La épica de los dioses que no son dioses
¡Atención: spoilers, y bastantes!
Segundo lanzamiento (después de “Iron Man 3”) de la llamada fase 2 de Marvel Studios (que incluye eventos posteriores a “Los Vengadores”, punto final de la fase 1), y adaptando de forma bastante libre la llamada Saga de Surtur, que escribió y dibujó Walter Simonson en los años 80, llega a las pantallas españolas “Thor: el Mundo Oscuro”, la nueva entrega de las aventuras de este dios nórdico metido a superhéroe que intenta a duras penas compaginar su vida asgardiana con la devoción que siente por la gente de la Tierra (Midgard, para su gente), consiguiendo tan solo que tanto unos como otros acaben enfadándose con él.
Pero vayamos por partes: La historia que cuenta esta película es bastante sencilla, en realidad. Hay un mal antiquísimo que guardaron en un lugar tan remoto que pensaron que nunca nadie lo iba a encontrar, pero como es lógico siempre hay alguien tan buenazo o tan tonto como para encontrarlo y dárselo en bandeja al villano que en un primer momento había fracasado, y ya tenemos el conflicto otra vez, como si no hubieran pasado los siglos. Ya está. No busquéis más trama, porque no la hay. Y sí, lo habéis visto y leído mil millones de veces, pero a nadie se le ocurrió una premisa mejor.
Pero es que las virtudes de “El Mundo Oscuro” no están en su trama, o quizá sí, porque de tan simple y tan manida recuerda sin ningún pudor a las viejas historias épicas de las que provienen estos dioses de Asgard, y Thor deja de ser un superhéroe al uso para convertirse en protagonista de todas las gestas clásicas que canta la humanidad desde el comienzo de los tiempos. Es como ver las Eddas llevadas a la pantalla grande, pero a la vez pasadas por el tamiz de las grandes batallas cósmicas estilo Marvel. Porque si algo dejaban claro desde la primera película es que estos tipos no son realmente dioses, sino solo seres mucho más avanzados que nosotros, tanto en su biología como en su nivel tecnológico, y eso hace que no los entendamos demasiado, del mismo modo que ellos tampoco entienden mucho a los verdaderos dioses (alguien como Eternidad, por ejemplo). Asgard y sus leyendas (Yggdrasil, el árbol que conecta los Nueve Mundos; Heimdall, el guardián del Puente del Arco Iris; o Mjolnir, el martillo de Thor) son más alienígenas que dioses, son entes cósmicos con una capacidad tal para manipular energía y profundizar en los secretos de la Creación que a sus ojos los humanos parecemos hormigas. Solo Thor entre todos ellos (y se entiende que también Odín, por su gran sabiduría, y porque fue quien tuvo la idea de desterrar a su hijo en la primera película) entiende la grandeza de los humanos, y por ello se ha erigido en protector del que sin duda es el más débil de los Nueve Mundos, quizá no tanto por falta de poder (a estas alturas la Tierra ya dispone de Los Vengadores, que sin duda darían bastante guerra en ausencia del Dios del Trueno), sino seguramente por su incapacidad para comprender a los otros ocho planos de existencia.
Pero volvamos a la trama, a lo épico y lo grandioso de esta historia. Los guionistas han tomado aquellos viejos cómics de Simonson (con su look demasiado anticuado hoy en día, aunque en los 80 fueran lo más moderno), y les han hecho un lavado de cara, que falta hacía, quitando a Surtur de en medio (¿reservándolo tal vez para la tercera entrega, que anuncian que traerá el Ragnarok de los dioses nórdicos?), y proclamando a Malekith como gran villano único, que aquí en lugar de buscar el Cofre de los Antiguos Inviernos para liberar a los Gigantes de Fuego (lo cual era un poco extraño… ¿Inviernos para liberar al fuego? ¿Eh?), se dedica a controlar el Éter, el mítico quinto elemento de la naturaleza por cuya existencia apostaban los sabios desde antes de la época de Sócrates, y que en la cinta es reflejado como una fuerza primordial del Universo capaz de unirse a seres vivos y dotarlos de un inmenso poder (no en vano algunos han querido ver en esto una posible explicación para la Fuerza Fénix que dominó a Jean Grey, y entiendo que le encuentren parecidos, aunque no hay nada que lo haga demasiado explícito). En este caso la víctima involuntaria que libera el Éter es ni más ni menos que Jane Foster (la enamorada del Vengador de la melena rubia, a quien sigue buscando desde la primera película), en una casualidad demasiado casual que es lo que hace mover la historia (aceptaremos barco, ¿no?, una vez más). Thor se la lleva a Asgard para protegerla de esa maligna energía cósmica al tiempo que procura defenderse del terrible Malekith, librando una guerra que ya a su propio padre le costó gran esfuerzo ganar en la Antigüedad.
Y entonces es cuando de verdad empieza la historia, donde vemos las inmensas virtudes de esta película. Si el primer “Thor” ocurría en su mayor parte en la Tierra, y era ésta el motivo de la historia (y la lección que tenía que aprender el héroe), aquí la razón de todo es Asgard, el lugar de la batalla, la protagonista última con sus maldades y sus tejemanejes, el motor que vemos avanzar a una velocidad vertiginosa hasta que nos explota en la cara. Thor ha madurado, y cuando encara a su enemigo es un ser profundo y maduro que sabe lo que quiere, un gran rey que no ambiciona el trono, ni siquiera cuando su padre se lo ofrece, y que no ansía más que la paz en los Nueve Reinos y un terruño en el que estar junto a su amada. Sin embargo, también es el campeón de sus dos patrias, y cuando la crisis estalle y sea más necesario que nunca, él sabrá responder a lo que se espera de un héroe, y plantar cara a una raza entera de Elfos Oscuros, aunque tenga que dar su vida para derrotarlos.
Los guionistas saben lo que hacen, se nota, y combinan a la perfección (mucho mejor que en otras cintas de Marvel Studios, incluyendo las multimillonarias “Los Vengadores” y la saga de Iron Man, que yo veo mucho más flojas que ésta) la acción, la épica y el humor para todos los públicos, llenando de dramatismo los momentos que lo piden y relajando otros, para conformar una historia muy equilibrada que se puede disfrutar a cualquier edad.
Momentos impagables los que protagonizan Loki y su madre, ambos magníficos, no solo por los maravillosos actores que los representan (mucho más afianzados en sus papeles, como le ocurre a todo el elenco), sino porque la historia se recrea en ellos durante muchos minutos, conformando una relación de amor y odio que no se había podido desarrollar antes, y que nos habla de la perfecta definición del complejo de Edipo. Loki está absolutamente enamorado de su madre y anhela su completa atención, aunque al final no pueda hacer nada por ella. La escena del entierro vikingo es sublime, tan solo superada por el patetismo de Loki atrapado en su celda, que solo entonces se convierte en una verdadera prisión, y él en una caricatura de sí mismo, pues de nada le sirve todo su inmenso poder si no ha sido capaz de ayudar a la única persona a la que realmente quiere. Impresionantes.
Lo que viene después ya es el espectáculo habitual de efectos especiales y acción a todo tren, siempre supeditado a la historia, y no al revés, lo cual es todo un lujo hoy en día. Thor hace muy bien su papel de guerrero y campeón de los Nueve Mundos, y es inteligente que el mal se propague a la Tierra (aunque se evita a propósito la parte del cómic en la que aparecían una nueva glaciación y una moderna encarnación de los Vengadores, porque entonces ésta habría dejado de ser una película del Dios del Trueno), y el desenlace, aunque esperado, no deja de ser convincente. Quizá falta una explicación de quién liberó el Éter y por qué, aunque entre tanta nave destruyendo campus universitarios, no te das ni cuenta.
En definitiva, una película de superhéroes que busca alejarse de los tópicos, muy entretenida, muy bien escrita y bien llevada, y con unos personajes que cada vez están más brillantes.
Sobre todo en esas dos escenas finales, que te dejan con ganas de más aunque sepas que todavía quedan muchos meses. Que antes veremos de nuevo al Hobbit, otra vez al Capitán América y al segundo Spider–Man, y también a los mutantes jugando con la bala fantasma de Kennedy, y solo después de mucho tiempo sabremos cómo acaban las grandiosas aventuras del dios alienígena Thor, el dios que no era un dios ni pretendía serlo, pero que cada vez nos lo hace pasar mejor con películas como ésta.
Espero que, si realmente deciden adaptar el Ragnarok en la tercera entrega, al Dios del Trueno le pase como en la frase clásica, y los rumores de su muerte sean de lo más exagerados.
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