Green Lantern: The Animated Series

El Síndrome Johns



Por Gabriel Romero de Ávila

En los últimos años hemos visto un crecimiento inmenso de los trabajos de DC en materia de animación, no sólo en formato largometraje (Liga de la Justicia: Crisis en dos Tierras, Green Lantern: Primer Vuelo, las dos partes de El Regreso del Caballero Oscuro, o la más reciente Superman Unbound, entre muchas otras), sino en el mercado de las series de televisión, que fue realmente donde empezó la fiebre, gracias al increíble talento de Bruce Timm y su Batman, y que tampoco se ha detenido desde entonces: Superman, Justice League, Justice League Unlimited, Teen Titans o Young Justice.

DC lleva años siendo reina de la animación de superhéroes, de igual forma que en películas de imagen real les ganan por goleada. 

Lo único que sí se le ha echado en cara en este tiempo es su incapacidad (o falta de intención) de crear un universo realmente compartido, de modo que es frecuente que en muchas de estas series existan claras contradicciones que nunca han intentado solventar. El Green Lantern que aparece en Superman (Kyle Rayner) es otro que el de Justice League (John Stewart), y tampoco tiene nada que ver con el de Primer Vuelo (Hal Jordan), estableciendo en cada una de esas ocasiones que se trata del único y verdadero defensor esmeralda. Los Manhunters se rebelan contra los Guardianes en la primera temporada de Justice League, y también en Green Lantern, y en cada pelea es la primera vez que ocurre, y no sé por qué. Cierto que una serie es un elemento autónomo que debe gozar de cierta independencia, y que no tiene nada que ver el Batman de Bruce Timm de los noventa con este GL de 2012 que ahora estamos analizando… ¿Pero por qué no pueden ser los mismos?


En años recientes ha surgido repetidamente el debate de si la continuidad en los comics es algo positivo o negativo, si atenaza la libertad del autor o son normas necesarias, y supongo que con la animación está pasando algo parecido. Pues desde aquí voy a aprovechar para defenderla. Aquí va mi discurso: Los personajes están englobados en un paisaje amplio y complejo que los define, y que se merece un respeto a la hora de escribir, porque si pretendemos cambiar todo ese paisaje cambiaremos también de forma inevitable al personaje central, hasta el punto de que nadie lo reconozca. Un John Stewart marine y francotirador no tiene absolutamente nada que ver con el John Stewart arquitecto preocupado por la gente sin opciones que era cuando fue creado, y eso no es bueno ni malo, sólo es diferente, como si ahora hacemos que sea chino, o gitano, o un nativo del planeta Maltus. ¿Sería un personaje intrínsecamente mejor o peor? ¿Acaso hay personajes buenos o malos, o sólo guionistas que no saben manejarlos? Yo soy yo y mi circunstancia, que decía Ortega, y cada circunstancia puede ser fantástica si se sabe aprovechar.

Lo que sí es cierto es que los lectores más veteranos que conocieron a Stewart en su origen se merecen el mismo respeto que aquéllos que lo han conocido a través de la televisión, pero en cambio la versión que ahora ha perdurado es la segunda, y ya nadie se preocupa por cómo fue el personaje de por sí. Una vez contaba John Byrne que, cuando dibujaba los X–Men junto a Claremont, recibieron una carta de una fan que opinaba que su personaje favorito de toda la historia de los mutantes era Candy Southern, una novia perdida del Ángel a la que nadie recordaba (que luego sería reutilizada en los 90), pero cuyo regreso (para rellenar, claro) había alegrado el día a esta chica de algún pueblo desconocido, y esto lo contaba Byrne como una de sus mayores enseñanzas: No hay personajes pequeños ni prescindibles; incluso ése que consideras el más tonto que existe puede ser el favorito de alguien, y sólo por eso se merece respeto.

La circunstancia. El porqué Superman vuela, o de qué planeta proviene Bouncing Boy, o qué dijo Eternidad en el Juicio de Galactus que consiguió que liberaran a Reed Richards. Detalles nimios, pero que para un fan veterano constituyen todo un mantra, y que en realidad determina cómo actúa un personaje, porque ha sido esa circunstancia lo que le ha hecho ser cómo es.

Bueno, pues eso, y justamente eso, es lo que flaquea en Green Lantern: The Animated Series, una de las mejores historias que he visto nunca sobre el portador del anillo, y que sin embargo te deja con la sensación de que podía haber sido mejor.

Actualmente en los comics (que en algunos casos todavía son los que marcan a otros medios, y no al revés, como está pasando cada vez con más frecuencia), Green Lantern se ha visto marcado por la inacabada Época Geoff Johns, guionista de habilidad sobradamente demostrada, capaz de las mayores obras maestras (como su temporada en Flash), y de los horrores más peregrinos (como Justice League), de conocer bien a los personajes (como en aquellos episodios dedicados a la Rogue Gallery) y de manipularlos hasta que nadie sepa quiénes son (con tantos ejemplos que mejor ni nombrarlos). Una carrera que en el mejor de los casos podríamos calificar de irregular.


 
Con Green Lantern le ha pasado todo eso. Desde la icónica Rebirth (que marcará para siempre cómo se hace para recuperar un personaje prostituido hasta su misma esencia, transformado, hundido y burlado convirtiéndolo en un villano sin razón de ser, como pasó con tantas locuras de los años 90, y que Johns devolvió a su pura esencia heroica, algo que nunca le agradeceremos lo suficiente), hasta la renovada serie regular que nos contaba quién era ahora Hal Jordan, y cómo se integraría en un mundo que ya no conocía. Marcado eternamente por el fallecimiento de su padre en accidente aéreo, se hacía hincapié en su pasado como piloto de combate, que abandona por insubordinación hacia un superior, recabando en Aviones Ferris, donde será uno de los mejores pilotos de pruebas. Temerario y confiado hasta el extremo, con frecuencia se vuelve inconsciente, lo que transforma al personaje en una caricatura de sí mismo, que no sabe dónde va y actúa sólo por hacerse el macho, casi siempre de manera irresponsable. Así, aunque la caracterización es detallada y se procura buscarle una cohorte de secundarios (Carol Ferris, Cowgirl, los propios Green Lantern Corps), nunca parece que quede muy claro hacia dónde va la serie, ni qué se espera de este renacido Hal Jordan. Johns muestra su enorme talento en episodios concretos (como el reencuentro con Batman en el que resuelven sus diferencias), pero luego parece estar escribiendo de manera automática, sin preocuparse mucho del fondo. Kyle Rayner se desdibuja, los mismos Corps son sólo decorado para que Jordan pueda hacer su machada del día, y se pierde esa tragedia de la que se hablaba en Rebirth para hacer del héroe sólo un medio para unas cuantas escenas de acción tipo Transformers, con mucha destrucción gratuita y muchos rayos. Con el tiempo Johns se habituará a ese modo de escribir (acción por la acción, sin sentido), y ahora es el único que utiliza, pero en Green Lantern aún hizo algunas grandes historias, la última de ellas quizá La Guerra de los Siniestro Corps.


Esa saga en concreto es probablemente una de las mejores de los últimos años, con un villano fuerte imbuido de poderosas convicciones, rodeado de un ejército de seguidores bien caracterizados que en cada aparición realmente daban miedo. Cada número se convertía en épico, extendiéndose por todo el Universo DC y requiriendo la ayuda de muchísimos héroes para combatirlos. Y ganaron. Muy al límite, pero finalmente ganaron.

Ahí es donde Geoff Johns tenía que haberlo dejado. Hasta entonces su trabajo había sido decente, con sólo algunas pegas (Darwyn Cooke determinó en The New Frontier que lo que realmente marcaba a Jordan no era tanto la pérdida de su padre, al que veía como un héroe, sino más bien su pacifismo a ultranza, algo extraño viniendo de un soldado, traumatizado por una amarga experiencia en Corea en la que se había visto obligado a matar), y habría dejado la serie en una situación de dulce tabla rasa sobre la que edificar (Carol Ferris apenas había sido tocada, ni la relación de los Corps con los Gobiernos de la Tierra, ni su auténtica organización). Quién sabe en manos de un guionista clásico lo que podría haber pasado, eso nunca lo sabremos, por desgracia.

Pero no, tuvo que seguir Johns, tuvo que llevar a la práctica sus locos planes de anillos de muchos colores y personajes planos y sin desarrollar, con diseños visuales fantásticos, pero absurdos. Se inventó a los Red Lanterns, con los que el dibujante se deleitó haciendo guirnaldas de fuego y mandíbulas abiertas, pero que en el fondo son todos el mismo personaje (Atrocitus, un villano reconvertido de un antiguo cómic de Alan Moore que ahora de pronto había matado a Abin Sur, y no es comprensible el porqué de ese cambio. ¿Otro padre perdido? Si ya tiene uno. ¿No era mucho más interesante que Abin Sur muriera por efecto del miedo, carcomiéndole las entrañas día a día hasta hacerlo vulnerable, como había escrito Moore? ¿Y no podría haber dado eso pie a una historia mucho más valiosa en la que Siniestro terminaba por entregarse a cultivar el miedo quizá por cómo había visto que destruía a su amigo? Pero no, para qué… Creemos otro villano de dientes apretados y garras, y que él matara al antecesor de Hal Jordan a base de pegarle muy fuerte. Una gran historia, sin duda…).

Después llegaron los Blue Lanterns, depositarios de la esperanza, y la idea promete, pero al final queda en nada también. 

Brother Warth es un Ganesha espacial, pero no hay absolutamente nada sobre él, no se conoce su origen ni el porqué de las cosas que hace, y hasta cualquier posibilidad de una trama (¿alienígenas con cabeza de animal interviniendo desde tiempos remotos en la historia de los hombres?) queda rota desde el momento que la Luz Azul es algo nuevo en el Universo DC, creada sólo a través del cisma de Ganthet, que se separa del resto de Guardianes y crea sus propios Corps, por lo que no es factible una historia anterior. O sea, que ni crean una historia para Warth ni la hacen posible, es sólo otro alienígena más con un anillo luminoso, y lo siento, pero es que de eso ya teníamos unos cuantos miles antes que él. 


Y así ha ido todo en adelante: Larfleeze o el Gollum Corps, la Tribu Índigo que ni siquiera habla una lengua comprensible, los Black Lanterns o cómo apuntarse a la moda zombie sin que lo parezca, los White Lanterns o… ¿qué demonios son los White Lanterns? ¿Hay alguien que de verdad lo entienda? ¿Cómo que la Vida empezó en la Tierra antes que en ningún otro mundo del Universo DC? ¿Entonces qué son los Guardianes, una especie de usurpadores cósmicos?

De Flashpoint y el reboot parcial mejor no hablamos, porque el sinsentido se prolonga sin que nadie procure pararlo, y en eso estamos todavía, creyendo que un pollo sin cabeza logrará encontrar la senda a casa sin mancharnos demasiado de sangre, aunque todavía no sabemos dónde puede ser que dejara la cabeza. Ni lo sabremos.

¿Y qué decir de Green Lantern: The Animated Series, la excusa que empezó todo este discurso? Pues que es hija meritoria del Síndrome Johns, heredando sus virtudes y sus innumerables defectos, como si nunca hubiera habido Corps antes de él: aparecen los Blue Lanterns y son igual de insípidos, Atrocitus con sus dientes apretados, Larfleeze y su codicia sin fin, los Guardianes y sus decisiones absolutamente indeseables (¿no serán ellos los auténticos villanos, después de todo?), Carol Ferris convertida en una burla de sí misma, las Zamaron como esclavas del amor maligno, los Manhunters irreconocibles, y un Hal Jordan que sólo es un medio para contar aventuras espaciales, sin que importe en ningún momento quién es él. No tiene vida propia más que en el primer episodio, y no tarda en sacrificarla para irse de viaje cósmico a rincones inexplorados. Un Star Trek con anillos esmeralda, un personaje vacío que sólo importa por los mundos que visita. Tanto es así que incluso Guy Gardner se burla de ese detalle: Haces bien en llevar la máscara, no vaya a ser que alguien te reconozca… ¡en este mundo deshabitado!

Y Jordan se sonroja, pero el guionista no.

Vale que yo tengo un defecto de base para disfrutar estos episodios, y es que mi primer contacto con el personaje no fue la época de Geoff Johns, sino la de Len Wein y Dave Gibbons, hace muchísimo tiempo, cuando Hal Jordan acababa de volver de su exilio espacial y simultaneaba las misiones para los Guardianes del Universo con su trabajo como piloto de pruebas para Ferris Aircraft. Tiempos remotos en que tenía una verdadera identidad secreta que le importaba, había secundarios valiosos, y los Guardianes no eran los malos de la película. Cierto que no eran la panacea, y hoy en día esas historias sencillas ya no son recuperables, pero tampoco me gusta que el héroe se convierta en secundario de su propia serie de animación, y la acción se centre en la historia de amor entre un Red Lantern renegado y una androide Green Lantern, que por bien escritos que estén, siguen siendo secundarios. Cuando el protagonista sobra y los secundarios toman el control, es que el guionista no ha entendido quién es Hal Jordan, y la serie debería llamarse Green Lantern Corps, o Lantern Corps a secas, y entonces quizá tuviera sentido.

Bueno, recapitulemos, que como siempre, me desvío. Green Lantern: The Animated Series consta de 26 episodios de una única temporada (que parece que no se van a repetir), dividida en dos tramas distintas: la batalla contra los Red Lanterns (episodios 1 al 13), y la batalla contra el Antimonitor (episodios 14 al 26). Hal Jordan, GL del Sector 2814, se junta con Kilowog, mentor de reclutas y único superviviente del planeta Bolovak Vix, para investigar ambos asuntos por las zonas más alejadas del Universo Conocido. Y ahí empieza todo. Los Manhunters, las Zafiro Estelar, thanagarianos o maltusianos desfilan por los distintos capítulos sin que queden muy claras las razones de cada aparición, o su forma de proceder, y el final de cada subtrama es bastante simplón. De verdad, ¿era lo mejor que podían hacer con el Antimonitor? ¿Eso?

Que no parezca por mis comentarios que pienso que es una serie mala, en absoluto. Es divertida, muy disfrutable, llena de momentos de acción trepidantes y otros más sensibles que hasta te emocionan, y con unos personajes con los que acabas por encariñarte, aunque sean secundarios. ¿Que es mejorable? Sí, mucho. ¿Que es una representación digna del Green Lantern de hoy en día? Desde luego. Que como decía Greg LaRoque, siempre una adaptación mala es mejor que ninguna adaptación (aunque Alan Moore dice que cada obra está creada para el medio en que la idearon, y cualquier forma de adaptarla a otro medio es de por sí una transgresión, y desde luego para mí la palabra de Alan Moore es más valiosa que todas las Biblias).

En fin, que sepamos disfrutar esta serie en la medida que no es fácil que haya otra sobre el personaje en mucho tiempo, que sepamos que no es una mala serie ni mucho menos, aunque sí que es cierto que ha sido creada en una época oscura en cuanto a ideas para el cómic, y eso se nota, y lo sufre, y sobrevive con las pocas posibilidades que le dejan tener.

Yo le daría un aprobado. Justito, y lleno de posibilidades perdidas, pero aprobado después de todo.

Publicado por J. J. Arnau suscribirse a los artículos de J. Javier Arnau: Hay dos momentos claves que marcan su vida; la visión de La Guerra de las Galaxias, y la lectura de El Señor de los Anillos. Bueno, y Galáctica, y Doctor Who, y Asimov, Clarke, Orson Scott Card, Lovecrafft, Poe, Robert Howard, y Star Trek, Espacio 1999, El Planeta de los Simios (la serie),… el rock duro y el heavy metal. De vez en cuando, para desintoxicarse, se mete unas dosis de novela histórica (imaginando un escenario fantástico…). En fin, que ha tenido una vida muy marcada. Y así ha acabado, claro, ¿qué se podía esperar? (Blogs: Por Si Acaso: Previniendo Desastres, Delirios Varios, Currículum Literario)

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