Por cortesía de J. E. Álamo, autor de Tom Z Stone y Tom Z Stone 2:
Let It Be (entre otras), publicamos aquí un relato inédito de Tom Z
Stone.
Merry Xmas, Tom!
“I´m dreaming
of a white Christmas”
Bing Crosby
–¿Y
esto? –Mati sostiene un paquete rectangular forrado de morado y con un delicado
lazo negro a modo de remate en una esquina.
–Un regalo –responde Stone–. Es
Navidad. Ya sabes, llega el hombre gordo vestido de rojo con un saco a la
espalda y se cuela en tu casa y coloca regalos debajo del árbol. Vino anoche y
te dejó eso.
Mati enarca una ceja mientras
juguetea con el lazo.
–Si pillo a un tipo debajo del árbol
que no seas tú, le hago un agujero extra en el culo.
–Niña, es Father Christmas, Papá
Noel, Santa Claus... Joder, la ilusión que me hacía de crío en el viejo Gales.
–Aquí somos más de los Reyes. Ya
sabes, tres tipos que viajan en camellos y se cuelan en tu casa y te dejan los
regalos al lado del belén. Vienen la noche del día cinco al seis de enero...
Ahora que lo pienso, mejor que no los pille a ellos tampoco merodeando por
aquí.
–Los Reyes Magos... –musita Tom con
gravedad–. Cuando vine a vivir a España ya no creía en Papá Noel y menos en los
Reyes Magos. Y los únicos camellos que conozco ni siquiera te escupen gratis. Y
mi padre había muerto. Desde entonces, cultivo un odio exquisito hacia la Navidad. Pero hoy es
diferente... espero.
Mati sigue manoseando el envoltorio,
luego sacude con suavidad la caja.
–¿Qué es?
–Un lanzallamas con los depósitos
repletos de brea líquida.
–Eso quiere decir que lo abra, ¿no?
Stone enciende un cigarrillo y
sonríe. –Me gusta que me leas la mente, es lo que tiene el amor.
Mati suelta un bufido y acaba por
desenvolver el regalo. Stone mientras tanto, enciende la radio. Se oye un
villancico cantado por Lennon y Yoko Ono.
–Yo no te he comprado nada, Tom. Me
fastid... ¡Joder! –Levanta la vista del interior de la caja y la clava en él.
El reanimado le guiña un ojo.
–En realidad no importa, nena; tú
ponte eso y los dos tendremos nuestro regalo.
Mati saca la prenda del interior de
la caja, la observa con un ojo cerrado y vuelve con Stone.
–¿Es mi talla?
–Mmm, yo diría que no. La idea es
que te quede... ajustado.
–Cabrón –se ríe Mati y se escurre
hacia el dormitorio.
–Sí, la verdad es que sí –sonríe
Stone para sí mismo.
Gato entra desde la cocina y se
restriega contra la pierna del investigador. En la radio ahora suena White Christmas de Bing Crosby. Stone se
sirve una copa que apura con calma mientras mira por la ventana.
–Tooom... –la voz se insinúa
melosa–. Ya he envuelto tu regalooo.
Stone se agacha, acaricia a Gato y
sube el volumen de la radio. La voz de Crosby le persigue en su camino hacia el
dormitorio. Abre la puerta y se asoma.
–Nena –la voz del hombre ha cobrado
una ronquera repentina–, acabas de conseguir que vuelva a amar la Navidad.
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