi en la 2ª GM y el papel que el funcionariado de aquel país tuvo colaborando con los invasores.
En cuanto a la parte artística, aunque el estilo oscuro del dibujante Francisco Solano se presentaba absolutamente sucio y demacrado, lo cierto es que le otorgaba una sensación angustiosa al relato totalmente oportuna que ayudaba a reflejar esa sensación de fatalidad lúgubre, que el inevitable destino aparentemente presagiaba.
Tras muchos intentos y discusiones sobre la propiedad cultural de la obra,
sus herederos han acordado con una cadena de video por suscripción la realización de una serie, gracias a la gran repercusión cosechada en todo el ámbito hispano y en el mundo del cómic a nivel internacional. Sin olvidar que en su país de origen, Argentina, fue toda una conmoción política lo que junto con la extraña desaparición de su autor, ha transformado la obra en un mito. De alguna manera, logró inadvertidamente traspasar el
cuarto muro del cómic, ya que el autor hace acto de presencia en el propio relato mientras contempla una de las apariciones del protagonista, el viajante de la eternidad. Quizás es tal vez allí el lugar donde se encuentre el desaparecido escritor. En cualquier caso, él y su creación continuarán su viaje en nuestra imaginación, hasta encontrarnos con ellos al final de la eternidad.
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