La
maldita nostalgia es siempre una experiencia sadomasoquista y nos
recuerda el paso terrible del tiempo sobre aquello que nos gustó en
una época y por otra parte (¡ay!) que los tiempos están cambiando
como decía el bueno de Bob Dylan y ya nada volverá a ser lo que fue
en una ocasión. Aunque todo se pretenda actualizar, los tiempos ya
no son los mismos y todo es diferente para bien y para mal. El primer
Posesión
infernal
(82) tardó casi dos años en rodarse (1979 y 1980) con ayuda de
unos colegas universitarios de Raimi: Rob Tapert y el imprescindible
Bruce Campbell (¡no quiero morirme sin conocer a este tío!); se
lanzó en 1981 con vistas al futuro mercado del video de aquellos
años (el querido VHS), y se consagró de cara a festivales como
Sitges (desmayos incluidos) y piropazos como el que le soltó Stephen
King en su día como la cinta más salvaje que había visto aquel
año. Y lo mejor de todo es que solo había costado unos 350.000
dólares y Sam Raimi apenas contaba con veintidós años a cuestas en
aquel tiempo. Montada con ayuda de un tal Joel Cohen (¿les suena de
algo?) mezclaba zombis y posesiones demoniacas en un solo cuerpo,
pero su fuerza estaba no tanto en su desarrollo como en su
realización: el llamado “estilo Raimi” que hacía de la cámara
una fuerza enloquecida que arrasaba todo a su paso (el demonio del
bosque, conseguido a base de colocar una cámara de 16 m/m en el
morro de una moto). Una secuela magistral, Evil
dead 2
(87) llamada aquí jocosamente Terroríficamente
muertos y
una tercera entrega que ya perdía gas: El
ejercito de las tinieblas
(92) antes de que Raimi quedase reducido a un aplicado pero
impersonal artesano con la sobrevalorada saga Spiderman
(sí señores, me expongo a ser lapidado) mientras los fans de toda la
vida pedíamos la vuelta de ASH-Bruce Campbell al bosque demoniaco y
su cabaña. Se habló de una cuarta parte situada en un posible
futuro postnuclear o un remake… y ahí muchos nos echamos a
temblar. Hay un dicho que dice que no es buena idea intentar mejorar
lo que ya de por sí es inmejorable, a no ser que intentes contar
algo diferente.
Un corto en youtube “Ataque
de pánico”
(2009) con millones de visitas a cuestas, fue la carta de
presentación del publicista uruguayo Fede Alvarez. Llamó la
atención de Raimi a modo de milagrosa lotería y el resto es
historia. Un proyecto de invasores extraterrestres que nunca levantó
el vuelo y un posible remake con guion de Diablo Cody (que no aparece
en los créditos finales por cierto) a rodar en Nueva Zelanda. No
olvidemos que el Peter Jackson de sus inicios gore (el de Mal
gusto
y Bad
Taste)
le debe mucho a Raimi. De un tiempo a esta parte, cuando pensamos en
remakes, suele venirme a la memoria el francés Alexandre Aja (Las
colinas tienen ojos
2006) como uno de los mejores a la hora de perpetrar un trabajo;
rehacer lo ya hecho, que suele acabar en desastrosos resultados.
Ahora tenemos a otro digno realizador a la hora dar una hábil
relectura a lo que todos dábamos por conocido.
Mia, (Jane Levy) una
yonqui adicta al caballo, es llevada a una cabaña en medio del
bosque para pasar el mono por su hermano David (Shiloh Fernandez) y
sus antiguos compañeros de instituto Eric (Lou Taylor Pucci), Olivia
(Jessica Lucas) y Natalie (Elizabeth Blackmore). La antigua cabaña
familiar ha sido al parecer víctima de rituales demoniacos y
acontecimientos aberrantes. El estado de Mia empeora, se encuentra un
libro muy especial con un conjuro que invoca una presencia demoniaca…
y se desata el infierno. Quien espere una cámara enloquecida con
parkinson todo el tiempo, se llevará la primera sorpresa. Fede
Alvarez rueda con una sorprendente sobriedad estética. Filmada a lo
largo de unas setenta noches con un presupuesto de entre quince y
diecisiete millones de dólares y distribuida por la Sony/Tristar,
del sabor underground de la primera entrega se ha pasado a una
sofisticación “hard” que no tiene reparos en abrazar lo salvaje
y el gore explícito para no traicionar el espíritu radical del
original a pesar de que ni de lejos va a poder estar a su altura a
nivel de salvajismo.
Son otros tiempos, por brutos que nos
pretendamos poner, estamos ya muy lejos del arrojo y atrevimiento de
los originales. Incluso Anticristo
(2009) de Lars Von Trier que viene a ser un remake a la europea de
Evil
dead
resulta más atrevida y perturbadora. Aquí Fede Alvarez evita el
humor retorcido de la saga original -claro que la primera entrega
original era más seria de lo que se dice. El esquema argumental es
parecido; la cabaña, el grupo de amigos, la invocación, las
posesiones, etc… hay cambios y giros sorpresa (debe haberlos), pero
las poseídas ya no me dan el miedo de los endemoniados originales.
Jane Levy está incluso sexy de poseída (magistral escena del beso
con lengua seccionada) y Lou Taylor Pucci se revela más carismático
en pantalla que el soso Shiloh Fernandez en las (dolorosas) escenas
que ambos comparten.
Un dato preocupante es que los aficionados USA
de última generación la confundan antes con la discreta Cabin
in the Woods
(2009) de Drew Godard, un “puding” que bebe de múltiples títulos
y olviden la Evil
dead
original como si nunca hubiese existido. Prueba del irritante
fenómeno de la “memoria de pez” de los aficionados del que se
alimenta el fenómeno de los remakes más nefastos y gratuitos.
Y a
pesar de que señor Fede Alvarez, usted ha aprobado con notable, lo
que no está nada mal, la nostalgia no debe tentarnos, estos son
otros tiempos.
Jorge Zarco Rodríguez
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