La ciencia-ficción suele ser un oportuno telón de fondo para contar historias sobre todo tipo de aspectos de la condición humana. Sin embargo, en muy pocas ocasiones el sexo ha ocupado uno de sus principales argumentos. Tal vez sea debido a que gran parte de la difusión de este género proviene de países tradicionalmente puritanos, o por la existencia de ciertos prejuicios a la hora de tratar estos temas.
Naturalmente, la presencia del sexo en el género fantástico en general, difiere en gran medida según la época, la cultura y el tipo de obra de la que se trate. A grandes rasgos, parece que sea difícil de encontrar en las obras pertenecientes a la parte más «dura» de la ciencia-ficción, mientras que en la fantasía épica, en la space opera, o en el manga, es habitual la presencia de multitud de elementos eróticos más o menos evidentes. Como suele ocurrir a menudo en todo lo relacionado con las obras de ciencia-ficción, en éstas suelen coexistir dos tramas básicas. Una de ellas de corte especulativo, derivada directamente de la ciencia-ficción —y que es por la que se puede incluir a una obra dentro de este género— y otra paralela que puede tratar de cualquier otro tema —política, economía, sociología, filosofía, religión, etc— y, por supuesto, el sexo. Una vez establecidas las tramas básicas existen tres formas principales de acometer una historia. La primera de ellas consiste en considerar la parte especulativa como un mero escenario útil para desarrollar una historia, claramente desvinculada de la primera —Alien o Avatar—. La siguiente consiste en amalgamar ambas de forma que la parte especulativa forme parte inseparable de la trama principal, en la que se desarrollan otro tipo de intrigas políticas, amorosas, etc. —Pitch Black—. Y finalmente, aquellas en las que el tronco argumental básico consiste en la parte especulativa, en la parte de ciencia-ficción, junto a la cual suelen estar de accesorio el resto de temas —2001, Una Odisea del Espacio, Yo Robot—.
Por supuesto, si se habla del sexo como tema principal de una obra, una mayoría pensará en el porno —vale, yo también—. Salvo la versión pornográfica de Avatar, de la que me acabo de enterar —es cierto, lo prometo—, no conozco ninguna otra obra de cine pornográfico ambientada en un escenario de ciencia-ficción, pero seguro que hay alguna ya que puestos a excentricidades, como ven, hay de todo. Pero parece evidente que el tratamiento del sexo en su vertiente más «blanda» —con perdón— en las obras de ciencia-ficción, se circunscribe claramente a las dos primeras formas de las tres citadas anteriormente, ya que apenas conozco alguna obra de ciencia-ficción cuyo tema principal sea el especulativo sobre el sexo en sí mismo, siempre y cuando entendamos éste como el relacionado con el erótico, y no el reproductivo. Desde un punto de vista biológico, existen múltiples referencias sobre todo tipo de imaginarias e hipotéticas formas de reproducción, de órganos sexuales y de atributos. Pero no nos referimos a esto, ¿verdad?
Cameron tuvo una estupenda oportunidad en Avatar (2009), su aclamado e «innovador» trabajo, para «ilustrarnos» con alguna interesante especulación sobre cómo una especie alienígena mantiene relaciones sexuales, qué clase de estímulos eróticos pueden tener dos miembros de una especie extraña y supuestamente distinta a la humana, y según quieren hacer parecer, mejor. Pero lo que vino a demostrar es que el sexo, en todo arte cuyos espectadores son humanos, sólo es sexo si es humano también. Y si los parámetros por los que se valora su puesta en escena son los comerciales, más todavía. Hace ya unos cuantos años, recuerdo que me impactó bastante ver a un pato tener relaciones con una hembra... humana —Howard The Duck (1973)—. Aunque esto podría incluirse dentro de los límites de la zoofilia, la verdad es que el pato protagonista tenía bastante poco de pato, y mucho de hombre. Por la forma de mirar a Lea Thompson claro, no por otra cosa (aunque tampoco puedo atestiguarlo).
Otra cuestión que no se puede obviar, aunque se corra el riesgo de caer en tópicos algo casposos, es el carácter predominantemente masculino de la ciencia-ficción, al igual que lo relacionado con el sexo, sobre todo con el pornográfico. Hasta hace no mucho el papel de la mujer en la ciencia-ficción desde el pulp de los años 50 ha sido, como en otras muchas manifestaciones artísticas, el clásico de la bella víctima que espera un «príncipe» rescatador. Es decir, la ciencia-ficción en estas obras era poco más que un decorado en donde poner en cada vez más extrañas y peligrosas situaciones a una atractiva señorita de largas piernas —King Kong (1933)—, en las que la amenaza era la parte más especulativa y propia de la ciencia-ficción, como le ocurre a Rachel Welch en Hace un millón de años (1966). En otro sentido hay que mencionar a Planeta Prohibido (1956) que, a pesar de utilizar el mismo recurso, posee un planteamiento pionero y nos presenta una amenaza (Robby, el robot) que se convertiría en uno de los clásicos de este género. Esta situación se rompió en el cine con la llegada de Alien, el octavo pasajero (1979), donde la Teniente Ripley (Sigourney Weaber) acaba con la débil e indefensa imagen que hasta ese momento tenían algunos de las pertenecientes a su sexo.
Otro gran ámbito cargado de incitaciones eróticas es el del cómic, llegando a existir todo un género fantaerótico mucho más definido que en el cine y en donde la mujer ocupa un papel más activo e importante desde sus inicios. Los ejemplos más claros son la francesa Barbarella (Jean-Claude Forest, 1962), las españolas Supernova (V Mora, J. Bielsa, 1972) y Lorna (Alfonso Azpiri), o la exuberante y prodigiosa Druuna del italiano P. Eleuteri. Como se puede comprobar, es Europa la que lleva la iniciativa en este subgénero, aunque en los EUA se debe destacar especialmente a Den, de Richard Corben, con protagonista masculino. Más recientemente y de forma algo anecdótica, por enlazar con el género superheroico lleno de supercuerpazos y tan proclive a cosas como el big culo dayo la chica del viernes, se puede citar al cómic Empowered (Adam Warren, 2007). En Argentina hay una gran tradición del cómic de ciencia-ficción, sin embargo, el género erótico no parece haberse mezclado con él, más allá de la tira El regreso de Osiris, de Alberto Contreras.
Para no dejarles con las manos vacías cinematográficamente hablando, y a falta de que algún estudioso de cinematecas añada algo mejor, el único ejemplo realmente de fusión entre el sexo y la ciencia-ficción en el cine, es una película argentina de los años 60, La venganza del sexo (Emilio Vieyra, 1969), donde un loco científico necesita de multitud de parejas copulando para extraer determinada sustancia que le permitirá convertirse en una especie de monstruo. No, no pongan esa cara, que es así.
Pero ya que estamos con mezcla de géneros y aprovechando que se ha estrenado recientemente Cowboys & Aliens (Jon Favreau, 2011), hay otra película anterior absolutamente demencial que no sólo mezcla también estos dos géneros sino que le añade la nada despreciable característica de tener como argumento principal a una cowgirl que ha de defender un pueblo del sur de los EUA de un ataque alienígena, y cuyo principal aliciente consiste en ver a sus semidesnudas protagonistas (Alien Outlaw, 1985).
Para acabar, y continuando con los estrenos, El Origen del Planeta de los Simios (Ruper Wyatt, 2011) nos trae a la memoria una simple, pero importante, manifestación sexual en el cine. Aunque algunos me llamarán romántico, si hay un beso importante en la historia del cine de ciencia-ficción, tanto o más que el interracial de James T. Kirk a la bella Uhura, ese es el de George Taylor (Charlton Heston) a la doctora Zira (Kim Hunter) en El Planeta de los Simios (1968). Puro simbolismo.
Lecturas de referencia
Lecturas relacionadas
- Steve Ditko, el creador de Spiderman, dibujando cómic erótico (que callado se lo tenía, el tío)
Artículo publicado originalmente en el blog Al final de la Eternidad el 20 de septiembre de 2011
http://planetasprohibidos.blogspot.com/2011/09/el-sexo-en-la-ciencia-ficcion.html?showComment=1316949577163#c260190358580149994'> 25 de septiembre de 2011, 13:19
Interesante artículo.
Me saltan a la cabeza ahora mismo el tratamiento de esas grabaciones sexuales de la estupenda Días extraños entre los personajes de Ralph Fiennes y Juliette Lewis, o alguna de las extrañas filias de David Cronenberg.
Pero, sobre todo, en cómic, el tratamiento del maestro Jodorowsky en Los Metabarones y en El Incal, dos obras maestras del cómic CiFi. En ambos el sexo tiene gran importancia.
Saludos.
http://planetasprohibidos.blogspot.com/2011/09/el-sexo-en-la-ciencia-ficcion.html?showComment=1316951285216#c6217709352037054887'> 25 de septiembre de 2011, 13:48
Exacto Pedro, me has traído a la memoria que David Cronemberg tiene en su filmografía algo de tratamiento del sexo humano relacionado con extrañas manifestaciones. Lamentablemente, no conozco lo suficiente de su trabajo. Gracias por el apunte.