“EVA”: Cuando la voluntad de hacer historia es más fuerte que cualquier otra cosa.
Una vez leí que la historia la escriben los vencedores, pero avanza a saltos sobre la espalda de los genios. Da igual que tengan todo en contra, da igual que la situación no sea la propicia, o la crisis, o la luna llena, o San Pedro que baje. Ante el verdadero talento el universo entero rinde pleitesía, y ninguna fuerza es capaz de pararlo. Alejandro Amenábar ya demostró que incluso en estos tiempos se puede hacer cine español bueno (sí, no son términos contradictorios, aunque lo parezca), igual aquí que desde el extranjero, y le llovieron premios. Kike Maíllo ha demostrado que también se puede hacer buena ciencia–ficción en España. Con dos cojones. Este país nunca ha sido mayoritariamente fan de la ciencia ficción en ninguna de sus formas, y las novelas y revistas temáticas solían quedar relegadas a círculos cerrados y comunidades frikis excesivamente endogámicas. Pero algo está cambiando en los últimos años, y ahora pueden verse libros de relatos, ensayos y narrativa claramente enmarcados en el género CF que se codean en las librerías con la última obra de Pérez Reverte o el nuevo volumen de las aventuras históricas de Manfredi, que multiplica como si fueran clones. Y no me refiero sólo a autores extranjeros, sino incluso a los patrios, que de pronto han salido nuevamente a la luz como aquéllos hombres inconscientes del mito de Platón, o como los Morlocks que quieren reconquistar la Tierra. La ciencia–ficción está de moda, y ya nadie puede negarlo.
“EVA” es una grandísima película de ciencia–ficción que en nada tiene que envidiar a las grandes superproducciones americanas, al cine de autor francés o a las maravillas sin nacionalidad de Amenábar. Es una película hecha con gusto, es un disfrute para el espectador desde el primer minuto, sintiendo que se le trata, no como un simple consumidor sin voz ni voto, sino como un ser inteligente que merece respeto. Y Kike Maíllo trata al espectador con un verdadero respeto, el mismo que se le debe profesar a él.
La historia (procuraré no desvelar mucho si aún no te has decidido a verla) trata del regreso del encumbrado robotista Alex Garel a la nevada población de Santa Irene, donde estudió, requerido por la Universidad para fabricar el primer niño robot perfecto, que él mismo ayudó a diseñar diez años atrás sin que nunca llegara a terminarlo. Allí se encuentra con su hermano David, la esposa de éste (Lana, con la que Alex vivió una historia de amor cuando eran jóvenes), y Eva, la hija de ambos, con la que Alex se obsesiona queriendo convertirla en modelo para su niño robot. Una historia clásica que sin embargo no empalaga, ni sabe al típico déjà vu que nos vende siempre el cine americano. En “EVA” todo sabe a nuevo mezclado con un regusto curioso por lo antiguo. Es el año 2041, y el desarrollo de la robótica es brillante, habiendo creado máquinas que sirven como asistentes perfectos en toda clase de tareas, mientras que el ambiente general (ropas, coches, decoración de interiores) guarda un nostálgico tono a años 70 voluntariamente retro. A la vez que Alex construye la red neural de su androide dibujando en el aire. Lo antiguo con lo nuevo, lo moderno con lo vintage. ¿Y no es así nuestra propia sociedad? ¿No es creíble un mundo futuro donde vuelvan a estar de moda “Los ángeles de Charlie” (otra vez)?
Eva corre entre la nieve aterradoramente blanca con su precioso abrigo de color rojo, como aquella imagen escalofriante de “La lista de Schindler”, o el globo naranja de “Reservoir dogs” que nos decía quién era el traidor. En “EVA” el continente es tan importante como el contenido, y el simbolismo es brutal. Pero desde luego lo mejor con diferencia son los personajes, o mejor aún la interacción entre actores y personajes, porque la unidad es completa. Alex Garel y su deseo de crear un robot libre (el viejo tema de la libertad del androide, como Pigmalión, o el Golem, o “Inteligencia artificial” o “Blade runner”, con la eterna lucha del esclavo cibernético por convertirse en un hombre). David Garel y su deseo de no ser un segundón, con toda su preciosa vida hecha añicos simplemente con el regreso de su hermano, que vuelve a ser el mejor de los dos y le reduce al estado de niño. Lana y el triángulo amoroso, pues ama a los dos pero de distinta forma. Y Eva, la fantástica Eva, la enigmática y estupenda Eva, que con su mirada de niña se convierte en un imán para toda la película, haciendo que el resto de personajes (y actores) graviten a su alrededor y se rindan a sus deseos. Una actriz increíble, y un futuro prometedor para el cine de este país.
Como digo, la historia de “EVA” no es para nada novedosa, pero está rodada de una forma tan deliciosa, tan acertada, que hay que verla. Y encima es española, y sólo por el valor de plantear la idea de una gran película de ciencia–ficción española, ya hay que apoyarla.
Y además te explica a dónde van los robots cuando mueren.
“EVA” es una grandísima película de ciencia–ficción que en nada tiene que envidiar a las grandes superproducciones americanas, al cine de autor francés o a las maravillas sin nacionalidad de Amenábar. Es una película hecha con gusto, es un disfrute para el espectador desde el primer minuto, sintiendo que se le trata, no como un simple consumidor sin voz ni voto, sino como un ser inteligente que merece respeto. Y Kike Maíllo trata al espectador con un verdadero respeto, el mismo que se le debe profesar a él.
La historia (procuraré no desvelar mucho si aún no te has decidido a verla) trata del regreso del encumbrado robotista Alex Garel a la nevada población de Santa Irene, donde estudió, requerido por la Universidad para fabricar el primer niño robot perfecto, que él mismo ayudó a diseñar diez años atrás sin que nunca llegara a terminarlo. Allí se encuentra con su hermano David, la esposa de éste (Lana, con la que Alex vivió una historia de amor cuando eran jóvenes), y Eva, la hija de ambos, con la que Alex se obsesiona queriendo convertirla en modelo para su niño robot. Una historia clásica que sin embargo no empalaga, ni sabe al típico déjà vu que nos vende siempre el cine americano. En “EVA” todo sabe a nuevo mezclado con un regusto curioso por lo antiguo. Es el año 2041, y el desarrollo de la robótica es brillante, habiendo creado máquinas que sirven como asistentes perfectos en toda clase de tareas, mientras que el ambiente general (ropas, coches, decoración de interiores) guarda un nostálgico tono a años 70 voluntariamente retro. A la vez que Alex construye la red neural de su androide dibujando en el aire. Lo antiguo con lo nuevo, lo moderno con lo vintage. ¿Y no es así nuestra propia sociedad? ¿No es creíble un mundo futuro donde vuelvan a estar de moda “Los ángeles de Charlie” (otra vez)?
Eva corre entre la nieve aterradoramente blanca con su precioso abrigo de color rojo, como aquella imagen escalofriante de “La lista de Schindler”, o el globo naranja de “Reservoir dogs” que nos decía quién era el traidor. En “EVA” el continente es tan importante como el contenido, y el simbolismo es brutal. Pero desde luego lo mejor con diferencia son los personajes, o mejor aún la interacción entre actores y personajes, porque la unidad es completa. Alex Garel y su deseo de crear un robot libre (el viejo tema de la libertad del androide, como Pigmalión, o el Golem, o “Inteligencia artificial” o “Blade runner”, con la eterna lucha del esclavo cibernético por convertirse en un hombre). David Garel y su deseo de no ser un segundón, con toda su preciosa vida hecha añicos simplemente con el regreso de su hermano, que vuelve a ser el mejor de los dos y le reduce al estado de niño. Lana y el triángulo amoroso, pues ama a los dos pero de distinta forma. Y Eva, la fantástica Eva, la enigmática y estupenda Eva, que con su mirada de niña se convierte en un imán para toda la película, haciendo que el resto de personajes (y actores) graviten a su alrededor y se rindan a sus deseos. Una actriz increíble, y un futuro prometedor para el cine de este país.
Como digo, la historia de “EVA” no es para nada novedosa, pero está rodada de una forma tan deliciosa, tan acertada, que hay que verla. Y encima es española, y sólo por el valor de plantear la idea de una gran película de ciencia–ficción española, ya hay que apoyarla.
Y además te explica a dónde van los robots cuando mueren.
Gabriel Romero de Ávila
Película: Eva. Dirección: Kike Maíllo. Países: España y Francia. Año: 2011. Duración: 94 min. Género: Ciencia-ficción, drama. Interpretación: Daniel Brühl (Álex), Claudia Vega (Eva), Marta Etura (Lana), Alberto Ammann (David), Lluís Homar. Guion: Sergi Belbel, Cristina Clemente, Martí Roca y Aintza Serra. Producción ejecutiva: Sergi Casamitjana, Aintza Serra y Lita Roig. Fotografía: Arnau Valls Colomer. Montaje: Elena Ruiz. Diseño de producción: Laia Colet. Vestuario: María Gil. Distribuidora: Paramount Pictures Spain. Estreno en España: 28 Octubre 2011. Calificación por edades: Apta para todos los públicos.
http://planetasprohibidos.blogspot.com/2012/01/eva-critica-de-gabriel-romero-de-avila.html?showComment=1327789341661#c4915795354490828909'> 28 de enero de 2012, 23:22
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